¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

18°
26 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

El héroe gaucho será recordado en todos los rincones del país

Comenzó el año del bicentenario de la muerte del general Martín Miguel de Güemes
Domingo, 03 de enero de 2021 00:58

Hace tres días, hemos comenzado a transitar el año del bicentenario de la muerte del general Güemes. Y, aunque la pandemia que azota el mundo paraliza casi toda iniciativa, aquí en Salta hay quienes, con sano optimismo, planifican homenajes y honras por tan significativo aniversario. En eso andan el Instituto Güemesiano y su Academia de Historia. 

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Hace tres días, hemos comenzado a transitar el año del bicentenario de la muerte del general Güemes. Y, aunque la pandemia que azota el mundo paraliza casi toda iniciativa, aquí en Salta hay quienes, con sano optimismo, planifican homenajes y honras por tan significativo aniversario. En eso andan el Instituto Güemesiano y su Academia de Historia. 

Y aunque en el transcurso del primer siglo de la muerte de Güemes no abundan testimonios, hubo seguramente muchos salteños que siempre recordaron ese aciago 17 de junio de 1821. Algunos lo hicieron, quizá, como es costumbre hasta hoy, encendiendo una modesta vela en alguna mesa del rancho para allí echarle una oración al General, traicionado en plena Guerra de la Independencia. Otros, tal vez lo hicieron alrededor de un fogón, donde frente a sus hijos y amigos, contaron emocionados los mil entreveros que sostuvieron junto al jefe asesinado.

Pero también hubo hombres ilustres, intelectuales de aquella y de esta época incluso, que no se rindieron ante la fatalidad y se dieron a la ardua tarea de resucitar a don Martín Güemes de entre papeles, documentos y tradiciones orales. Para ello debieron desmarañar calumnias y mil patrañas. Y lo lograron, pese a que esa tarea aún está inconclusa.

No encontré testimonios de los homenajes rendidos a Güemes cuando se cumplieron los cincuenta años de su muerte. Quizá alguien posea esa documentación, pero en síntesis publicadas sobre los gobiernos de Benjamín Zorrilla y Delfín Leguizamón, gobernantes de Salta en 1871, no figuran. Quizás porque todavía estaban frescas las secuelas del enfrentamiento entre las patrias Vieja y Nueva.

Para el centenario de la muerte de Güemes, las pasiones no se habían disipado y los güemesianos bregaban para que en ese aniversario se inaugurara en Salta el monumento al héroe gaucho, según una ley de 1909. Sin embargo, y pese al empeño que se puso en la empresa, el monumento no se concretó y los salteños debieron contentarse, entre otros actos, con una ceremonia de gala organizada por el Gobierno de la provincia en el desaparecido Teatro Güemes.

El tan ansiado monumento recién se pudo concretar once años después, el 20 de febrero de 1931. Se lo erigió en las afueras de la ciudad, en un alejado faldeo boscoso del cerro San Bernardo. Para entonces, el proyecto había sido desplazado sucesivamente y de adrede, de las plazas 9 de Julio y “Güemes”, frente a la Legislatura. 

Pero algo más ilustra aquella época de pasiones políticas. La inauguración del monumento no se hizo un 17 de Junio, aniversario de la muerte del prócer, sino que, contrariando la lógica de las honras justas, se adelantó en vano cuatro meses, es decir para el 20 de Febrero de 1931, día de la Batalla de Salta. A ese efecto asistió el presidente de facto de la Argentina, general José Félix Uriburu, miembro de una tradicional familia salteña enfrentada con Güemes desde los albores de la Guerra de la Independencia. 

Homenaje del centenario

En 1921 el Gobierno de la provincia organizó los homenajes por el primer centenario de la muerte del general Martín Güemes. El acto central fue en el Teatro Güemes, y en esa velada cívica el gobernador Dr. Joaquín Castellanos pronunció un elocuente discurso que aquí solo podremos reproducir parcialmente por una gentileza del amigo y periodista Néstor Salvador Quintana.

“Desde su montaña sagrada -dice Castellanos- el legislador hebreo entrevió, nada más que una tierra prometida. Más afortunados que él, los fundadores de la libertad americana pudieron divisar desde los Andes tantas tierras promisorias como nacionalidades ocupan el espacio terrestre comprendido entre los polos...

Hoy se renueva esa aclamación de gloria en la apoteosis del héroe de nuestra tierra, que personifica el momento histórico más dramático en los anales del mundo nuevo. Cuando la reacción del poder realista avanzó de victoria en victoria, desde Méjico, Venezuela y Colombia sobre el Alto y Bajo Perú.

Nunca he pronunciado con más orgullo patriótico, para decir hasta donde llegó y donde fue detenida la triunfante invasión de los peninsulares comandada por jefes que se jactaban con justicia de haber vencido a los vencedores de Europa. Y los vencedores, llegaron sin encontrar resistencia hasta Humahuaca.

