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Falleció Ángel Torres, exsecretario del gobernador Juan Carlos Romero

PERTENECIÓ AL PERONISMO DESDE SU JUVENTUD Y FUE UN RECONOCIDO ANALISTA Y ESTRATEGA DE CAMPAÑAS. SU DESEMPEÑO ENTRE 1994 y 2007 LO CONVIRTIÓ EN UNA FIGURA RELEVANTE DE LA POLÍTICA SALTEÑA. 
Jueves, 28 de enero de 2021 01:52

Ayer por la tarde falleció Ángel Torres, el histórico secretario de Juan Carlos Romero durante todo su gobierno. Ese rol, que asumió con fuerte compromiso, lo convirtió en figura relevante de la política salteña. Sin embargo, su trayectoria política había tenido proyección nacional antes y la conservó después de ese período. 
Nacido en Buenos Aires, fue un peronista absolutamente fiel al espíritu originario del justicialismo, convencido tanto en la teoría como en la praxis de los valores nacionales y sociales del movimiento fundado por Juan Domingo Perón. Con ese espíritu participó activamente en la corriente del Peronismo Federal y en el Movimiento 8 de octubre.
Con una extensa carrera en el Senado de la Nación llegó a desempeñarse como prosecretario de Coordinación Operativa. La tarea legislativa lo llevó a establecer fuertes vínculos políticos con dirigentes nacionales como Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Miguel Pichetto, con los senadores del Peronismo Federal y con los movimientos que tratan de recuperar al peronismo histórico.
Era un político que vivía para la política, con enorme capacidad de trabajo y, aunque no figuraba en las boletas electorales, se sentía en su medio natural participando de campañas electorales. En ese rol acompañó a Juan Carlos Romero y Adolfo Rodríguez Saá. En 2003 fue jefe de la campaña presidencias de la fórmula Menem- Romero.
Su perfil era el de un artesano de acuerdos políticos en los que hacía valer su seriedad, su firmeza y su espíritu componedor. Estratega, que era una condición que él atribuía a la experiencia política acumulada desde los 16 años, tenía una enorme capacidad para organizar grupos de trabajo, definir objetivos y sostenerlos con un discurso consistente.
Como secretario de Juan Carlos Romero todas esas condiciones personales y políticas lo convirtieron en una pieza clave. Político con mirada nacional -y con numerosos viajes al exterior- logró convertirse en un intérprete afinado del proyecto puesto en marcha en 1995. En realidad su participación había comenzado dos años antes cuando se sumó a la actividad del Foro de Intendentes Justicialistas de Salta.
Al poner el gobierno de Romero en marcha un drástico proceso de cambios acorde con las tendencias nacionales que imponía la reforma del Estado, las privatizaciones y la Convertibilidad, el justicialismo salteño ingresó a una etapa de transformaciones y adecuaciones que no resultó sencilla. Torres se involucró personalmente en la tarea de materializar esas políticas cuyos resultados fueron perceptibles al producirse en Salta un boom turístico, con un despliegue excepcional de obra pública en todo el territorio; la hotelería, los espectáculos deportivos y la remodelación del aeropuerto convirtieron a la provincia en un foco de atención. Al mismo tiempo se movilizó la actividad rural con fuerte crecimiento de la ganadería.
Quienes participaron del gobierno de Romero describen a Torres como el mejor intérprete de su pensamiento y de su proyecto. Aunque se definía orgullosamente como “operador”, exministros y exsecretarios consideran que era quien escuchaba los objetivos, aportaba su mirada y luego se hacía cargo de transmitirlos y movilizar (y acicatear) al gabinete, y poner en práctica decisiones no siempre simpáticas. Además, utilizaba los contactos construidos en cuatro décadas de experiencia política para abrir puertas en la administración nacional y en algunos organismos internacionales.
“Las provincias imponen a los gobiernos el desafío de incrementar sus economías locales en un país pobre. Nosotros nos propusimos hacer viable a la provincia, y creo que lo logramos”, solía evaluar Ángel Torres al hablar de esos doce años de experiencia de gobierno. “Había un proyecto basado en la realidad social, en valores políticos y en las perspectivas de futuro”.
Con ese criterio, Ángel Torres facilitó el acceso a numerosos jóvenes profesionales, quienes asumieron responsabilidades en las decisiones. Y también se hizo cargo de la formación política de esa nueva dirigencia que producía un recambio generacional en Salta. Torres hablaba en “código peronista” pero asumía la necesidad de la actualización, impuesta por la realidad nacional e internacional. Y también por las demandas de los salteños.
Ese protagonismo le ganó amigos y enemigos, como suele ocurrir siempre en la función pública cuando se producen cambios sustanciales.
Luego del gobierno de Romero, Torres mantuvo su vínculo personal con Juan Manuel Urtubey y Fernando Yarade. Además, multiplicó sus actividades tratando de fortalecer al Peronismo Federal y fue un firme colaborador de Miguel Pichetto en su candidatura a vicepresidente acompañando a Mauricio Macri en 2019.
Un rasgo que describe su personalidad y su experiencia política es el de la ductilidad ideológica. Al analizar la situación nacional, regional o provincial, eludía cualquier forma de maniqueísmo y pasaba revista los comportamientos, las circunstancias y las perspectivas. 
Tampoco incurría en el fatalismo, que tiende a ver la realidad como inamovible, pero era un pragmático insobornable en su análisis. 
Y nunca perdía de vista los contextos de cada situación, algo que suele ocurrir entre analistas y políticos. Dueño de un gran sentido del humor, generalmente decía cosas muy serias, aunque riéndose.
En los últimos tiempos Ángel Torres volvió a insistir en la necesidad de un peronismo renovado, en Salta y en todas las provincias, que brinde base de sustentación al desempeño de los gobernadores a nivel nacional; a la cualificación profesional de los gabinetes y al desarrollo de proyectos económicos autónomos, que progresivamente liberan a las administraciones locales de la dependencia agobiante de la coparticipación federal.

