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“En el planeamiento y el desarrollo urbano, no podemos seguir pensando el hábitat sin la gente” 

Lunes, 01 de noviembre de 2021 01:55

Mañana El Tribuno abrirá una nueva edición de su ciclo multiplataforma “Hablemos de lo que viene: nuestro hábitat” con el arquitecto Marcelo Satulovsky, consultor, docente e investigador en Desarrollo Urbano y Real Estate.
En una entrevista, desde Buenos Aires, el reconocido urbanista entrerriano adelantó algunas de las definiciones sobre las que girará la charla que podrá ser seguida mañana, desde las 18.30, a través de las redes sociales de este diario.

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Mañana El Tribuno abrirá una nueva edición de su ciclo multiplataforma “Hablemos de lo que viene: nuestro hábitat” con el arquitecto Marcelo Satulovsky, consultor, docente e investigador en Desarrollo Urbano y Real Estate.
En una entrevista, desde Buenos Aires, el reconocido urbanista entrerriano adelantó algunas de las definiciones sobre las que girará la charla que podrá ser seguida mañana, desde las 18.30, a través de las redes sociales de este diario.

En Latinoamérica, la región más desigual del mundo, Argentina tiene a más de la mitad de su población por debajo de la línea de pobreza. ¿Qué tipo de política urbanística podría ayudar a achicar el déficit habitacional y a tener en el país ciudades más inclusivas?
El déficit habitacional afecta a una de cada cinco personas en el mundo. Son cerca de 1.500 millones de habitantes, según estimaciones de Naciones Unidas. No se lo puede atender con una medida, un sistema constructivo ni una respuesta única. Debemos rediseñar los instrumentos actuales y ser conscientes de que la problemática exige complementación de actores, sectores, tecnologías, materiales, instrumentos financieros. En todos los puntos vamos a tener una multiplicidad de jugadores aportando, pero debemos poner el problema en el centro y ocuparnos con una mirada amplia, tanto en lo geográfico como en lo temporal, y una acción articulada. 
La ciudad nunca es una isla, sino parte de una región. El urbanismo no juega solo. Es parte de políticas integrales hacia lo urbano y regional. Debe ser entendido en los tiempos y en el contexto de una geografía mucho más amplia. Ante los desafíos del siglo XXI y los ritmos de cambio, no podemos hoy construir el mañana con los manuales de ayer. Tenemos que rediseñar los instrumentos, las herramientas, pero no abandonar el problema porque las herramientas actuales no dan abasto.

Frente a la apremiante realidad del cambio climático, ¿qué modelos aplicados en otras latitudes del mundo podrían replicarse en el país para tener urbes más amigables con el ambiente?
Necesitamos desarrollar nuestras propias soluciones, aprendiendo de las experiencias de otros. Tenemos que explorar, diseñar, porque estamos ante una realidad inédita en el siglo XXI y vamos hacia una aceleración cada vez mayor. Debemos cruzar esas experiencias con las sabidurías antiguas y encontrar nuevos modelos. ¿Por qué hago hincapié en las sabidurías antiguas? Porque hoy, con los agroquímicos, no se logran los rindes que se alcanzaban desde los tiempos de los incas, con sistemas absolutamente sanos, en las terrazas de cultivo que ustedes tenían en Salta, en Jujuy, en el norte.
Una mirada ambiental profunda no concibe lo humano separado de la comunidad y del mundo. Las culturas antiguas eran parte de un todo. No hablaban de ecología, la vivían. Debemos buscar los modelos entre nuestras tradiciones y las experiencias de otros lugares, y capitalizar las tecnologías para avanzar en los procesos del desarrollo con todos en red.

Expansión anárquica, segregación física y social del espacio urbano, congestionamientos vehiculares, enormes sobrecostos en servicios, encarecimiento de la tierra y miles de familias con el sueño del terreno y el techo esfumado. ¿Qué podría hacerse para cambiar estás preocupantes realidades? 
No podemos seguir pensando el hábitat sin la gente. Hemos construido mercados inmobiliarios que eran una realidad virtual, un holograma, porque la gente no estaba. Era un juego de inversores para inversores, pero la gente real no estaba en ningún lado.
La ciudad no es el conjunto de los edificios, el pavimento ni los ladrillos apilados. Es la vida que se da en esos escenarios. Irrumpió la pandemia, nos metieron a todos adentro y la ciudad quedó vacía: era otra, pero lo que había cambiado era la forma de habitarla. Somos los que todos los días le damos vida a la ciudad y esa vida es dinámica, cambiante, caótica.

“Cada día tenemos la capacidad de quebrar tendencias y reinventar”.

 

¿O sea que todos, en mayor o menor medida, somos responsables del desarrollo más o menos armónico de una ciudad o una área metropolitana? 
Ya a comienzos de los años 2000, estudios realizados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a nivel global demostraron que el principal factor de desarrollo de una comunidad, de un país, no tiene que ver con el capital financiero, el capital natural y ni siquiera con su capital humano, sino con el capital social que se concreta con la capacidad de trabajar juntos. Toda acción urbana es política, tiene que ver con la polis, con la idea de la ciudad en sí misma como comunidad.

