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Violencia social que no deja respirar

Miércoles, 03 de junio de 2020 02:57

"Me siento bien si el dolor ajeno me duele". Esta frase es atribuida a Abraham Lincoln, el presidente norteamericano durante la guerra de secesión, quien abolió la esclavitud en su país. Lincoln era pacifista y humanista, aunque existen indicios de que él pensaba que todos los seres humanos somos iguales en dignidad, aunque las diferencias étnicas pueden dificultar la convivencia. Un siglo y medio después, en el país del norte sigue existiendo la violencia racial, muchas veces disimulada, pero que parece sobrevivir en las profundidades de la sociedad. Así se entiende que Donald Trump sea presidente, a pesar de su mentalidad autoritaria y supremacista, y su enorme capacidad para echar leña al fuego de la violencia social.

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"Me siento bien si el dolor ajeno me duele". Esta frase es atribuida a Abraham Lincoln, el presidente norteamericano durante la guerra de secesión, quien abolió la esclavitud en su país. Lincoln era pacifista y humanista, aunque existen indicios de que él pensaba que todos los seres humanos somos iguales en dignidad, aunque las diferencias étnicas pueden dificultar la convivencia. Un siglo y medio después, en el país del norte sigue existiendo la violencia racial, muchas veces disimulada, pero que parece sobrevivir en las profundidades de la sociedad. Así se entiende que Donald Trump sea presidente, a pesar de su mentalidad autoritaria y supremacista, y su enorme capacidad para echar leña al fuego de la violencia social.

El asesinato de George Floyd, estrangulado por el policía Derek Chauvin, muestra la persistencia subterránea de la discriminación y el racismo. E inmortaliza una frase que agobia: "No puedo respirar".

Irónicamente, el apellido del homicida es el mismo que el del soldado francés, al que Napoleón erigió en símbolo del patriotismo y las generaciones posteriores, en emblema del fanatismo nacionalista.

Desde una perspectiva racional, cualquier forma de racismo es anacronismo. No existe un solo indicio biológico o psicológico en el que pueda apoyarse una teoría supremacista. El ideal nazi de la superioridad aria revela las limitaciones intelectuales de Hitler y la ignorancia -o la obsecuencia- de su entorno.

De todas maneras, siempre es bueno tener un extraño para culparlo de nuestros males. La xenofobia es un recurso político que puede dar resultados: ese sentimiento básico, atizado por Boris Johnson, produjo el retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea, pero con otros nombres hace temblar la política de Italia, Francia, Austria. El supremacismo es un fenómeno mundial que llega de la mano de la crisis de las instituciones democráticas y de los organismos internacionales.

Trump está en un año electoral, enfrentado comercialmente con China, dispuesto a detonar la OMS y la OTAN. Ahora, cuando la protesta de los indignados se extendió por todo el país, exhumó una ley de 1809 para amenazar con la presencia militar en las calles. Y cometió una de sus tantas torpezas vía Twitter al pronunciar una frase brutal: "cuando empiezan los saqueos, empiezan los disparos". Además de mostrar una beligerancia impropia de un mandatario, la expresión tiene historia. En 1967, un policía la pronunció al anunciar la guerra contra jóvenes afrodescendientes involucrados en protestas violentas.

Loa afroamericanos estadounidenses tienen miedo, porque las policía los maltrata, les desconfía y actúa de manera no muy diferente que los cuatro agentes involucrados en el muerte de Floyd. "Las personas negras tienen 3,5 veces más probabilidad que las blancas de morir a manos de la policía ... Los adolescentes negros tienen 21 veces más probabilidades que los blancos de morir por agentes de policía. La policía mata un negro cada 40 horas", publicó recientemente Rashawn Ray, investigador del Brookings Institution.

Ese miedo a la brutalidad policial es el correlato de indicadores educativos, sanitarios, de cobertura social e ingresos, francamente desfavorables para los negros en plena pandemia y aún después de la presidencia de Barack Obama.

Un gobernante violento, compulsivo como Trump, que está radicalizando a la sociedad de los Estados Unidos, eligió políticas discriminatorias y fóbicas y con él, el miedo y la inseguridad de los sectores más vulnerables se potencian.

No hay que distraerse: el estilo Trump, con otras versiones ideológicas o no, también abunda en nuestra región. Y también hay una fuerte persistencia del racismo larvado.

En los Estados Unidos, el problema de la negritud es la herencia de una aberración histórica, la esclavitud. Y que es un problema de los blancos que los padecen los negros.

La fractura social existe, como existe también en todo América Latina, aunque los más postergados no sean afrodescendientes y aunque los discursos políticamente correctos usen otras narrativas.

 

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