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Sin plan y sin armonía interna, habrá que seguir esperando otro "viento de cola"

El escenario económico y social del país obliga a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.Por una parte de la deuda, para asegurar que el país, poco a poco, pueda acceder al financiamiento genuino.
Domingo, 12 de diciembre de 2021 00:00

"Un poco labrador, del cielo aguarda/ Y al cielo teme, alguna vez suspira/ Pensando en su olivar, al cielo mira/ Con ojo inquieto si la lluvia tarda". Esta estrofa fue escrita por Antonio Machado en las primeras décadas del siglo XX; forma parte del poema "Del pasado efímero", musicalizado por Joan Manuel Serrat, quien lo popularizó en nuestro país. Habla de un jugador empedernido, que dilapidó tres herencias y que, en la poesía, encarna a la España que va saliendo de las Guerras Carlistas, se encamina hacia la Segunda República, hacia Guerra Civil y, finalmente, el franquismo. El juego de azar, la predisposición a dilapidar lo que se tiene y la esperanza puesta en un golpe de suerte parecen mostrar las tendencias dominantes de la Argentina de los últimos veinte años. Esa molicie para buscar soluciones productivas que exhibe ese fracasado, el "hombre del casino provinciano" pareció reflejarse en los discursos del viernes pasado en Plaza Mayo, donde el presidente y la vice volvieron a mostrar diferencias y solo coincidieron en criticar a la oposición y en poner al país como víctima del Fondo Monetario Internacional (organismo con el que deberán buscar algún acuerdo). Quienes gobernaron el 75% del tiempo en las últimas dos décadas no se dan por enterados de la catástrofe social que refleja el Indec y parecen insinuar que solo la magia o la brujería explican el fracaso social.

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"Un poco labrador, del cielo aguarda/ Y al cielo teme, alguna vez suspira/ Pensando en su olivar, al cielo mira/ Con ojo inquieto si la lluvia tarda". Esta estrofa fue escrita por Antonio Machado en las primeras décadas del siglo XX; forma parte del poema "Del pasado efímero", musicalizado por Joan Manuel Serrat, quien lo popularizó en nuestro país. Habla de un jugador empedernido, que dilapidó tres herencias y que, en la poesía, encarna a la España que va saliendo de las Guerras Carlistas, se encamina hacia la Segunda República, hacia Guerra Civil y, finalmente, el franquismo. El juego de azar, la predisposición a dilapidar lo que se tiene y la esperanza puesta en un golpe de suerte parecen mostrar las tendencias dominantes de la Argentina de los últimos veinte años. Esa molicie para buscar soluciones productivas que exhibe ese fracasado, el "hombre del casino provinciano" pareció reflejarse en los discursos del viernes pasado en Plaza Mayo, donde el presidente y la vice volvieron a mostrar diferencias y solo coincidieron en criticar a la oposición y en poner al país como víctima del Fondo Monetario Internacional (organismo con el que deberán buscar algún acuerdo). Quienes gobernaron el 75% del tiempo en las últimas dos décadas no se dan por enterados de la catástrofe social que refleja el Indec y parecen insinuar que solo la magia o la brujería explican el fracaso social.

El Teorema de Palomeque

En abril, en un artículo publicado en Agrositio, el docente en Agronegocios Diego Palomeque, interpretó la crisis nacional con tres citas literarias.

La primera, de Jorge Luis Borges: "Argentina es un país que tiene todo su pasado por delante". La segunda de Gilbert Chesterton: "Una persona es libre de hacer cualquier cosa, excepto de evitar las consecuencias". Y también recordó al sacerdote y escritor Leonardo Castellani: "Quien no anda en la verdad hacia la ruina camina. La primera medicina es saber la enfermedad". Probablemente haya asociado ese artículo como una profecía de lo que ocurriría ocho meses más tarde, en la Plaza, en el espectáculo de la dupla presidencial. Pero su análisis de fondo se refería a los eslabones de la cadena de nuestra crisis económica:

* El déficit fiscal, generado por el gasto público destinado a "constructor de poder" o fuente de "contención social". Los déficits anuales se financian con deuda, hasta que las fuentes de financiamiento se cortan.

