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Cuesta abajo y sin frenos

Lunes, 03 de agosto de 2020 01:56

Además de la pandemia, que es un problema serio, y de la cuarentena, que es una decisión política que tendrá efectos nocivos para la economía, más allá de cualquier éxito sanitario, la Argentina marcha por una pendiente que se agrava en este contexto.

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Además de la pandemia, que es un problema serio, y de la cuarentena, que es una decisión política que tendrá efectos nocivos para la economía, más allá de cualquier éxito sanitario, la Argentina marcha por una pendiente que se agrava en este contexto.


Considerado un referente del kirchnerismo, el hijo de la vicepresidente, Máximo, tiende a afirmar ese rol criticando a Mauricio Macri. Además, impulsa campañas contra empresas privadas como Vicentin y Edesur, con que queda a las claras que ese influyente grupo (minoritario, pero operativo) tiene otras prioridades antes que la salud pública. 
Los números son insobornables y demuestran que ni Macri ni el kirchnerismo hicieron bien las cosas. Hoy, muchas multinacionales pierden el interés por quedarse en un país que describen “condicionado por la presión sindical y con gobiernos ‘antibusiness’”. La realidad es que cuando estaba Macri, que era “probusiness”, la lluvia de inversiones no llegó.
Alberto Fernández no puede distraerse de la cuestión económica. Simplemente, porque se está destruyendo la riqueza y el trabajo. 
 La consultora Economía & Regiones estima, en su último informe, que “sin reformas pro mercado y libertad, se podría tardar hasta 6 años o más en recuperar el nivel de actividad de diciembre 2019”. Es decir, que si Fernández fuera reelecto en 2023, recién en el último tramo de su segundo mandato podría alcanzar el nivel que heredó de Macri.
 Según la consultora, en mayo, el estimador mensual de actividad económica registró una variación negativa de -20,6% respecto a mayo 2019, acumulando una caída de -13,2% con relación al mismo período de 2019. 
 “El daño en el entramado productivo es muy elevado. La recuperación del nivel de actividad luce muy complicada”. La destrucción del capital que experimenta Argentina hace años es señal de que nuestra economía está en terapia intensiva. 
Mientras la recuperación de mayo contra abril fue del 10%, el nivel de actividad económica de junio 2020 tan sólo mejoró +1,9% con respecto a mayo 2020. Pero crecer sostenidamente año tras año, que es imprescindible para salir de la decadencia, parece una utopía. “De hecho, el PBI no registra dos años seguidos de variaciones positivas desde 2010 y 2011, o sea; hace casi diez años. Argentina destruye capital hace años y en consecuencia, la tasa de variación anual del PBI promedia números negativos desde 2012 a 2020” -dice E&R- “Argentina destruye capital y por ende su capacidad de producción y de generación de riqueza disminuye porque no se invierte ni siquiera lo mínimo y necesario para amortizar el stock de capital y dejarlo constante”.
 Frente a esta encrucijada, no se vislumbra ningún plan de gobierno. Y el presidente dijo que no cree en los planes. Pero lo cierto es que enfrentamos el riesgo de que haya dos planes que se neutralizan en el seno del oficialismo. Y también es cierto que por varias razones, la Argentina es desde hace tiempo un gigante sin rumbo. Por lo pronto, es el único país de Latinoamérica donde la pobreza se ha triplicado en los últimos cuarenta años. En el resto de la región descendió un treinta por ciento.
En ese período, nuestro país fue incapaz de desarrollar una política exterior consistente, lo que se agravó especialmente desde 2001 en adelante. La decisión sobre el rol del Estado, el rol del capital, el perfil productivo y, el comercio exterior es fundamental para definir políticas a largo plazo. Esa decisión está atravesada por el ideologismo y el fuego cruzado entre los pro Estado y los pro mercado, que se califican mutuamente de neoliberales o populistas.
Alberto Fernández cuenta con algunos ministros capaces de zanjar ese dilema. Debería demostrar, hacia adentro y hacia afuera, que se siente con poder político para hacerlo.
Y esto es imprescindible, porque la ambigüedad va a terminar de espantar a los moderados de uno y otro de los extremos de la grieta.
No se trata de política de salón: la dramática descripción de la realidad social que hizo el ministro Miguel Arroyo es el correlato de una serie de medidas de emergencia que suavizan el impacto de la cuarentena pero que son insostenibles. Un ejemplo, el Ingreso Familiar de Emergencia, IFE, cuyo desmanejo se evidenció en Salta. Esa asistencia llega a ocho millones de personas. Según un informe de la Universidad de San Martín, en junio, el Estado garantizó el ingreso a 21 millones de personas (la mitad de los argentinos). El diciembre eran casi dos millones menos.
La Argentina tiene problemas coyunturales y estructurales. Pero no los resuelve porque sigue envuelta en peleas y las decisiones no se toman para garantizar la educación, la salud, el trabajo, la calidad de vida y a libertad, sino para construir poder.
 

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