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Campo Santo vivió un Milagro vacío y lleno de nostalgias

Se sintió una enorme tristeza en el patio de los Vidaurre, en Cobos, que cada año albergó a los peregrinos.
Miércoles, 16 de septiembre de 2020 02:42

La pequeña localidad de Cobos, perteneciente al municipio de Campo Santo, se ha transformado en los últimos años en uno de los principales puntos de referencia para todo peregrino que camina hacia Salta con la intención de rendir homenaje a sus patronos, el Señor y la Virgen del Milagro.
Este año ese lugar que todos los 13 de septiembre desbordaba de peregrinos fue un gran páramo, mudo testigo de la difícil situación sanitaria por la que estamos atravesando. 
Allí, con las manos vacías, el matrimonio Vidaurre, una solidaria familia cobeña, solo puede mirar su patio en silencio, rogando a Dios por el fin de la pandemia. 
“Es tan extraño llegar al 13 de septiembre y estar tan solos, otros años esta casa estaba llena de peregrinos, no quedaba un solo lugar sin ocupar. Nosotros terminábamos muy cansados de un trabajo que comienza dos días antes, pero llenos de satisfacción por colaborar con todos ellos. Esta mañana cuando me levanté, me llenó de tristeza ver nuestra casa vacía, es que son 15 años de asistencia a los peregrinos, llegamos a asistir a más de 8.000 personas, desde el 12 hasta el día 14 por la mañana”, comentó Victoria Ramos. 
El patio de los Vidaurre se hizo muy conocido entre los peregrinos, porque allí realizan el último descanso antes de llegar a Salta, la mayoría llega entre el 12 y el 13 de septiembre, para partir en la madrugada del 14. Llegar a Cobos es para el peregrino una inmensa alegría porque sabe que está a solo 40 km de sus santos patronos, queda un último esfuerzo por realizar, esos pocos kilómetros que los separan de la Basílica serán transitados con cánticos llenos de esperanzas.

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La pequeña localidad de Cobos, perteneciente al municipio de Campo Santo, se ha transformado en los últimos años en uno de los principales puntos de referencia para todo peregrino que camina hacia Salta con la intención de rendir homenaje a sus patronos, el Señor y la Virgen del Milagro.
Este año ese lugar que todos los 13 de septiembre desbordaba de peregrinos fue un gran páramo, mudo testigo de la difícil situación sanitaria por la que estamos atravesando. 
Allí, con las manos vacías, el matrimonio Vidaurre, una solidaria familia cobeña, solo puede mirar su patio en silencio, rogando a Dios por el fin de la pandemia. 
“Es tan extraño llegar al 13 de septiembre y estar tan solos, otros años esta casa estaba llena de peregrinos, no quedaba un solo lugar sin ocupar. Nosotros terminábamos muy cansados de un trabajo que comienza dos días antes, pero llenos de satisfacción por colaborar con todos ellos. Esta mañana cuando me levanté, me llenó de tristeza ver nuestra casa vacía, es que son 15 años de asistencia a los peregrinos, llegamos a asistir a más de 8.000 personas, desde el 12 hasta el día 14 por la mañana”, comentó Victoria Ramos. 
El patio de los Vidaurre se hizo muy conocido entre los peregrinos, porque allí realizan el último descanso antes de llegar a Salta, la mayoría llega entre el 12 y el 13 de septiembre, para partir en la madrugada del 14. Llegar a Cobos es para el peregrino una inmensa alegría porque sabe que está a solo 40 km de sus santos patronos, queda un último esfuerzo por realizar, esos pocos kilómetros que los separan de la Basílica serán transitados con cánticos llenos de esperanzas.

  El patio vacío de los Vidaurre, otro año fue una fiesta de solidaridad para los caminantes.

Los Vidaurre comenzaron asistiendo a un pequeño grupo de peregrinos que transitaban por la ruta provincial Nº 9, ese grupo fue creciendo año tras año, pronto el patio de la humilde vivienda comenzó a quedar chico para alojar a tantos peregrinos y tuvieron que sumar a lotes cercanos. Hoy todos los vecinos de Cobos participan ofreciendo sus casas para el armado de las carpas. Es tanta la cantidad de personas que se dificulta el desplazamiento en su interior, la participación de policías de la Provincia, agentes de tránsito y seguridad vial es fundamental para su control. “Nos emociona tanto ver la felicidad con la que llegan a esta casa que cada año doy gracias a Dios por permitirme brindarles esta ayuda, aquí se pueden alimentar, son atendidas sus heridas, se reordenan los grupos, descansan para partir al día siguiente. Solo espero que el otro año podamos volver a recibirlos. Dios sabrá por qué hoy nos pasa esto, en algo debemos cambiar, pero no será para siempre, de eso estoy segura”, finalizó doña Victoria, quien junto a su esposo Eusebio, un reconocido luthier camposanteño, están atrapados al igual que todos en este distanciamiento social y regresaron a sus actividades de rutina.    

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