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Artistas exponen en el Museo de Bellas Artes su “arte en cuarentena”

La muestra, con recambio de expositores, se compone de obras y entrevistas en video. Todos reflexionan sobre las implicancias que tuvo el aislamiento en la producción artística.
Martes, 16 de junio de 2020 18:59

En la sala 4 del Museo de Bellas Artes de Salta (MBAS) se encuentra en exhibición “Arte en cuarentena”, organizada por el Instituto de Investigaciones en Cultura y Arte (IICA), dependiente de la Universidad Nacional de Salta (UNSa), el MBAS y la Dirección de Audiovisuales de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta.

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En la sala 4 del Museo de Bellas Artes de Salta (MBAS) se encuentra en exhibición “Arte en cuarentena”, organizada por el Instituto de Investigaciones en Cultura y Arte (IICA), dependiente de la Universidad Nacional de Salta (UNSa), el MBAS y la Dirección de Audiovisuales de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta.

La intervención está compuesta por doce entrevistas a artistas efectuadas a través de Zoom por el director del IICA, profesor Hernán Ulm, quien también es el curador de la muestra, y obras realizadas por esos mismos entrevistados u otros artistas durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio.

Hasta el 26 de junio inclusive expone Roly Arias cinco dibujos en gran formato (de 1,5 por 1,5), hechos en tinta, acuarela, acrílico y wash, pertenecientes a la serie “Mundu”.

Le sucederán Virginia Parisi, Julio Humberto Juárez y Martín Córdoba (11 de julio), Pablo Rosa y Santiago Álvarez (25 de julio), Paula Casadelrrey (5 de agosto) y Esteban Álvarez (19 de agosto).

Ulm explicó a El Tribuno que “Arte en cuarentena” surgió de la voluntad de pensar junto con los artistas en qué consiste una práctica del arte en el mundo contemporáneo en el contexto singular de la pandemia del coronavirus que suspendió las actividades habituales de todos los ciudadanos y restringió su circulación.

“Nuestra intención era tratar de explorar colectivamente hasta qué punto la propia práctica del arte se vería afectada o atravesada por esta situación inesperada por la que todos estamos atravesando”, definió. Entre tanta indagación que no se puede dar sobre seguro, porque falta distanciamiento para analizar los alcances de la cuarentena a largo plazo, surgieron algunas certezas.

“Tal vez lo más interesante es que el arte se muestra una vez más como una práctica de exploración del tiempo. Muchos de los artistas señalaban eso en sus entrevistas, ya sea porque se produjo una especie de hiperactividad, que los puso a producir mucha obra o a experimentar con nuevos procesos creativos, ya sea, por el contrario, porque ese tiempo se vivió como una especie de retraimiento o ralentización que no permitía que el acto creativo se manifestara con nuevas producciones”, expresó Ulm.

Luego añadió que “en cualquiera de los dos casos lo interesante es notar que el arte fue una forma de explorar las densidades del tiempo que nos habitan. Esas densidades que en épocas de ‘normalidad’ pasan inadvertidas para nosotros y que cuando esa normalidad es suspendida nos permiten ver que hay diferentes capas de tiempo habitándonos. Eso en las entrevistas fue muy notable: que el arte sea un modo de explorar las diversas capas y densidades temporales que están superpuestas en la vida cotidiana”.

Durante la cuarentena -que en Salta se inició el 18 de marzo y culminó el 7 de junio, cuando se dio paso a la fase de distanciamiento social- los museos de la provincia, a puertas cerradas, continuaron marcando la agenda artística y cultural con experimentos de virtualización de su patrimonio.

Estas experiencias fueron propiciadas como mediaciones alternativas -por tener propiedades parecidas a las experiencias en vivo -caracterizadas por el tiempo dilatado y contemplativo que hacemos suceder en un museo cuando estamos parados ante una obra-, pero no son reales.

¿Habrá habido “una inmersión forzada” en las plataformas digitales, como señaló la artista visual y diseñadora Paula Casadelrrey en su diálogo con Ulm? ¿Se habrá exacerbado la relación del artista con las herramientas digitales?

“Ambos casos. Hay artistas que han podido apropiarse de herramientas del mundo digital y explorarlas para trabajar con ellas en sus procesos creativos o para convertir de hecho esas herramientas del mundo digital en procesos creativos.

No existe una obra hasta que esta no está expuesta. Nadie es artista en la soledad de su espacio doméstico y ese es un hecho importante que surge en las entrevistas: la necesidad de trabajar y de encontrar un medio de exposición. Lo que sí ha habido es una superabundancia de exposición de la obra a través de las plataformas digitales en algunos casos. Y en otros, un aprovechamiento de esas plataformas digitales para tomarlas creativamente. Se ha dado la situación inversa: que muchos artistas que eran muy activos en las plataformas digitales ante esa superabundancia aprovecharon más bien para retirarse un poco de las redes, aunque nadie lo ha hecho de forma absoluta porque siempre es necesario que la obra salga, que sea colectivamente ‘experienciada’. Sí es cierto que se ha visto en las plataformas digitales una salida a la nueva exterioridad”, reflexionó Ulm.

A continuación trajo a colación la noción de inmersión forzada, de Casadelrrey, pero asociada a una coerción que va más allá de no trasponer los umbrales de las casas o circular por espacios públicos y privados, a no ser de una manera reglada, y que está invisibilizada porque la vorágine de vivir en sociedad se traga sus signos. “También se revela en esta instancia de aislamiento que la normalidad no es menos forzada en el día a día, en los espacios habituales, en el mundo del trabajo, en la cotidianidad de la práctica creativa. Hay una serie de distancias forzadas que no permiten tal vez que el acto creativo pueda explorarse y experimentarse de un modo ‘libre’. El artista sonoro está forzado por la industria musical. Los artistas visuales están forzados por la exigencia de una exposición, los museos, las galerías. Los artistas escénicos, forzados por las exigencias del espectáculo teatral mismo y cada uno de ellos en su día a día, forzados por las exigencias de la vida cotidiana que nos les da tiempo para explorar la dirección”, enunció.

