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El despegue argentino exige un proyecto industrial

Domingo, 06 de septiembre de 2020 02:43

La Argentina atraviesa un momento particularmente difícil.

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La Argentina atraviesa un momento particularmente difícil.

La pandemia de COVID-19 que castiga al mundo se hace sentir en nuestro país y agrega obstáculos a un drama histórico: la incapacidad de diseñar un proyecto nacional que nos permita repotenciar nuestros recursos naturales y sobre todo, nuestro capital humano.

La industria salteña ha celebrado su semana y puso de manifiesto su vocación de progreso, su compromiso con la provincia y con el país y, también, su reclamo a los gobiernos por más seguridad jurídica, estabilidad financiera y compromiso concreto con el desarrollo.

Más allá de los problemas sanitarios y de los avatares económicos del mundo, el principal problema que enfrenta la empresa en nuestro país lo plantea la ausencia de políticas de Estado orientadas al desarrollo sustentable y el equilibrio social.

Llevamos una década perdida, hundida en la grieta ideológica, la ausencia de ideas y la mezquindad de los negocios particulares que inoculan la política.

De ese abismo se sale trabajando.

Las exposiciones escuchadas estos días en el encuentro virtual "Hablemos de lo que viene" arrojaron luces alentadoras hacia el futuro, dependientes, por supuesto, de la decisión política.

Las posibilidades están dadas, básicamente, por la existencia de mercados de consumo, con poder adquisitivo creciente y fuerte demanda de alimentos, en China e India, dos países en los que vive un tercio de la humanidad y que figuran entre los más prósperos en los últimos treinta años. Nuestro país cuenta con recursos abundantes y condiciones profesionales como para asegurar exportaciones con valor agregado a través del Océano Pacífico, pero necesita con urgencia una decisión de Estado para celebrar acuerdos con todo el Mercosur, evitar enfrentamientos ideológicos ajenos al interés nacional y establecer acuerdos de largo plazo. No se trata solo de los dos gigantes asiáticos, sino de todo ese continente, incluidos los países de Medio Oriente, cuya vertiginosa evolución económica los presenta como un destino beneficioso para la producción argentina.

El comercio exterior es la clave del desarrollo. Pero eso ocurre cuando un país logra ser competitivo y agrega valor a su producto.

Es utópico pretender calidad de vida si, de los 45 millones de habitantes, más de la mitad son personas cuyos ingresos dependen totalmente del Estado.

Solo una economía diversificada, altamente tecnificada, generadora de valor agregado y regida por los criterios universales de competitividad puede garantizar educación, trabajo, seguro de desempleo y un sistema previsional digno.

Construirla requiere un modelo productivo y una visión institucional del país.

Las empresas funcionan cuando las normas son claras. Un Estado deficitario, con una burocracia obsoleta, una práctica constante del despilfarro, incapaz de crear infraestructura y de garantizar seguridad jurídica, solo puede financiarse expoliando a las empresas con arbitrariedad tributaria. El resultado, necesariamente, es la desinversión, la destrucción de empleo genuino y el atraso tecnológico.

Son muchas las dificultades, pero la experiencia de los países, incluso la del nuestro, dan pie al optimismo. A partir de la sanción de la Constitución nacional de 1853/60, la apertura a la inmigración y el estímulo a la exportación de materia prima estuvieron acompañados por la organización institucional, el vínculo con la comunidad científica del mundo y la creación de la escuela obligatoria, gratuita y laica que asegurara la educación pública de calidad.

Esos logros se alcanzaron luego de treinta años de guerras civiles y con una población pobre y analfabeta. Hoy, a pesar de la decadencia de los últimos 45 años, estamos en condiciones para un nuevo despegue.

Todo depende de la capacidad para acordar reglas de juego con todos los sectores. Y cumplirlas.

Es imprescindible, en esa línea, un cambio de cultura política, con gobernantes y legisladores que se olviden un poco del propio marketing, y respeten y valoren el rol de la empresa, especialmente en esta coyuntura el de la industria; y se comprometan con la inversión, la producción y el empleo.

 

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