Rubén Osvaldo Condori, sin lugar a dudas será por siempre una eminencia del boxeo de Salta. A los 60 años, ya instalado en su casa en barrio Santa Cecilia, le abrió sus puertas a El Tribuno para recordar lo que fue la previa a esa pelea por el título mundial y el desenlace de aquella noche del 18 de julio de 1986 en el estadio Delmi.
inicia sesión o regístrate.
Rubén Osvaldo Condori, sin lugar a dudas será por siempre una eminencia del boxeo de Salta. A los 60 años, ya instalado en su casa en barrio Santa Cecilia, le abrió sus puertas a El Tribuno para recordar lo que fue la previa a esa pelea por el título mundial y el desenlace de aquella noche del 18 de julio de 1986 en el estadio Delmi.
¿Cómo fueron los días previos a la pelea frente al mexicano?
Me empecé a preparar a full, estaba bien, pero con el correr de los días me fui desgastando. Llegó la hora clave y tuve problemas de deshidratación, no me querían dar ningún complemento ya que había antidoping, y por ese motivo decidieron no darme nada y al final me terminó perjudicando. Sin lugar a dudas que tuve mucho entusiasmo, todos querían colaborar con mi preparación y tuve a mucha gente alrededor.
¿Cómo se dio esa chance mundialista?
Hay que ser claros, en aquella época pelear por el título no era cosa de todos los días. Llegar cuesta y en ese tiempo costaba mucho más, para ser campeón argentino tenías que tener más de cuarenta peleas, en cambio hoy, en la actualidad, realizás pocos combates y ya tenés la chance de pelear por el título del mundo.
¿Por qué perdió frente al mexicano Gilberto Román?
Uno estaba deshidratado, al margen que él (Gilberto Román) era bueno, yo llegué sin fuerzas, no tenía ni el cinco por ciento de chances de poder ganar, aguanté porque Dios es grande, pero aún así le hice una pelea incomoda al mexicano, que luego reconoció que le costó ganarme.
¿Cómo recuerda al estadio Delmi esa noche?
Era la pelea de mi vida, sin lugar a dudas clave para mi carrera profesional, el marco era impresionante, había muchísima gente, un estadio imponente. Más allá de la derrota, yo quedé satisfecho por haber llegado a esa chance, te repito, no era fácil llegar y para mí fue muy importante. Obviamente me hubiera encantado regalarle el triunfo a toda esa gente que pagó su entrada.
Luego de esa noche. ¿Cómo siguió su vida?
Más allá de la derrota, el nombre de Salta quedó en lo alto, la gente igual me saludaba y me felicitaba y hasta el día de hoy, aún sigue contenta por mi carrera boxística. Simplemente se perdió una pelea, siempre conseguí apoyo de mi familia y de los amigos de siempre.
¿Se reprocha algo de esa noche?
Solo el no estar al cien por ciento, después estaba toda mi familia y di todo por ellos, lo raro es que me sentía bien después de la pelea, fue una cosa rara, la verdad que no le encuentro explicación pero fue como que estaba bien, ni siquiera deprimido ni nada que afecte mi humor y el día a día.
¿Cuanta plata perdió tras la derrota?
Ya había una bolsa estipulada, quince mil dólares ya los tenía asegurados, en ese tiempo creo que eran australes pero si no me equivoco estaba uno a uno en cuanto a la moneda. Si ganaba seguro se incrementaba esa bolsa, pero bueno, solo sé que me quedé con los quince mil dólares, que los invertí en mi casa, compre unas cosas materiales y seguí pedaleando para adelante. Como era una categoría chica, pagaban poco, no como ahora, que hay mucha plata en juego.
De todas maneras peleó por muchos años más...
Sí, después de esa pelea tenía más renombre, ya tenía para pelear afuera, ya tenés un reparto grande, me llamaban de todos lados a pelear, de mosca, supermosca, pluma, nunca le esquivaba, me gustaba pelear.
¿Es muy devoto de la Iglesia Evangélica?
Siempre estuvimos presentes con mi familia, volví de nuevo, el tiempo llega para todos y más en este tiempo de coronavirus que está matando mucha gente. Estoy en la Iglesia Cielo Abierto, que está ubicada en barrio San Benito.
¿Quién es Rubén Osvaldo Condorí?
Un tipo que ama a su familia y que ama al boxeo, yo siempre quise pelear y me considero un peleador de la vida. Soy un agradecido a Dios por la vida que me tocó y por lo que vendrá más adelante.