Humahuaca, en idioma quichua quiere decir “cabeza que llora”. Parece que el destino hubiese querido dejar con esa palabra un simbólico recuerdo de dolor por el perdido señorío, de los que en otros tiempos fue cabeza del imperio más vasto del mundo.

En Humahuaca estaba la vanguardia de las milicias de Jujuy y Salta, milicias que representaron, cerca de una década, las fuerzas vivas que salvaron la independencia de la Nación argentina; Nación argentina que aseguró la independencia de América.

Desde esa quebrada de Humahuaca hacia el Sud, los ejércitos realistas solo avanzaban peleando, y no pasaron de nuestro Valle de Lerma. Aquí se anticipó, en muchos años, la jornada final de Ayacucho. La frontera argentina por el norte, marcada en la geografía por el esfuerzo más glorioso de nuestra historia, corresponde a la línea de avanzada donde se extendió el radio de acción militar de Salta.

Siete ejércitos, cuyos principales jefes pasaban a ser virreyes después de sus derrotas en nuestro territorio fueron detenidos en la provincia. ¿Por quién y cómo?... Por la tierra nativa; por la naturaleza y la raza; por la población urbana y la rural; por la autoridad de los togados universitarios, el verbo de los tribunos populares y las inspiraciones de la cátedra sagrada; pero principalmente, por las influencias de nuestro venerable hogar antiguo.

La tierra esgrimía contra el invasor las cuchillas de sus montañas, las boleadoras, el pial de sus enmarañadas selvas, juntamente con el criollaje bravío agitado por el patriotismo, hasta convertirse en movible cordillera humana bajo la inspiración y el comando de Martín Miguel de Güemes, capitán por derecho natural, con despachos de general expedidos por Dios, y una limpia y honrada foja de servicio, de tal magnitud, que con la firma de la Patria, merece llevar la rúbrica de la humanidad civilizada”.

El caudillo superior

Más adelante en su encendida alocución, Castellanos habla de los dotes personales de Güemes y dice: “Los gobernadores de Salta en la Independencia fueron de la categoría de Chiclana, Rondeau, Arenales, Alvarado, Güemes, Puch y Gorriti. Hasta en los tiempos del despotismo en que el patriciado estaba en la inmigración (exilio), esta provincia no fue humillada nunca por los entreveros demagógicos de la campaña o del suburbio, y menos por dominaciones extrañas. La autonomía de Salta fue respetada por Rosas y Facundo. Salta no tiene en su historia más caudillo que Güemes. Fue el caudillo inmaculado, salvador de la nacionalidad y campeón de la Patria desde la primera hora, en que niño todavía, se hizo soldado, hasta la última de su vida, breve en el tiempo, pero vasta en prodigios de virtud ciudadana. Y esa característica de jefe evolucionado, de caudillo superior, ha quedado como un antecedente y una norma en nuestra provincia.

Esa dualidad estaba en su espíritu, en forma de doctrina y en su corazón, en forma de amor simultáneo a la Nación y a la Provincia. Era en su tiempo, el más salteño de los argentinos, y el más argentino de los salteños.

Fracasado el Congreso de Tucumán en sus propósitos de Asamblea Constituyente, propició la reunión de un nuevo Congreso en Catamarca, para que organizase al país, dándole una Constitución Federativa.

Güemes, a quien la ignorancia de muchos supone que fue un gaucho, jefe de gauchos, como la ignorancia de otros entiende que fue un caudillo localista, era el más nacionalista de los jefes de Estado de entonces. Y cuando los caudillos del Litoral lo invitaron a aliarse con ellos contra Buenos Aires, se negó rotundamente, emitiendo respecto de nuestra ciudad iniciadora de la Revolución de Mayo, palabras justicieras y sensatas de la más conceptuosa previsión política. Fue el primero que en el Norte proclamó y afirmó la solidaridad nacional, como la sentimos hoy los provincianos, que somos buenos hijos de nuestras respectivas provincias, pero reconociendo en Buenos Aires la gloriosa Patria Espiritual de todos los argentinos”.

Militar y estadista

Y más adelante Castellanos afirma: “Como militar, Güemes merece ser estudiado, y lo será seguramente por los técnicos de su arte, como un estratega original, que transformando el viejo sistema conocido de la guerra ecuestre de recursos y sorpresas, lo aplicó con admirable maestría a las condiciones del medio, superiorizando esta táctica. 

Fue también estadista. Sus convicciones de ciudadano, de soldado y de patriota, contienen los principios fundamentales del federalismo argentino, tal como está en nuestra Constitución, afirmando la unión nacional a base del equilibrio de poderes”. 

Y concluye Castellanos: “Creo en la Madre Patria y en su hijo el Pueblo Argentino, que fue concebido en el seno de la virgen naturaleza americana, por obra y gracia del Espíritu Santo de la Libertad, que padeció bajo el poder de los Pilatos, que fue crucificada, descendió a los infiernos de las tribulaciones y la ignorancia; y resucitó para subir a los cielos de la civilización”.

PUBLICIDAD