 

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Ayer por la tarde falleció Ángel Torres, el histórico secretario de Juan Carlos Romero durante todo su gobierno. Ese rol, que asumió con fuerte compromiso, lo convirtió en figura relevante de la política salteña. Sin embargo, su trayectoria política había tenido proyección nacional antes y la conservó después de ese período. 
Nacido en Buenos Aires, fue un peronista absolutamente fiel al espíritu originario del justicialismo, convencido tanto en la teoría como en la praxis de los valores nacionales y sociales del movimiento fundado por Juan Domingo Perón. Con ese espíritu participó activamente en la corriente del Peronismo Federal y en el Movimiento 8 de octubre.
Con una extensa carrera en el Senado de la Nación llegó a desempeñarse como prosecretario de Coordinación Operativa. La tarea legislativa lo llevó a establecer fuertes vínculos políticos con dirigentes nacionales como Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Miguel Pichetto, con los senadores del Peronismo Federal y con los movimientos que tratan de recuperar al peronismo histórico.
Era un político que vivía para la política, con enorme capacidad de trabajo y, aunque no figuraba en las boletas electorales, se sentía en su medio natural participando de campañas electorales. En ese rol acompañó a Juan Carlos Romero y Adolfo Rodríguez Saá. En 2003 fue jefe de la campaña presidencias de la fórmula Menem- Romero.
Su perfil era el de un artesano de acuerdos políticos en los que hacía valer su seriedad, su firmeza y su espíritu componedor. Estratega, que era una condición que él atribuía a la experiencia política acumulada desde los 16 años, tenía una enorme capacidad para organizar grupos de trabajo, definir objetivos y sostenerlos con un discurso consistente.
Como secretario de Juan Carlos Romero todas esas condiciones personales y políticas lo convirtieron en una pieza clave. Político con mirada nacional -y con numerosos viajes al exterior- logró convertirse en un intérprete afinado del proyecto puesto en marcha en 1995. En realidad su participación había comenzado dos años antes cuando se sumó a la actividad del Foro de Intendentes Justicialistas de Salta.
Al poner el gobierno de Romero en marcha un drástico proceso de cambios acorde con las tendencias nacionales que imponía la reforma del Estado, las privatizaciones y la Convertibilidad, el justicialismo salteño ingresó a una etapa de transformaciones y adecuaciones que no resultó sencilla. Torres se involucró personalmente en la tarea de materializar esas políticas cuyos resultados fueron perceptibles al producirse en Salta un boom turístico, con un despliegue excepcional de obra pública en todo el territorio; la hotelería, los espectáculos deportivos y la remodelación del aeropuerto convirtieron a la provincia en un foco de atención. Al mismo tiempo se movilizó la actividad rural con fuerte crecimiento de la ganadería.
Quienes participaron del gobierno de Romero describen a Torres como el mejor intérprete de su pensamiento y de su proyecto. Aunque se definía orgullosamente como “operador”, exministros y exsecretarios consideran que era quien escuchaba los objetivos, aportaba su mirada y luego se hacía cargo de transmitirlos y movilizar (y acicatear) al gabinete, y poner en práctica decisiones no siempre simpáticas. Además, utilizaba los contactos construidos en cuatro décadas de experiencia política para abrir puertas en la administración nacional y en algunos organismos internacionales.
“Las provincias imponen a los gobiernos el desafío de incrementar sus economías locales en un país pobre. Nosotros nos propusimos hacer viable a la provincia, y creo que lo logramos”, solía evaluar Ángel Torres al hablar de esos doce años de experiencia de gobierno. “Había un proyecto basado en la realidad social, en valores políticos y en las perspectivas de futuro”.
Con ese criterio, Ángel Torres facilitó el acceso a numerosos jóvenes profesionales, quienes asumieron responsabilidades en las decisiones. Y también se hizo cargo de la formación política de esa nueva dirigencia que producía un recambio generacional en Salta. Torres hablaba en “código peronista” pero asumía la necesidad de la actualización, impuesta por la realidad nacional e internacional. Y también por las demandas de los salteños.
Ese protagonismo le ganó amigos y enemigos, como suele ocurrir siempre en la función pública cuando se producen cambios sustanciales.
Luego del gobierno de Romero, Torres mantuvo su vínculo personal con Juan Manuel Urtubey y Fernando Yarade. Además, multiplicó sus actividades tratando de fortalecer al Peronismo Federal y fue un firme colaborador de Miguel Pichetto en su candidatura a vicepresidente acompañando a Mauricio Macri en 2019.
Un rasgo que describe su personalidad y su experiencia política es el de la ductilidad ideológica. Al analizar la situación nacional, regional o provincial, eludía cualquier forma de maniqueísmo y pasaba revista los comportamientos, las circunstancias y las perspectivas. 
Tampoco incurría en el fatalismo, que tiende a ver la realidad como inamovible, pero era un pragmático insobornable en su análisis. 
Y nunca perdía de vista los contextos de cada situación, algo que suele ocurrir entre analistas y políticos. Dueño de un gran sentido del humor, generalmente decía cosas muy serias, aunque riéndose.
En los últimos tiempos Ángel Torres volvió a insistir en la necesidad de un peronismo renovado, en Salta y en todas las provincias, que brinde base de sustentación al desempeño de los gobernadores a nivel nacional; a la cualificación profesional de los gabinetes y al desarrollo de proyectos económicos autónomos, que progresivamente liberan a las administraciones locales de la dependencia agobiante de la coparticipación federal.

 

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