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La geopolítica de la región en crisis antes del virus

Jueves, 24 de septiembre de 2020 02:05

Las tradiciones políticas entre países suelen respetarse como un inequívoco mensaje de cordialidad, de balance y respeto.

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Las tradiciones políticas entre países suelen respetarse como un inequívoco mensaje de cordialidad, de balance y respeto.

Por ejemplo, por más que los líderes de Argentina y Brasil no comulguen en casi ningún tema, los dos no buscarán romper con ningún protocolo o formas entre ambos mandatarios.

En Europa, aunque el Reino Unido desande un camino hacia afuera de la Unión Europea después de 40 años, tampoco cambiará su tradición de acercamiento hacia Francia o Alemania.

En Asia, aunque Japón, como poder imperial, cargue con su historia de la Segunda Guerra Mundial, su trato con China se mantiene en términos de acercamiento y respeto mutuo.

En el Este de África, las relaciones entre Kenia y Etiopía aunque tensas por la situación en Somalia, tampoco transcurren sin atender temas conjuntos en la Unión Africana, con su sede en Addis Abeba.

Ahora bien, la normalidad geopolítica prepandemia parece transcurrir hacia un proceso de erosión total y corrosión de las costumbres políticas, los pactos históricos y el balance geopolítico, tan delicado siempre. La pandemia además de cambiar los planes de todo el planeta, es un condimento extra al tumulto de las relaciones internacionales y la geopolítica en Latinoamérica, que afecta a la Argentina, a Salta y rompe con tradiciones de décadas.

La presidencia del BID

El caso de la elección del estadounidense Mauricio Claver-Carone como Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo es un claro ejemplo. Desde 1959, el banco es presidido por una persona de latinoamérica. Romper con esta tradición equivale a alterar el pacto silencioso entre naciones que contempla la presidencia del Fondo Monetario Internacional con una persona de la Unión Europea y el Banco Mundial, alguien de Estados Unidos.

El Banco Interamericano de Desarrollo es una institución estratégica en el armado político y económico en américa latina. Creado en 1959, es un anhelo de las primeras conferencias panamericanas de 1890 pero que tiene un antecedente en los escritos de Juan Bautista Alberdi, quien en 1844 explicaba la necesidad de un banco regional de inversión en obras de infraestructura, la economía mercantil y apartado de los costos regulares de la época en términos militares.

La intención de Alberdi de crear un banco con la intención de generar rentas propias en el continente para fortalecer lazos comerciales, inversiones de infraestructura e intercambios de asistencia técnica sería realidad sólo en 1959 a partir del liderazgo del presidente Juscelino Kubitschek de Brasil.

Kubitschek además de lograr la pacificación de la situación política, social y económica del país, y de mudar la capital a Brasilia, también fue el interlocutor de toda la región ante la Organización de Estados Americanos. Las negociaciones de la capitalización del banco son tan extensas como fascinantes porque develan las características históricas en la relación entre latinoamérica y Estados Unidos, desde la doctrina Monroe a la de Kissinger. Claramente una historia compleja y minada de injusticias.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, a las puertas de la Guerra Fría, Kubitschek logra convencer al presidente Eisenhower sobre el rol social y económico de la banca para latinoamérica.

Los argumentos desarrollistas de Kubitschek (y con eco en Raul Prebisch) no son la razón del apoyo de Estados Unidos. La razón será más bien geopolítica: Eisenhower pensaba en utilizar el Banco Interamericano de Desarrollo como una estrategia de acercamiento táctico a través del capital económico a países que Estados Unidos consideraba en riesgo de caer en la órbita de influencia soviética o en vías de intentar un acercamiento con la revolución cubana.

El tercer mundo debía ser "ganado" por la alianza del atlántico en contra de la "farsa" comunista a través de promesas de inversión. Si bien el Banco Interamericano de Desarrollo es autor de grandes obras de políticas públicas a nivel continental, es también, como toda institución internacional, un instrumento más dentro del abanico de opciones geopolíticas. Las pasadas elecciones a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo muestran dos fenómenos: la clausura de una tradición histórica sobre quien comanda el banco y la relación entre esta ruptura y una nueva amenaza percibida de Estados Unidos sobre su hegemonía en la región.

