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El aislamiento dentro del aislamiento

Recluidos bajo tratamiento, jóvenes se preguntan por el “afuera”.
Domingo, 07 de junio de 2020 02:01

"El afuera" y el "refugio" para los que viven aislados es una división común. Pero luego de 80 días de confinamiento, el "afuera" cambió por la pandemia de COVID-19 y la "nueva normalidad" que experimenta el resto del mundo retumba en forma de preguntas en el "refugio"; un paraíso rodeado de cerros en el ex Potrero de Linares. En este lugar, donde jóvenes y adolescentes realizan tratamientos contra la adicción, las noticias se conocen como en los viejos tiempos, cuando alguien llega desde la ciudad.

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"El afuera" y el "refugio" para los que viven aislados es una división común. Pero luego de 80 días de confinamiento, el "afuera" cambió por la pandemia de COVID-19 y la "nueva normalidad" que experimenta el resto del mundo retumba en forma de preguntas en el "refugio"; un paraíso rodeado de cerros en el ex Potrero de Linares. En este lugar, donde jóvenes y adolescentes realizan tratamientos contra la adicción, las noticias se conocen como en los viejos tiempos, cuando alguien llega desde la ciudad.

El visitante ya no es solo una distracción para los jóvenes de Fazenda De La Esperanza, una granja de la iglesia donde se hacen terapias para superar los consumos problemáticos. El visitante es además el "informante" sobre ese afuera cambiante al que imaginan como "un caos" o "una película". Cada uno la imagina diferente, pero los 10 jóvenes alojados coinciden en que ya no es la misma que dejaron antes de internarse.

Los jóvenes reconstruyen ese afuera mediante relatos, algún video, o por algún pie puesto unos metros más allá del refugio. La ansiedad los empuja y le piden al coordinador permiso para escudriñar a la visita: "¿Podemos preguntarle a la periodista sobre ahí afuera?", consultan, y una ronda de ávidos oyentes se forma inesperadamente.

"¿Cómo está la economía?", preguntó el de la iniciativa, el "cordobés", que entró por segunda vez a Fazenda porque "no hizo bien las cosas". "¿Ya hay turismo interno?", preguntó otro. Los que tienen su familia cerca sostienen la esperanza de ser los primeros en poder volver a verla.

Las miradas atentas y el silencio hablan de una necesidad de respuestas. Quieren saber con qué se encontrarán al salir. Las respuestas poco alentadoras resonaron en el comedor. "Nosotros venimos de la calle, del flagelo, tenemos nuestros malos pensamientos de afuera, robos, peleas, malos tratos y todavía tenemos esa secuela que nos queda de pensar así, porque nosotros trabajamos mucho esos malos pensamientos y ahora, con el tema del corona se sumó algo más en nuestra cabeza", aseguró Alejandro Patiño.

"No tenemos noción de las noticias", señaló el catamarqueño Gonzalo Espeche. "Por lo poco que sabemos, está muy feo", aseveró. "Supimos que anda la Policía en la calle, que se tiene que cobrar en el banco por números de DNI, que las fronteras están cerradas, que las personas no pueden ir más de 2 en un auto... un caos", enfatizó.

Por su lado, Alejandro imagina una película, "de gente que se muere, algunos que vienen nos muestran videos", contó. Alejandro encontró la oportunidad de desmentir o reafirmar "su película" cuando se alejó unos metros de la granja. "Vi que en un kiosco te pedían que entres con barbijo, de a uno, había un cartel que decía que nos cuidemos entre nosotros. Yo no entendía nada", recordó.

La espera

El tratamiento que deben cursar es de 12 meses. Las visitas se programan una al mes. Desde el 20 de marzo que no ven a sus familias, que en cada encuentro les proveen opa o artículos de higiene. "Ahora les pedimos a los chicos que hicieran una lista de lo que necesitaban y armamos un caja común con donaciones que recibimos", indicó Vitor Días, responsable de la granja. "Para no sentir tanta falta, tanta carencia de comunicación con la familia, hicieron una videollamada los días de visita", agregó. Pero allí la conexión a internet es escasa, así que algunos solo pudieron hablar por teléfono media hora. "La primera vez sintieron muchísima carencia de las familias, fue difícil", reconoció el coordinador.

Los jóvenes se desafiaron atravesar la quita del único día que esperaban con ansias, como parte de "otro de los desapegos". Aunque haya días que "cuesten un poco más", como el de Gonzalo, que agradeció que son "una gran familia" que se apoya. "Hoy mi nena cumple 2 años y es muy difícil", dijo. El joven ingresó a la granja hace 9 meses. Su familia y sus cinco hijos se iban turnando para ver a su padre. Pero hace tres meses que no los ve, lo que, para él , que se autodefine como familiero, es un desapego más. "El segundo", aclara. "El otro fue el desapego a las drogas", reconoció mientras le temblaba la voz.

"Uno se tiene que amoldar. Capaz mañana ya estemos en el mundo y nos cuesten otros desapegos, como el de nuestros padres que morirán", aseveró para reponerse.

Para los jóvenes que atraviesan un fuerte trabajo interno, la pandemia es otro frente abierto. Para Alejandro, no poder ver a su familia también es un "buen desapego" . "Es un incentivo para luego verlos", indicó, y luego advirtió: "Creo que ni en las cárceles pasan eso. Ellos ven a su familia y, si no la ven, me los imagino amotinándose".

"La dura", le tocó a Alejandro. Cuando cumplió sus tres meses y podía volver a ver a su familia, se dictó la cuarentena. Con la certeza de que vería a su familia, al principio esperó : "Cuando venían la visita de los chicos, ellos se paraban ahí para ver qué familia venía. Y yo miraba para allá a ver si venía la mía", contó. Los meses pasaron y ahora lleva cinco meses sin ver a sus padres, a su hijo ni a su mujer. "Yo primero me lo tomé con calma, porque el primer mes me costó mucho. No entendía nada. El tercer mes ya me sentía más preparado. Lo que si, en un momento, en una reunión que hacemos los lunes me descargué contando que no daba más, hasta ese momento me hacía el fuerte", reconoció.

Alejandro en un principio consultó "cuándo". Ahora desistió de preguntar, para no hacerse ilusiones y frustrarse. "La necesidad de ver a alguien es muy grande, porque es el apoyo de afuera", explicó. Más allá del reconocimiento, no deja de esperar: "Me gusta mirar e imaginarme que pasan", confió.

Mientras Alejandro se desafía a encontrar el lado bueno y asegura que siente que el tiempo se detuvo, Gonzalo compartió que se siente "orgulloso" de él.

El tratamiento

El tratamiento de recuperación dura 12 meses en total aislamiento. Consiste en vida en la naturaleza y “con Dios”. Los tres primeros meses no pueden ver a sus familias. Las visitas son una vez al mes. Los que son de otras provincias se alojan en la granja desde el sábado al domingo. Los que son de Salta van el domingo temprano a pasar el día.

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