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Orwell nos lo advirtió

Sabado, 29 de agosto de 2020 00:00

Aun siendo imaginativos, es difícil representarnos un mundo hipotético donde absolutamente todo está controlado y nadie puede eludir esa supervisión forzosa del Estado que sin descanso, observa, manda y castiga despiadadamente.

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Aun siendo imaginativos, es difícil representarnos un mundo hipotético donde absolutamente todo está controlado y nadie puede eludir esa supervisión forzosa del Estado que sin descanso, observa, manda y castiga despiadadamente.

Un mundo donde no se permite reflexionar, ni menos discrepar. Donde la educación y la información son tan perfectamente manipuladas que no solo las acciones sino también el pensamiento están siendo vigilados en forma constante.

Los organismos de control mantienen aprisionados a todos los hombres, que parecen no comprender que se han vuelto autómatas.

Sin embargo, ese microcosmos de paranoia y opresión asfixiante, fue anticipado hace más de 70 años, por un hombre que padeció las penurias de los regímenes totalitarios nazi y comunista.

El sobreviviente

Eric Arthur Blair -conocido como George Orwell, su pseudónimo- había nacido en la India colonial, y luchó contra el imperialismo y las condiciones de vida de los obreros, hasta que huyó de la Guerra Civil española espantado por las atrocidades del estalinismo, y pasó a considerarse un "socialista democrático".

Entonces, escribió sus mejores obras. Primero, "Rebelión en la granja" (1945), un relato metafórico de la corrupción de los ideales marxistas de la revolución rusa. Y luego, la novela distópica "1984" (publicada en 1949), en la cual alerta, como en una profecía, sobre los mecanismos perversos de vigilancia que vislumbra para el futuro, y la forma engañosa e infame de gobernar a humanos como ovejas. El autor avizora, para el año del título, un mundo dividido en tres superpotencias, además de otros territorios donde aquéllas libran sus guerras y los países pasan temporalmente de unas manos a otras.

Oceanía comprende al Reino Unido, Irlanda, toda América, Australia, Nueva Zelanda y el sur de África, y está sumida en un estado de emergencia perpetuo.

Allí, concretamente en la "Franja Aérea 1" transcurre la narración.

La sociedad consta de tres grupos.

Los dirigentes del partido único, que controlan, deciden, mandan, y son privilegiados. Están representados por el líder al que se rinde culto.

Los "miembros externos" conforman la burocracia estatal, y deben ser vigilados estrictamente para asegurar su lealtad, so pena de perder la vida o sufrir apremios. La vaporización implica la muerte, y la desaparición del cuerpo y de todo rastro de su existencia. Por eso, son obligados a participar de "los dos minutos de odio diario" o de manifestaciones masivas, donde vivan al líder e insultan al enemigo. Una propaganda abrumadora y alienante los mantiene desmoralizados. Se requiere fanáticos enfervorizados por la causa, para lo cual deben estar vigilados noche y día por la Policía del Pensamiento, a través del inescrupuloso Gran Hermano (ninguna casualidad, de allí el show televisivo), que se sirve de telepantallas, micrófonos e informantes.

La mayoritaria clase inferior constituye la masa de "proles" (proletarios), trabajadores, pobres, no pensantes, privados de toda posibilidad de ascenso social, pero considerados los menos peligrosos.

¿Solo ciencia ficción?

Los nombres de los ministerios, paradójicamente, se oponen a su verdadera función.

El Ministerio del "Amor" se encarga de las torturas, los demás castigos y la reeducación del desobediente y el indisciplinado. Vela por la ideología partidaria, y según el caso, infunde amor ciego o temor por el omnipresente Big Brother.

El de la "Paz" se ocupa de que la contienda sea permanente, bajo la consigna de que "si hay guerra con otros, el país está en paz consigo mismo".

Por su parte, el Ministerio de la "Abundancia" administra los racionamientos en una economía planificada y de estricta supervivencia.

Y el de la "Verdad" se dedica a acomodar la "realidad" a la versión oficial, para lo cual puede destruir documentos, libros o filmaciones, o tergiversar datos.

Es una sociedad industrial que produce excedentes para mejorar la calidad de vida de los habitantes. Pero dejar que se alimenten bien o que tengan tiempo para meditar supondría un riesgo para el "statu quo". La escritura y la creatividad son perseguidas. Así pues, se producen armas y se inventan guerras de distracción y perpetuas, que nunca se ganan ni se pierden. Los armamentos y proyectiles se destruirán y no darán de comer, pero consumen la riqueza y despejan toda posible prosperidad. Un triunfo aquí eleva la moral del pueblo, y una derrota allá aumenta el temor y la dependencia.

Síntomas muy familiares

Se instala el miedo al enemigo interno (una supuesta "resistencia") y externo, pero no ese terror que paraliza, sino el temor esperanzador de que alguien providencial puede salvarlos. De modo que dependen de su cuidado y protección. Además, debe haber alguien a quien aborrecer, y así como hay un ser que personifica la salvación, el odio irracional se encarna en alguien, porque es más fácil odiar al enemigo que a las ideas en sí mismas. A través del rencor y el miedo, se controla lo profundo de la conciencia de los ciudadanos, para evitar que tengan toda capacidad crítica de reflexión.

Se eliminan palabras del diccionario (“justicia” y “democracia”, entre ellas), a la vez que se crea una neolengua. 

Si la libertad de pensamiento casi no existe, la de expresión está restringida al uso del lenguaje impuesto. Emplear vocablos suprimidos o en un sentido diferente, es castigable. La historia es revisada y reescrita de acuerdo al interés del partido, y tanto ella como la información, pueden ser falseadas, ocultadas o exageradas por conveniencia. Los medios de comunicación están en manos de quienes dirigen, y el contenido de todo lo que se difunde está sujeto a un severo escrutinio. En la novela, claro, hay también un argumento, personajes ficticios, vidas, historias, oficios, y hasta una historia de amor, deseo y traición. 

Ahora, ¿cuánta atención hemos prestado a las advertencias de Orwell? ¿Nos acercamos a una sociedad parecida, al menos en algunos aspectos? Creo que hay suficientes elementos como para sospechar de una aproximación peligrosa. O tal vez peor, de embates totalitarios y ejercicio brutal del poder, como capacidad de hacer sufrir al otro. 

Enumero ciertos indicios: la progresiva -aunque casi imperceptible- pérdida de libertades; las indefinidas facultades extraordinarias por excepción; las imposiciones caprichosas; las “verdades” imaginarias que contradicen la naturaleza y la lógica; la igualación de los desiguales, que no es igualdad ante la ley; la visión sesgada de hechos y acciones por medios estatales y privados; el ridículo lenguaje inclusivo; la intromisión en la privacidad; el monitoreo de cámaras de video públicas y privadas, hasta en los teléfonos móviles; la difusión de movimientos y hábitos de consumo y gastos, procesados y registrados en bases de datos; la imprudente exposición en las redes sociales; el ciberespionaje y las grabaciones telefónicas autorizadas e ilegales; los mensajes de odio y temor al que piensa diferente; o la prohibición por ley de decir lo que es verdad pero puede resultar políticamente incorrecto. 

¿Hacia dónde vamos? ¿Qué diría Orwell? Tal vez que su predicción no es ninguna “Utopía”, que - valga aclararlo - es el título de otro libro, muy conocido, de Tomás Moro, publicado en 1516. 

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