¿Hasta qué punto todo lo que se hace mal hoy, por falta de adecuada planificación urbana, podría ser corregido a futuro?
Siempre tenemos la posibilidad de transformación. Cada día tenemos la capacidad de quebrar tendencias y de reinventar la ciudad. Sobre esto, el pensador italiano Giulio Carlo Argan decía: “Una tendencia no es destino; un proyecto es destino”. Lo que nos falta desde hace algunas décadas es la capacidad de construir proyectos colectivos, una visión estratégica de ciudad que nos contenga, enriquecida por nuestras diferencias, pero que nos represente y nos marque un rumbo hacia el cual avanzar juntos como comunidad. Comunidad que puede ser una ciudad central más una área metropolitana que incluye varios municipios. Hay que construir en todo caso una visión estratégica conjunta y en función de ella ver cuál es el plan de desarrollo y cuál el modelo territorial para dar escenario a esta nueva utopía.

¿A qué se refiere, concretamente, con lo de una nueva utopía? 
Necesitamos recuperar la capacidad de utopía compartida que tuvieron nuestros abuelos gringos cuando llegaron y comenzaron desde campos vírgenes, en las colonias, a construir regiones enteras. Ellos no compartían un idioma ni una religión, pero hicieron un país entero pensando en sus nietos. Nosotros, que somos esos nietos, ¿qué estamos haciendo? Es cierto que antes los tiempos de los cambios eran más lentos, más tranquilos, y hoy son vertiginosos. Eso nos marca también que el tipo de planificación, de visión que debemos operar, es diferente. No se trata de un modelito para armar sino de un gran rumbo estratégico que definir y sostener en el tiempo. 

Con la pandemia y las medidas de aislamiento social se evidenciaron muchos cambios. ¿Cuáles considera usted que deberían tenerse muy en cuenta para la planificación urbana y de los desarrollos inmobiliarios? 
El impacto fue muy fuerte en los modos de habitar, un verbo que encierra tres dimensiones básicas: tiempo, espacio e identidad. De repente, para algunos el espacio se comprimió a las cuatro paredes de la casa, a la vez que el mundo estallaba a través de las pantallas. Para otros, el aislamiento social se manifestó con toda crudeza en la ausencia de espacio. Estaban obligados a quedarse en casa, pero no la tenían. También les pedían lavado frecuente de manos, pero ni siquiera contaban con una canilla bajo el techo. La ciudad mostró todas sus deficiencias, carencias y ausencias.

¿Y qué ocurrió en la percepción del tiempo? 
Con el tiempo se nos planteó una relación personal diferente. Salimos de una idea de un presente continuo y nos encontramos frente a un nuevo punto de referencia marcado por el antes, el durante y el después de la pandemia.
 En el día a día, la dura experiencia nos inclinó también a un mejor balance de la vida personal y empezamos a hacernos preguntas como ¿tengo que viajar todos los días para ir al centro?, o ¿a qué le dedico mis tiempos?

¿Qué sucedió con respecto a la identidad?
En el cruce de nuestra identidad el impacto fue relevante, porque volvimos a valorar la experiencia de un abrazo y hasta un café tranquilo con gente querida. En medio del aislamiento social se afianzó definitivamente nuestra otra identidad: la digital. Es que mi ser físico, de pronto, había quedado para los más cercanos, mientras que para cantidad de otras cosas, desde las compras hasta el trabajo e incluso la educación, fue mi ser digital el que asumió un rol protagónico.

¿De qué manera están incidiendo todos esos cambios en nuestra forma de vivir y de relacionarnos?
Hay un nuevo habitar en cinco dimensiones. Por un lado tenemos las tres dimensiones espaciales, en las que debemos recuperar su riqueza, la espacialidad, la calidad de la experiencia y de la vida manifestada en los espacios, pero resulta que el sector normalmente es superficial y se maneja por metros cuadrados o por hectáreas. 
A las tres dimensiones espaciales se sumó la de la temporalidad y nos cuestionamos cómo gestionamos los tiempos y cómo viven a través del tiempo los lugares, tanto a nivel doméstico como en un conjunto de edificios, un barrio, una ciudad. También nos preguntamos cómo dar respuestas a un habitar que hoy es a la vez físico y digital, procurando mayor inclusión y equidad en el acceso a la tierra, la vivienda y la urbanidad.

¿Y cómo cree usted que podríamos hacerlo? 
Ante todo, reconociendo las nuevas geografías urbanas que nacen del cruce con la digitalidad y las nuevas formas de habitar. Y en segundo lugar operándolas con la activación de interfases, puntos de encuentro entre lo diferente. No hacen falta demasiadas cosas: basta con estar de acuerdo con ciertos rasgos generales de una partitura que vamos a tocar todos por años. Cada uno puede hacer lo suyo, pero todos entendiendo desde una óptica sistémica, amplia e integral la ciudad región.
En lo urbano, no se trata tanto de hacer o no, sino de saber cómo resolver conflictos y articular proyectos.

