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“Son demasiados los hogares donde no alcanza ni para comer”

El mensaje del arzobispo de Salta, Mario Cargnello, en el cierre de la Fiesta del Milagro que se transmitió por internet.
Miércoles, 16 de septiembre de 2020 02:42

A las 17 en punto la gran puerta central de la Catedral Basílica se abrió. Allí estaba el Cristo del Milagro, que este año no pudo salir en procesión. Hablándole a la imagen, arrodillado y de espaldas a la plaza vacía, el arzobispo de Salta Mario Cargnello dio su tradicional mensaje, previo al Pacto de Fidelidad, que los devotos renovaron de forma virtual por la pandemia. Se refirió a la pobreza y al “aprovechamiento” de la emergencia sanitaria. 
Por primera vez, se pudo ver y escuchar a un Cargnello muy emocionado que se quebró en varias partes de su homilía. De hecho, cuando inició su discurso se refirió a todo lo que “no pudo ser” como cada 15 de septiembre. Luego también pidió “perdón” por no poder sacar las imágenes. El año pasado, según datos oficiales, participaron de la procesión aproximadamente 800 mil fieles, de los cuales 80 mil eran peregrinos.
En el marco de la situación epidemiológica por la COVID-19 que golpea a la provincia, monseñor se remitió a un mensaje del papa Francisco en el inicio de la pandemia (en marzo) y concluyó: “Hoy experimentamos la verdad de lo afirmado por el Papa. La violencia de la pandemia se hace sentir entre nosotros. La enfermedad se expande, el sistema de salud amenaza colapsar, nuestros trabajadores de la salud y de la seguridad se ven desbordados, algunos agotados. La experiencia de la fragilidad física, espiritual y social es de todos”. 
En efecto, prosiguió, “la experiencia de los límites que son inherentes a nuestra condición humana están a la vista. Los recursos humanos son muy buenos, pero son insuficientes, porque solo son humanos. La ciencia no es omnipotente, la tecnología también tiene sus límites”. Por lo que pidió: “Sálvanos, Señor!”
Más adelante, enumeró en primer lugar la vulnerabilidad física y social. “La salud es un bien que debemos cuidar. Cuidar la vida desde la concepción hasta la muerte. Cuidar a los niños y jóvenes, la calidad de vida para crecer en justicia y equidad, el medio ambiente y a los excluidos y sufrientes de nuestra humanidad”. 
En segundo lugar, se refirió a la vulnerabilidad política e ideológica. “La enfermedad ha superado proyectos partidarios e ideológicos y ha puesto en evidencia sus límites y la mezquindad de segundas intenciones. Qué triste es contemplar el aprovechamiento de la situación para justificar decisiones dudosas en desmedro del bien común! La enfermedad desnuda al ser humano”, dijo. 
Exhortó a la comunidad a “volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo”. En tercer lugar, Cargnello habló de la vulnerabilidad económica. “Las economías han sufrido y continúan sufriendo un deterioro muy grande. Nos estamos empobreciendo. Son muchísimas las familias que ven disminuir su calidad de vida, sus ahorros, sus posibilidades frente al futuro. Son demasiados los hogares a los que no les alcanza ni para comer. Los hombres y las mujeres que enfrentan la posibilidad de perder su trabajo sufren la angustia de un futuro incierto”. 
Añadió que “se impone la necesidad de una solidaridad real y sostenida” porque es “duro ver a los que lucran con la enfermedad, con la necesidad del otro, con el dolor ajeno”.
 

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A las 17 en punto la gran puerta central de la Catedral Basílica se abrió. Allí estaba el Cristo del Milagro, que este año no pudo salir en procesión. Hablándole a la imagen, arrodillado y de espaldas a la plaza vacía, el arzobispo de Salta Mario Cargnello dio su tradicional mensaje, previo al Pacto de Fidelidad, que los devotos renovaron de forma virtual por la pandemia. Se refirió a la pobreza y al “aprovechamiento” de la emergencia sanitaria. 
Por primera vez, se pudo ver y escuchar a un Cargnello muy emocionado que se quebró en varias partes de su homilía. De hecho, cuando inició su discurso se refirió a todo lo que “no pudo ser” como cada 15 de septiembre. Luego también pidió “perdón” por no poder sacar las imágenes. El año pasado, según datos oficiales, participaron de la procesión aproximadamente 800 mil fieles, de los cuales 80 mil eran peregrinos.
En el marco de la situación epidemiológica por la COVID-19 que golpea a la provincia, monseñor se remitió a un mensaje del papa Francisco en el inicio de la pandemia (en marzo) y concluyó: “Hoy experimentamos la verdad de lo afirmado por el Papa. La violencia de la pandemia se hace sentir entre nosotros. La enfermedad se expande, el sistema de salud amenaza colapsar, nuestros trabajadores de la salud y de la seguridad se ven desbordados, algunos agotados. La experiencia de la fragilidad física, espiritual y social es de todos”. 
En efecto, prosiguió, “la experiencia de los límites que son inherentes a nuestra condición humana están a la vista. Los recursos humanos son muy buenos, pero son insuficientes, porque solo son humanos. La ciencia no es omnipotente, la tecnología también tiene sus límites”. Por lo que pidió: “Sálvanos, Señor!”
Más adelante, enumeró en primer lugar la vulnerabilidad física y social. “La salud es un bien que debemos cuidar. Cuidar la vida desde la concepción hasta la muerte. Cuidar a los niños y jóvenes, la calidad de vida para crecer en justicia y equidad, el medio ambiente y a los excluidos y sufrientes de nuestra humanidad”. 
En segundo lugar, se refirió a la vulnerabilidad política e ideológica. “La enfermedad ha superado proyectos partidarios e ideológicos y ha puesto en evidencia sus límites y la mezquindad de segundas intenciones. Qué triste es contemplar el aprovechamiento de la situación para justificar decisiones dudosas en desmedro del bien común! La enfermedad desnuda al ser humano”, dijo. 
Exhortó a la comunidad a “volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo”. En tercer lugar, Cargnello habló de la vulnerabilidad económica. “Las economías han sufrido y continúan sufriendo un deterioro muy grande. Nos estamos empobreciendo. Son muchísimas las familias que ven disminuir su calidad de vida, sus ahorros, sus posibilidades frente al futuro. Son demasiados los hogares a los que no les alcanza ni para comer. Los hombres y las mujeres que enfrentan la posibilidad de perder su trabajo sufren la angustia de un futuro incierto”. 
Añadió que “se impone la necesidad de una solidaridad real y sostenida” porque es “duro ver a los que lucran con la enfermedad, con la necesidad del otro, con el dolor ajeno”.
 

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