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Diez años de añoranzas por la ausencia del padre "Chifri"

Hoy, en un acto de memoria y homenaje en la plazoleta del Parque Evita, a las 18 horas, Chifri será recordado a 10 años de su desaparición física.
Martes, 23 de noviembre de 2021 01:54

Creó prosperidad.

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Creó prosperidad.

Afirmó la identidad.

Evitó el desarraigo.

De Chifri se puede decir todo lo bueno. Fue un iluminado, un visionario. Tenía a la cruz de Cristo como timón, bandera y espada para concretar las más filantrópicas ambiciones que un hombre sea capaz. Entre él y la vida, la muerte levantó un doloroso cerco el 23 de noviembre de 2011.

Chifri contagió solidaridad y cosechó voluntades que se abrazaron a todas sus iniciativas misioneras. Cumplió un ilimitado plan de oportunidades para los olvidados de siempre: los solitarios habitantes de los cerros. El Mollar, El Gólgota, Gobernador Solá, El Alfarcito, Santa Rosa, Las Cuevas, Pascha, Potrero de Uriburu, San Bernardo de las Zorras, El Rosal, Potrero de Chañi, Finca El Toro, Palomar, El Cruce, El Manzano, Cerro Negro del Tirao, Cerro Negro de Tejada y Las Mesadas aún lloran por sus senderos y quebradas al hombre, al ángel, que los rescató de la indiferencia.

Chifri fue una aurora, un despertar de la conciencia sobre la existencia de los otros, esos a quienes no vemos y, por lo mismo, creemos que no existen. Desde 1999 vivió por ellos.

Unió en red a las 25 localidades aisladas unas de otras, con vecinos dispersos a más de 6 horas a pie o a lomo de mula, que soportan condiciones climáticas hostiles y por ello tienen la necesidad de emigrar para conseguir el sustento. Pudo ver el corazón de los hijos de los cerros y entendió el ferviente deseo que tenían de preservar su cultura y modo de vida. Chifri quiso acompañarlos y su misión fue, desde entonces, luchar para que no precisen emigrar, sino que encuentren en su tierra los medios para desarrollar una buena vida.

En 2005 sufrió un accidente que lo dejó en silla de ruedas y dio como fruto su libro "Después del abismo. Reencontrar, recoger, recomponer". Su dificultoso caminar le recordaba a cada paso esa tragedia que hizo mella en su cuerpo pero nunca en su espíritu. En Chifri, lo que aparentaba ser débil y vacilante era lo más fuerte y decidido. Un hombre de profunda fe que confió en el mandato cristiano: "Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Corintios 12:9).

  Aun sin poder caminar, le gustaba explorar la quebrada en su cuatriciclo.

Con grandes obras en los cerros y un amor franco al extremo, Chifri llegó a ser reconocido y postulado para el premio Abanderados de la Argentina Solidaria 2010. Entre mil postulantes quedó entre los doce finalistas y ganó.

El Alfarcito, en el corazón de la Quebrada del Toro, equidistante a las 18 escuelas y a las 25 comunidades de los cerros de Rosario de Lerma, fue el lugar que eligió para edificar oportunidades con el colegio secundario y el centro de artesanos, y también para vivir.

Tal vez porque ahí uno se imagina la regla perfecta de la naturaleza en la composición de árboles, cerros y valles.

Tal vez porque en El Alfarcito el silencio es el alma de un paisaje a veces adverso, cuando el frío castiga el cuerpo como una daga, y otras veces amigable, cuando el sol entibia el viento de todas las horas. Tal vez porque en El Alfarcito el cielo azul parece al alcance de la mano.

 

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