Me refiero a un espejo entre la situación de 1959 con la influencia y amenaza percibida de la Unión Soviética y la realidad actual de la amenaza que sería la influencia China en la región.

La posición argentina

Para la Argentina, el segundo acreedor del banco con 11% de los votos en la Asamblea de Gobernadores, el desembarco de Mauricio Claver-Carone es casi un episodio traumático y una derrota de la diplomacia nacional.

Argentina proponía para presidir al Banco Interamericano de Desarrollo al actual secretario de Asuntos Estratégicos de la Nación, Gustavo Béliz -un exmiembro del Banco durante su exilio en Washington a causa de su pelea con los servicios de inteligencia que comandaba Jaime Stiusso durante la presidencia de Néstor Kirchner-. Gustavo Bélliz fue el candidato de consenso de Perú, México, Chile, la Unión Europea y algunos países del Caribe. Su figura correspondía con la tradición sobre quién debería presidir el banco. En momentos tensos durante la etapa de candidaturas, el ahora presidente Claver-Carone acusó a la Argentina de no ceder ante la idea de que una persona de Estados Unidos logre el consenso de los gobernadores del banco para acceder al cargo.

La acusación sobre la Argentina corresponde a una maniobra política en la región para vaciar la sesión de elecciones de la asamblea del banco, dejando a Claver-Carone sin quórum. Pero no fue así.

El día antes de la elección virtual, la Argentina retiró la candidatura de Béliz.

Así, quedó allanado el camino para que Mauricio Claver-Carone sea la figura que rompa con la tradición ejecutiva del Banco Interamericano de Desarrollo.

Figura estratégica 

Mauricio Claver-Carone no es un desconocido para la Argentina. Antes de incorporarse como asesor principal sobre latinoamérica para Donald Trump dentro de su Consejo de Seguridad, Claver-Carone fue uno de los responsables de coordinar el surgimiento de Juan Guaido en Venezuela con un intento fallido de intervención en ese país. 
Es también un viejo conocido para la Argentina dentro del Fondo Monetario Internacional. Mauricio Claver-Carone, como representante de Estados Unidos, fue uno de los miembros del directorio que firmó el rescate pedido por el expresidente Mauricio Macri, que hoy la Argentina negocia para aliviar sus finanzas públicas en materia de deuda externa. 
Mauricio Claver-Carone también fue figura dramática en la asunción de Alberto Fernández cuando retiró a toda la comitiva de Estados Unidos al enterarse de la presencia del vicepresidente de Venezuela. Como aliado íntimo del senador Rubio de Florida, Mauricio Claver-Carone es también parte de un sector político que insiste con la intervención militar en Venezuela para derrocar al régimen de Maduro, a contraposición de la postura Argentina. Su figura dentro de una de las instituciones más importantes del continente garantizan nuevos episodios de confrontación con Argentina, México, Chile y otros países que no apoyaron su elección en una abstención masiva durante la reunión. Más allá de la ruptura de la tradición dentro del Banco, la figura de Claver-Carone, con sus intenciones sobre Venezuela, su contraposición con China, y su aliento a la reelección de Donald Trump, vaticina un período sísmico en la geopolítica de la región. La Argentina, por su estatus dentro del banco, tendrá la chance de modelar las decisiones del Directorio Ejecutivo que lidera Claver-Carone. Allí, deberá desplegar toda la diplomacia inteligente para lograr en el Banco Interamericano de Desarrollo un aliado para solucionar el desastre que deje la pandemia en materia de indicadores sociales y reactivación económica. A partir de allí, la Argentina deberá reconstruir el camino durante los 5 años de gestión de Claver-Carone, para lograr que el banco vuelva a estar presidido por una persona latinoamérica. 
* Codirector de Jimenez - Buttazzoni Consultoría
 

 

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