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Deuda, déficit y sin un proyecto productivo

Salta sobrelleva con éxito su política sanitaria, pero su futuro depende de la capacidad de generar recursos y empleo genuino.
Viernes, 31 de julio de 2020 01:30

¿Cómo transita Salta la pandemia? Al estar aislada de los grandes centros de circulación de virus, la vida cotidiana de los salteños parece menos alterada que la de los habitantes de los grandes núcleos urbanos. Pero si la pandemia es un flagelo sanitario, sus consecuencias económicas serán letales también para Salta, porque la economía es global y nuestra provincia tiene vulnerabilidades estructurales, que comparte con toda la región del Norte Grande.

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¿Cómo transita Salta la pandemia? Al estar aislada de los grandes centros de circulación de virus, la vida cotidiana de los salteños parece menos alterada que la de los habitantes de los grandes núcleos urbanos. Pero si la pandemia es un flagelo sanitario, sus consecuencias económicas serán letales también para Salta, porque la economía es global y nuestra provincia tiene vulnerabilidades estructurales, que comparte con toda la región del Norte Grande.

Esta condición previa apareció en un artículo de Gustavo Barbarán, en el que habla del peso decisivo del centralismo en la estructura socioeconómica de este "país peninsular", dividido en tres y con un futuro sombrío para las regiones alejadas del Río de la Plata.

Pensar la provincia (y su contexto) es el primer paso, imprescindible, para llevarla a buen puerto. Esa es la propuesta de la convocatoria impulsada por la Facultad de Ingeniería de la UNSa, que el miércoles 22 comenzó una serie de encuentros digitales que continuarán el 5 de agosto. En la primera reunión se plantearon los desafíos de la provincia, que debe capitalizar el flujo de fondos de asistencia que llegan desde el Gobierno nacional para evitar que la infraestructura productiva, especialmente, la turística, se derrumbe. Y obliga a pensar una "nueva normalidad" que será la cultura "superditigitalizada".

Fisuras sin respuesta

Cuando se produjo esa reunión aún no había estallado el escándalo de los cobros abusivos de ingreso familiar de emergencia, por parte de funcionarios y concejales, incluido el flamante director de una de las delegaciones de la Anses. Lo sorprendente es que ningún funcionario de esta entidad, especialmente la titular María Fernanda Raverta, haya tomado con seriedad semejante desmanejo, escudados todos en "lo difícil que es resolver problemas en la emergencia". Todo es difícil cuando no se sabe cómo hacerlo, o cuando se trata de que sea difícil, para sacar tajada.

Este es uno de los capítulos de la pandemia salteña.

Hay otros, que se plantean en una provincia sin proyecto productivo, instalada cómodamente en la dependencia de la coparticipación federal (cómodamente, salvo el 60% de la población con necesidades básicas insatisfechas, desempleo o pobreza extrema).

En este período, Salta debe pensar en cómo va a resolver el déficit habitacional, la drástica caída de su economía, y, además, deberá negociar una deuda de 390 millones de dólares que la semana que viene pueden entrar en default.

Fórmula de la frustración

La falta de proyecto productivo, el endeudamiento generado para encubrir el déficit fiscal y el desmanejo son factores de la misma fórmula. A nivel nacional y provincial.

El Fondo de Reparación del Norte Salteño y el Fondo del Bicentenario no dejaron ninguna obra orientada a mejorar la calidad de vida y el crecimiento con desarrollo humano. Fueron cifras muy elevadas que se licuaron en los gastos corrientes; las obras, muchas inconclusas, se incorporaron al presupuesto normal. Entre tanto, al amparo de la otra emergencia, la que derivó de la caída económica y la destrucción del empleo, se fue acrecentando el gasto público hasta que, en noviembre de 2018, explotó un déficit de más de cuatro mil millones.

La experiencia indica que ningún país ni tampoco una provincia pueden resolver sus problemas sociales (que, si no se resuelven, siempre se agravan) si los gobernantes pretenden mantenerse con promesas milagrosas.

Los milagros no existen en esta materia: si no hay producción no hay empleo ni recaudación. Es una bomba de tiempo. Un hábito de los gobernantes es fotografiarse sonrientes en la entrega de viviendas. La realidad es que el déficit habitacional supera en Salta las 75 mil viviendas y no hay perspectiva alguna de solución inmediata.

Cuidar lo nuestro

El informe publicado el domingo pasado indica que, en 12 años, la producción de gas y petróleo de Salta se redujo a una cuarta parte. La crisis energética también empieza por una falta de proyecto (nacional y provincial), pero a Salta la afecta, ya que no solo cae su actividad hidrocarburífera, sino que tampoco se encamina la producción de biocombustibles. En el mundo globalizado, cada paso requiere una mirada internacional. Salta no la exhibe.

Es imprescindible definir cuál es el futuro del campo, que es la fortaleza más estable y en Salta está casi hibernado por razones muy similares que aquellas que engendraron el endeudamiento.

Es fundamental proyectar el futuro del turismo, a borde de la quiebra, que requiere una diversificación de la oferta productiva, la recuperación del Tren a las Nubes y una mirada panorámica.

Es prioritario pensar a Salta como provincia minera, porque lo es y porque el mundo va a seguir requiriendo de sus recursos.

Y hay que pensar en una educación acorde al escenario de la pospandemia. Este no es un problema del gobierno, sino de toda la sociedad.

Sin producción y trabajo, la economía se limita a manejar los instrumentos financieros y se olvida de lo esencial, la generación de recursos.

 

 

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