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Tormenta en plena cuarentena

Lunes, 22 de junio de 2020 00:00

"El es solo un juez concursal y yo soy el presidente", dijo Alberto Fernández frente al baño de realidad que impuso el magistrado santafesino Fabián Lorenzini cuando rechazó la decisión de intervención de la empresa Vicentin y relegó a los interventores al simple rol de veedores.

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"El es solo un juez concursal y yo soy el presidente", dijo Alberto Fernández frente al baño de realidad que impuso el magistrado santafesino Fabián Lorenzini cuando rechazó la decisión de intervención de la empresa Vicentin y relegó a los interventores al simple rol de veedores.

El presidente de la Nación, profesor de Derecho Penal, recomendó al juez estudiar la Constitución y afirmó que "debería saber que un decreto de necesidad y urgencia es lo mismo que una ley".

Los constitucionalistas Daniel Sabsay, Andrés Gil Domínguez y Roberto Gargarella, con matices, cuestionaron la constitucionalidad del decreto de intervención y, categóricamente, corrigieron la pretensión de equiparar un decreto, por más que sea de necesidad y urgencia, con una ley.

Pero la pretensión de pasar por sobre las facultades del juez no supera ningún examen en la facultad de Derecho. Porque esa es la esencia del pensamiento de la organización Justicia Legítima, que sostiene que la ley debe subordinarse a las necesidades del líder. Esta es la pieza clave de la democracia delegativa y decisionista cuya fuente filosófica debe rastrearse en la intelectualidad que abrigó al Tercer Reich.

"Yo soy el presidente" debería ser sinónimo de "yo soy el primero en acatar el orden legal y los procedimientos jurídicos". Aquí, en cambio, parecería asociarse a la frase atribuida a Luis XIV, "el Estado soy yo", que cierta o no, sintetiza el espíritu absolutista frente a la democracia republicana.

Hablar de soberanía alimentaria en la Argentina como pretexto para que el Estado se apropie de una acopiadora de cereales no suena a otra cosa que retórica. Como antes lo fue la soberanía energética, cuando se estatizó la mitad de YPF. Pero no hay ninguna soberanía en juego, sino la apetencia de dólares: la soja y Vaca Muerta , aunque ya no son lo que se esperaba, alimentan la ilusión.

Nadie sabe cómo puede terminar la aventura de Vicentin, pero en Salta sabemos cómo termino la "revolución ferroviaria" que prometió Juan Manuel Urtubey cuando estatizó el Tren a las Nubes.

De todos modos, hay indicios de imprudencia. El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, añadió dudas sobre los verdaderos alcances de la iniciativa cuando dijo que "no vamos a estatizar a todas las empresas concursadas". Ya son un tendal, y tiende a empeorar.

¿Por qué el Gobierno no actúa con decisión similar en el caso de la retención indebida de mil millones de dólares correspondientes a la recaudación impositiva, imputada al empresario Cristóbal López? ¿O con la complicada situación de la empresa OCA, administrada por Hugo Moyano?

Ayer, Andrés Larroque cuestionó a las personas que se movilizaron a favor de Vicentín en plena cuarentena. Tiene razón. La restricción vale para todos.

Pero, hay una pregunta que Larroque y Cafiero deberían contestar en serio: En plena pandemia, cuando es momento de sumar y no de dividir, ¿cuál es el rédito de reavivar un conflicto con la actividad agropecuaria, como el que estalló cuando Alberto Fernández todavía era jefe de Gabinete?

 

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