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¿Qué nos dicen nuestros síntomas?

Martes, 26 de octubre de 2021 01:49

Esta pregunta supone que los síntomas dicen algo y, si es así, tienen relación con un lenguaje. Eso es lo que descubrió Freud en su ardua y constante investigación hace más de un siglo y que Lacan continuó y profundizó.

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Esta pregunta supone que los síntomas dicen algo y, si es así, tienen relación con un lenguaje. Eso es lo que descubrió Freud en su ardua y constante investigación hace más de un siglo y que Lacan continuó y profundizó.

Este lenguaje es el del inconsciente, esto no quiere decir que hay un lenguaje inconsciente sino que este se rige por las mismas leyes que el lenguaje.

El ser humano, que es un ser hablante, para poder satisfacer sus necesidades y deseos necesita de la intermediación de otro, si esto no se da no hay posibilidades de subsistir. Este otro interpreta esas necesidades y deseos, planteándose de entrada una brecha constitutiva que introduce un malestar.

Este malestar ha ido cambiando las formas de presentarse con las épocas, ha utilizado distintas máscaras. No son las mismas presentaciones las de la época freudiana, que las actuales. Esto se debe a que el discurso preponderante se ha modificado, ya no son los grandes relatos históricos con sus ideales, sostenidos por una figura preponderante. Nos encontramos en la actualidad con el discurso de la tecnociencia y el mercado, donde lo prioritario es el consumo de los distintos objetos que produce la tecnología y el mercado ofrece. Paradójicamente los síntomas actuales muestran algo de ese mecanismo propuesto, nada de consumo en las anorexias, exceso en las adicciones.

La proliferación de las pantallas y sus diferentes usos puso en primer plano la imagen y con ella la del cuerpo. Ahí también tenemos desde las selfies que muestran la felicidad permanente y la devolución de una imagen que no es la que algunos sujetos quisieran ver y las distintas estrategias para modificarlo (tatuajes, cortes, introducción de distintos objetos en el cuerpo, etc.).

Cuando un paciente llega al consultorio lo primero que manifiesta es una queja relacionada con un malestar, malestar al que no le encuentra una respuesta que evite o disminuya el sufrimiento que eso le ocasiona. De entrada tenemos sufrimiento y un querer decir que introduce algo de lo enigmático que se transforma en pregunta.

A medida que el paciente habla sobre lo que provocó su consulta y con las intervenciones del analista, va descubriendo que ese síntoma con el que vino tiene un sentido, que el mismo está relacionado con aspectos, escenas, fantasías de su vida, generalmente de su infancia, que de alguna manera se manifiestan, se han desplazado o sustituido en el síntoma actual.

Este mecanismo de constante retorno es el que imposibilita la total desaparición de los síntomas. Lo que constatamos en nuestra práctica es que, al poder poner palabras a ese sufrimiento, algo de este cede, pero no desaparece. Y no lo hace porque esa fue la peculiar manera que cada uno de nosotros encontró para arreglárselas con algo que es constitucional al ser humano que es el choque del lenguaje con el cuerpo y esa brecha que nos queda como de algo perdido para siempre. Es lo que nos permitió funcionar, arreglárnosla con algo que es del orden de lo imposible pero que tiene este aspecto que provoca sufrimiento y malestar.

Una experiencia analítica tiende a posibilitar un mejor arreglo con eso que nos hace sufrir y poder ubicarnos más del lado vivificante de la vida.

* Noemí A. Castro es docente del CID Salta y responsable de la comisión Publicaciones.

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