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Un héroe desparejo

Sabado, 16 de octubre de 2021 03:05

Cuenta Félix Infante que durante la Guerra Gaucha solamente en la Quebrada de Humahuaca se libraron ciento veintiséis combates. El número da la magnitud de la lucha y de lo que debieron soportar sus estoicos habitantes entre 1810 y 1821.

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Cuenta Félix Infante que durante la Guerra Gaucha solamente en la Quebrada de Humahuaca se libraron ciento veintiséis combates. El número da la magnitud de la lucha y de lo que debieron soportar sus estoicos habitantes entre 1810 y 1821.

Fue cuando el coronel Manuel Eduardo Arias se convirtió en leyenda. Le decían: "El héroe de Humahuaca" o "El centinela del Zenta". Descendiente extramatrimonial del general Francisco Gabino Arias Rengel, quien fuera propietario de la casa que actualmente se yergue en la peatonal Florida de la ciudad de Salta y de una bella humahuaqueña a la que apodaban la Coya, en aquel tiempo no debe haberle sido nada fácil al futuro guerrero de la independencia sortear obstáculos que por entonces lo colocaban en un sitio de inferioridad. No se sabe a ciencia cierta en qué año, ni dónde nació. Solamente que su padre, hombre acaudalado, murió en la pobreza en 1793. Criado bajo el cariño de su madre, quien lo formó y lo educó, y puesto a la enseñanza de las primeras letras bajo la supervisión del cura párroco de la Quebrada, desde niño Arias demostró su vivacidad e inteligencia, como también su destreza como jinete y su carácter temerario, que lo llevarían a conocer el territorio como nadie.

Como los Arias Rengel tenían una hacienda en Orán, desde niño se acostumbró a cruzar el Abra del Zenta a más cuatro mil metros, trastornarla y descender por San Andrés hacia Orán. Estas prontas vivencias las aplicaría años más tarde en el arte de la guerra. Bernardo Frías dice que tenía figura gallarda, ancho de espaldas, saliente de pecho, de un carácter sociable y por todo punto alegre, amigo de las fiestas y, por lo mismo, justamente querido y popular. Jacinto R. Yaben dice que Arias se incorporó a las filas gauchas el 5 de junio de 1814, poniéndose a las órdenes de Güemes junto a quien consideraba su compadre, Manuel Álvarez Prado, otro valiente gaucho jujeño. Desde el 3 de marzo de 1816 fue designado comandante del cuartel general de Humahuaca y posteriormente le sumó la jefatura militar de Orán. En ambos casos su desempeño ejemplar, por diversas acciones militares, pronto se granjeó el respeto y junto con él la enemistad de dos de los prominentes jefes españoles en la Quebrada: Pedro Antonio Olañeta y Guillermo Marquiegui. Como ambos residían en Jujuy, uno natural de la comarca española de Elgueta pero afincado en Amércia desde los 17 años y el otro perteneciente a una familia con arraigo en San Salvador, de los dos conocía fortalezas y debilidades.

Su momento de gloria llegó con la Tercera Invasión realista, cuando al mando del mariscal José de la Serna los españoles tomaron Humahuaca en la Navidad de 1816. En enero de 1817 Arias había pergeñado una serie de escaramuzas para hostilizar al enemigo. El plan del mariscal De la Serna consistía en atacar en múltiples frentes y que sus tropas avanzaran en forma de abanico. Fue así que envió una columna hacia a Orán al mando de Guillermo Marquiegui.

Este encontró al pueblo desolado y cuando se aprestaba a retirarse recibió innumerables cargas gauchas al mando de Arias, que hicieron que se retirase raudamente. Por tal motivo, Güemes le encomendó que fortaleciese sus posiciones; entonces el indómito gaucho jujeño, siguiendo instrucciones del caudillo salteño, se desplazó por angostos desfiladeros, cruzó, como tantas veces, el Abra de Zenta, desde cuyas alturas se observa a Humahuaca mínima y lejana y desde allí ordenó sitiar el pueblo, a las cinco de la mañana. 
Eran las primeras horas del 1º de marzo de 1817 cuando tres divisiones al mando de Arias, en forma subrepticia para evitar delaciones, pues entre los criollos también había traidores, ordenó el avance para que los realistas no pudieran reaccionar. No obstante, como los soldados del rey eran veteranos de las luchas napoleónicas, habían tomado sus recaudos y se hicieron fuertes en la torre de la iglesia, desde donde irrumpieron a fuego de cañón a discreción. En base a movimientos envolventes Arias logró reducirlos, arrebatarles sus piezas de artillería y ante la amenaza de volar la torre los realistas se entregaron incondicionalmente. Tomó ochenta y seis prisioneros. De la Serna, confundido por la rapidez con la que actuó Arias, envió a Olañeta y Centeno a perseguirlo y ultimarlo. Sin embargo, solamente encontraron desolación, vacío y abandono. Arias y sus gauchos eran como si se hubiesen vuelto una parte del aire. 
Por este triunfo fue distinguido con medalla de oro. El director supremo Juan Martín de Pueyrredón ordenó, además de la distinción a Arias, que los gauchos portasen un brazalete con la inscripción: “La Patria a los vencedores de Humahuaca”. Güemes le escribió a Belgrano manifestándole: el benemérito teniente coronel Manuel Eduardo Arias ha cumplido, como siempre, su deber. Belgrano, por su parte, le envió una misiva a Pueyrredón donde afirma que: cábele a su jefe don Martín de Güemes una parte no pequeña en los copiosos e inaccesibles laureles que se recogieron en esa campaña memorable. 
Ese año de 1817 vale tanto o más que el 20 de febrero de 1813 para la historia patria. 
A pesar de todas esas páginas épicas, en 1819, la Patria Nueva organizó la primera gran conspiración contra Güemes, azuzada en Salta por Facundo de Zuviría, Dámaso Uriburu y Marcos Salomé Zorrilla, más la presteza de Mariano Benítez, quien, como lo haría dos años más tarde, contrató al lugarteniente de Güemes, Vicente Panana, para que lo ultimase. En Jujuy se habían plegado Pablo Soria, Isidoro Alberti y Manuel Eduardo Arias, probablemente inducido por intrigas según las cuales Güemes no le había dado el lugar que le correspondía militarmente por su desempeño en la Guerra Gaucha. Luego de desbaratada la conspiración y conducidos al presidio que funcionaba en el Cabildo de Salta, Güemes les conmutó la pena y los desterró. Arias partió hacia Tucumán y se puso al servicio de Bernabé Aráoz, y entonces combatió contra Güemes. Luego de turbulentos episodios fue asesinado a las diez de la noche del 16 de junio de 1822, camino a Orán. Un año después de la muerte de Güemes.

* Miembro de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas

 

 

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