Por ello apuntó a reflexionar sobre la presión que la “normalidad” ejerce sobre las personas para doblar su voluntad o su conducta. “Esta instancia nos permitió ver eso: que estamos forzados por una normalidad que nos impide detenernos a pensar en el valor de lo que estamos haciendo, en el valor de nuestro modo de existencia, en el valor de nuestras prácticas cotidianas. Esa inmersión forzada tal vez nos lleva a pensar que bien podríamos suspender ciertos forzamientos de la vida formal para repensar nuestras formas de vincularnos con aquello que existe a nuestro alrededor y que por esa exigencia del mundo cotidiano no somos capaces de ‘experienciar’”, manifestó. Indagado por el pasaje de la práctica museográfica a lo digital en que se embarcaron los museos ante una coyuntura que resultó sorpresiva y abrupta, dijo que “hay una exigencia nueva de repensar cuál es el lugar, no solo de los museos, sino de los espacios en general de exposición del arte. El museo se ha visto obligado a abrirse digitalmente y eso está bueno, pero no es lo único, sino que está bueno que podamos pensar que las prácticas museísticas no pueden ni deben estar restringidas al interior de los espacios de exhibición, sino que hay otras prácticas y otras funciones que los museos vienen a cumplir, educativas, de investigación, de producción, de formación de nuevos artistas y de público, que por ahí están siendo descuidadas por los que formamos parte de este colectivo vinculado ‘profesionalmente’ a las prácticas artístico-culturales y que tendemos a ver el museo como un espacio cerrado en el cual se muestran obras que se cuelgan en las paredes o se las escucha en el caso de las artes sonoras, o se las va a ver en el caso de las artes del cuerpo”. En este sentido destacó que “la calle es una instancia de intervención en la cual el arte muestra su costado más político. El arte es una instancia de intervención política en tanto que interrumpe los modos cotidianos de nuestra sensibilidad. Entonces intervenir a través de performances musicales, escénicas, murales, interrumpir la cotidianidad que se da en las calles de la ciudad es un modo político de hacer presentes instancias de diferenciación que de otro modo pasan escondidas. Tenemos que apostar a esa interacción entre los museos y la calle como un modo de revitalizar las prácticas artístico-culturales que se producen en la provincia y aprovechar para poner en discusión el sentido que tienen para una sociedad sus políticas culturales”.

Roly Arias: “En la cuarentena dibujé sin ganas”

Siguiendo la particularidad de que las obras presentadas fueron producidas durante la cuarentena, el artista Roly Arias expone la serie “Mundu”, para la que dice haberse basado en la “idea simple de construir mundos a partir de rostros”.

¿Cómo afectó la cuarentena tu producción artística?

Fue bastante angustiante. Había mucha incertidumbre y creo que hubo más innovación a nivel pensamiento que a nivel obra. Algo que me perdía en ese nuevo contexto era volver a casa a dibujar. Eso era algo que en el regreso a casa me hacía ir desarrollando una serie de reflejos de felicidad que era cambiarme y ponerme a dibujar como actividad habitual. Era el momento esperado, la alegría. El hecho de estar todo el día en casa me privaba de esas expectativas, de esas ganas, lo cual fue suplido con el oficio que impone una rutina de trabajo que va más allá de las ganas. Creo que lo más duro, no sé si duro, sino más bien novedoso, fue esta situación de dibujar sin ganas. En la muestra queda muy evidente, cuando escucho lo que digo en el video, el momento por el que estaba pasando. Puntualmente digo: “No estoy pasando por el mejor momento”, pero es satisfactorio escuchar esas reflexiones en el momento y, a su vez, ver la producción que se realizó y creo que ahí se redondea una idea, que fue la de los curadores cuando pensaron el proyecto.

¿Cómo es exponer cuando aún no están habilitados los museos al público?

Confío en que se podrá habilitar una vez que se cumplan los requerimientos. Cuando empecé a hablar con el museo para colgar, era la idea que se venía la apertura progresiva de estos espacios. Nada más quisiera yo que la sala llena de gente viendo mi obra, pero también entiendo que hay situaciones que van más allá de la voluntad personal, sobre todo cuando se trabaja en espacios que son oficiales. A su vez, en la vida del artista una actividad puede ser exponer en el museo, pero desde siempre hubo otros modos de hacer que la gente se relacione con nuestras obras como las redes u otros circuitos, más reducidos quizás, y esa comunicación se sigue dando.

¿Sentiste que tu actividad era esencial o no?

Me cayó una reflexión bastante complicada que tenía que ver con que a veces yo estaba dibujando con un sonido de noticiero de fondo, escuchaba esas noticias y, al mismo tiempo, estaba sobre mi tablero en una especie de paz, dibujando, demorándome en la elección de colores. Más allá de eso, me decía: “Soy un héroe borgeano, alguien que en medio de una crisis -como la que veía en aquel tiempo- puede demorarse en la realización de dibujos y que a su manera crea mundos”. Me sentía no esencial. Veía la emergencia, mediado por las noticias o la percepción que genera ese estado de duda propio de la cuarentena. Parafraseando la canción de Silvio Rodríguez, seguía dibujando como si no pasara nada. Me generó la duda de cuán esencial era mi tarea para ese momento.

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