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El eterno retorno de nuestro sistema mundial

Lunes, 10 de agosto de 2020 00:00

La crisis sanitaria, económica e institucional desatada tras la irrupción de la pandemia a nivel mundial ha dejado ya de ser una novedad. Pareciera que la humanidad en su conjunto se ha acostumbrado en mayor o menor medida a convivir con el virus: hemos atravesado cuarentenas de días, semanas y meses; hemos postergado viajes y proyectos, hemos innovado, aprendido cosas nuevas, retomado otras viejas... al fin y al cabo, y quizás más tarde que temprano, hemos adoptado un nuevo estilo de vida, aunque claro está, aún anhelando una "vuelta a la normalidad" , si acaso existiera algo semejante... Sea como fuere, lo cierto es que una vez más, y tal vez sin haber sido conscientes del todo el hombre, el ciudadano corriente y mundano, nosotros hemos dado cuenta de una premisa tan simple y singular como peculiar: la inteligencia del hombre se encuentra en su poder de adaptación. Y aquí estamos: tal vez aún no caminamos a paso firme, pero tampoco a tientas, tal vez no vemos la salida clara, pero vislumbramos un destello de luz al final del túnel.

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La crisis sanitaria, económica e institucional desatada tras la irrupción de la pandemia a nivel mundial ha dejado ya de ser una novedad. Pareciera que la humanidad en su conjunto se ha acostumbrado en mayor o menor medida a convivir con el virus: hemos atravesado cuarentenas de días, semanas y meses; hemos postergado viajes y proyectos, hemos innovado, aprendido cosas nuevas, retomado otras viejas... al fin y al cabo, y quizás más tarde que temprano, hemos adoptado un nuevo estilo de vida, aunque claro está, aún anhelando una "vuelta a la normalidad" , si acaso existiera algo semejante... Sea como fuere, lo cierto es que una vez más, y tal vez sin haber sido conscientes del todo el hombre, el ciudadano corriente y mundano, nosotros hemos dado cuenta de una premisa tan simple y singular como peculiar: la inteligencia del hombre se encuentra en su poder de adaptación. Y aquí estamos: tal vez aún no caminamos a paso firme, pero tampoco a tientas, tal vez no vemos la salida clara, pero vislumbramos un destello de luz al final del túnel.

Ahora bien, ¿qué tan plausible resulta extender la premisa al escenario internacional, al nuevo orden mundial? A seis meses del inicio de la pandemia, pareciera que el contexto geopolítico actual poco tiene que ver con las dinámicas conocidas hasta ahora aunque si prestáramos más atención al pasado, dicha afirmación carecería de sentido, pero eso ya es otro tema...

El punto es que los países se encuentran atravesados por una disyuntiva de doble nivel: una a nivel interno, y otra a nivel internacional. En este sentido, la primera refiere a la decisión de los gobiernos de escoger entre dos alternativas extremas, un auténtico trade-off entre proteger la salud de la población o retomar la economía; aunque a grandes rasgos, y observando las medidas antagónicas naturalmente divergentes adoptadas en países como los Estados Unidos por un lado, u otros como el nuestro por el otro, se podría decir que dicho dilema ha dejado de ser un interrogante per sé. No obstante, a nivel internacional, las decisiones no están tan claras, y el tablero mundial al menos por ahora se encuentra plagado de preguntas sin respuestas: ¿qué esperar del nuevo orden mundial? ¿será China, si ya no lo es, el nuevo hegemón? ¿enfrentamos un mundo multipolar donde las decisiones se tomarán en una mesa tripartita conformada por Estados Unidos, China y la Unión Europea? O lo que genera aún más incertidumbre ¿estamos a las puertas de un sistema bipolar, del retorno de una Guerra Fría?

En su libro Así habló Zaratustra, el emblemático Fiedrich Nietzsche introduce una idea tan paradójica como fascinante: el eterno retorno de lo mismo, cuyo valor ha sido tan discutido como poco entendido. "Stricto sensu" se podría decir que para volver a nacer, hay que morir, y al final del día, la conciencia individual debe perecer. Como explica el filósofo alemán, el eterno retorno sobrepasa la mera concepción del nivel individual dado que implica que todo se repite, todo lo que ocurrió volverá a hacerlo sin importar lo que nosotros, aquí y ahora y siendo conscientes del pasado hagamos por cambiar el curso de los acontecimientos. Tanto la vida, la de todos nosotros así como el tiempo, el sistema, y todo lo que conocemos son parte de un mismo y único ciclo que se repite a sí mismo. Por ello, ¿qué tan novedosos son los hechos que siguieron al inicio de la pande mia?

Nietzsche cayó preso de la demencia durante los últimos diez años de su vida, de una locura que, después de todo, no nos debe resultar tan sorprendente dado que fue un pensador que siempre quiso transgredir los límites y fundar la existencia humana bajo una nueva concepción del tiempo. A pesar de su reputación de nihilista, era más bien un optimista: creía que el hombre podía reinventarse mediante un acto de voluntad.

Ahora bien, la pregunta que subyace a esta simple explicación y que se relaciona con los interrogantes ya planteados es si todo lo que concebimos como nuevo e inaudito una pandemia mundial y una crisis económica aparentemente sin precedentes no será en realidad una instancia más de este enorme ciclo en que estamos inscriptos, ya sea como individuos, sociedad, país o comunidad internacional. Mientras nosotros creemos enfrentar una situación extraordinaria, la Historia nos muestra que sucesos semejantes a los actuales han ocurrido una y otra vez a lo largo de los años; y a pesar de su vitalismo irracional, Nietzsche tenía razón en una cosa: la historia los hechos pasados, presentes y futuros no progresa linealmente ni evoluciona de manera indefectible, sino que es un espectáculo más o menos caótico donde todo se repite, aunque sea en clave de farsa; y donde sólo quien sea capaz de entender las claves de lo ya sucedido, podrá ser capaz de anticipar el futuro. La incapacidad de los dirigentes políticos a nivel mundial de cooperar y fomentar un multilateralismo eficaz no en absoluto una novedad: aunque de momentos y en determinadas circunstancias de la historia como ocurrió durante los años posteriores a la Segunda Guerra el mundo pareciera virar hacia nuevos ideales de paz, cooperación, de defensa de derechos y libertades, de asunción de responsabilidades y reconocimiento de deberes, lo cierto es que en general estamos hablando de ideales, y no de logros consolidados. La situación actual es la pura repetición de lo que ya ha venido aconteciendo durante gran parte de nuestra historia. Crisis, guerras, inestabilidad política y hartazgo social, proteccionismo y acaso "nuevas" recetas económicas, cruzadas por el poderío mundial... nada es nuevo y todo ha ocurrido ya alguna vez... basta leer un poco de Historia para dar cuenta de ello.

Resulta menester preguntarnos, entonces, qué mundo esperar para el día de mañana, y no sorprendernos de nada. Tal vez la respuesta sea más predecible de lo que creemos. Una segunda guerra fría entre China y Estados Unidos por la hegemonía global, o un sistema multipolar; una Unión Europea empoderada, una América Latina dependiente....

Si Zaratrusta volviera a descender de la montaña como lo hizo en el capítulo "De la visión y el enigma" del libro de Nietzche vale la redundancia, no se sorprendería de nada.

 

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