¿Qué rol debe asumir el sector público ante los desafíos del urbanismo?
Desde el sector público se deben comprender las nuevas dinámicas urbanas, las nuevas geografías, la realidad compleja de la ciudad región y entender que no se tiene capacidad de hacerlo solo, porque ciudad somos todos: es el Estado, son las entidades intermedias, las universidades, el sector empresario. El rol del sector público está en articular visiones estratégicas a mediano y largo plazo y generar mecanismos para que la innovación acompañe esa evolución de manera continua. 

¿Qué observaciones le merecen las lógicas con las que se expande el área metropolitana de Salta?
Salta, como ocurre en diferentes puntos del país y de Latinoamérica, vive los fenómenos de la metropolización. La ciudad dejó de ser lo que era para transformarse en una especie diferente: una ciudad región que necesariamente debería ser en redes. Esta es la forma urbana de la ciudad del siglo XXI. 

La capital concentra más de un millón de viajes diarios de toda la región y hasta en sus vías rápidas se acentúan los embotellamientos... Hay una respuesta muy tradicional a la sobrecarga vehicular. Algunos proponen ampliar carriles para llegar a las áreas céntricas y otros recomiendan sistemas de tránsito inteligentes con cámaras y semáforos programables, pero en uno y otro caso se parte de un presupuesto errado. ¿Para qué tengo que llegar al centro si hoy vivo la centralidad y participo de las actividades centrales y de las tomas de decisiones a través de una pantalla? Vemos avanzar planteos de Smart City, de ciudad inteligente: sistemas de tránsito inteligente para llegar mejor al centro, en lugar de descentralización y revitalización barrial, visión metropolitana, articulación y cercanía, abordaje sistémico y lógica fluida. Lo “smart”, la tecnología es siempre un cómo, nunca un qué ni para qué. La herramienta más efectiva que nos hemos sabido dar para gestionar la ciudad es política.

¿Cómo se desarrolla una ciudad región en red?
Son las infraestructuras físicas y digitales las que permiten tejer una ciudad región en red, fortalecer dentro de un área metropolitana los núcleos urbanos periféricos, las escalas barriales y microcentralidades de cercanía bien articuladas con interfases.
Lo que nos pasa habitualmente es que miramos la realidad con anteojeras. En los años noventa Curitiba, en Brasil, pasó a ser una ciudad modelo de la Unesco en cuanto al diseño y la gestión urbana, porque 20 años antes una comunidad había decidido que fuera eso. Se trabajó en educación, sobre los modelos de producción, el reciclado de residuos, los servicios y la formación de cultura en base a una política de Estado con lineamientos que diferentes gestiones de gobierno sostuvieron a lo largo del tiempo. 
 
En Rosario, Santa Fe, usted orientó al grupo inmobiliario Roma en un novedoso proyecto de comunidad evolutiva que despertó interés en otras ciudades y países. ¿Qué los motivó a articular en esa iniciativa de completamiento urbano conceptos de viviendas colaborativas, sustentabilidad y hasta criptoeconomía?
Teníamos la inquietud de ir un poco más allá y replantear paradigmas. Mucha gente podrá decir que al tema de la vivienda no lo podremos resolver mientras el país no tenga una macroeconomía estable, pero lo cierto es que hoy tenemos programas de viviendas en todo el mundo, en países con economías más o menos estables. Evidentemente algo no estamos haciendo bien. Los mecanismos actuales no están pudiendo dar todas las respuestas. Hay que abrir miradas, ver las buenas experiencias que muestran diferentes países con proyectos de cohousing que pueden complementarse, como en el caso de Rosario, con nuevas formas de ahorro que pueden hacer mucho más accesible un terreno para cualquier familia. 
 

Antecedentes profesionales y académicos

Marcelo Satulovsky fue consultor para programas del Banco Mundial y asesor de distintos gobiernos. Participó en programas y proyectos para el BID, la Unesco y la OEA, e integró equipos de consultoría o diseño urbano para algunos de los mayores emprendimientos argentinos. Asesora a grupos, empresas e instituciones ligadas al desarrollo urbano regional y la actividad inmobiliaria. Participó como especialista en equipos de consultores internacionales para el reordenamiento urbano ambiental de Punta del Este y Plan Estratégico Mar del Plata. Coordinó el proyecto EcoDistrito Ribera Oeste en Paraná (Entre Ríos). Fue director de Investigaciones de la Cámara Inmobiliaria Argentina. Es profesor de la Universidad Tecnológica Nacional y docente invitado en programas y posgrados de la UBA, la UCA y la Universidad de Palermo. Es autor de “ConTextos, otra mirada a la gestión urbana-inmobiliaria” y disertante nacional e internacional.


 

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