* La emisión monetaria para financiar el déficit sin achicar el gasto.

* La aceleración inflacionaria: si aumenta el dinero circulante sin crecimiento proporcional del PBI no hay Pases, Leliq ni alquimias autoritarias que frenen la suba generalizada de precios. Eso lo sabe el contador Roberto Feletti, porque él ya estuvo cuando las bravuconadas de Guillermo Moreno fracasaron y tuvieron que dibujar el INDEC.

* Y finalmente la devaluación. Se corta la cadena. "Este es el Fin de Fiesta. Se apaga la música, se van los invitados, hay que parar el desaguisado. El mercado siempre adelanta los acontecimientos, con lo cual bastante antes que se verifique ésto en la realidad el evento estará "descontado" por el mercado. Y los veremos en brecha y en tasa implícita de devaluación", explicaba Palomeque.

 

Escenarios hipotéticos

La consultora cordobesa Idesa, más afecta a los números que a la literatura, describe tres escenarios económicos (y, sobre todo, políticos) que parecen posibles, ninguno para descorchar espumante:

* El más pesimista: “profundización del modelo populista”. Alto déficit fiscal, financiado vía emisión monetaria; atraso del dólar oficial y tarifas; más regulaciones y controles de precios. “Ante semejante nivel de inconsistencia macroeconómica el final es fácil de predecir; más deterioro social por mayor inflación, menor producción y destrucción de empleos.

* El segundo escenario: “continúa la mediocridad”. “Firma de un acuerdo con el FMI para diferir vencimientos y moderar el riesgo país, y que finalmente comience a revertirse el atraso tarifario”.
Devaluación administrada y cierta austeridad en el manejo del gasto público “apostando a que con una inflación de no menos del 50% se licuen los excesos fiscales”.
El desempeño de la economía, dependerá de si el contexto internacional sigue siendo favorable (“mirando al cielo à si la lluvia tarda”). La posibilidad es recuperar levemente los niveles de producción y de empleo anteriores a la crisis iniciada en el 2018. La situación social se sigue degradando, sin embargo, con un escenario más controlado.

* El tercer escenario, “salir de la decadencia”. Asumir que se atraviesa un punto de inflexión y toma de conciencia de que se llegó a un punto crítico de decadencia. Idesa propone casi un milagro de Navidad: “La dirigencia política debería comprender que se necesita una nueva organización del sector público. Dicho de manera simplificada se debe abordar el desafío de rediseñar el Estado para que de ser una pesada carga para la sociedad pase a ser un agente promotor de progreso.
Para cumplir con esta premisa se necesita un ordenamiento integral del Estado”.

 

Las traumáticas negociaciones con el Fondo Monetario

 


Aunque Cristina Fernández haya dicho el viernes que el FMI “les volteó dos gobiernos” a los radicales, y Alberto la haya calmado diciendo que “si me sueltan la mano voy a tener el apoyo de todos los argentinos”, el enigmático ministro Martín Guzmán debe seguir negociando con el organismo. Confía en que ningún miembro del directorio haya pensado que esos discursos son para tomarse demasiado en serio. Tampoco la diatriba del presidente en su diálogo con Joe Biden, el mismo viernes, defendiendo tácitamente a Venezuela y a Nicaragua, y atacando explícitamente a la OEA.
El board (directorio) ya está escaldado, después de que los economistas del Instituto Patria lo amenazan con un juicio por prestarle dólares al país cuando había fuga de divisas. Incluso, Cristina propuso que el FMI vaya a cobrarles a los argentinos que tiene sus ahorros en los paraísos fiscales. Claro, la fuga de capitales en el país es endémica y se potenció durante el gobierno de Cristina Fernández. Y en los últimos 24 meses, el gobierno liquidó las reservas disponibles que sí le había dejado Mauricio Macri. Se estima que, fuera del sistema, en el exterior o en las cajas de los bancos, los ahorros argentinos en dólares equivalen a un PBI. Y se van porque no saben en qué momento alguien se levanta entusiasmado y logra que el Congreso les invente un nuevo impuesto.
En un país donde no hay seguridad, nadie invierte sus ahorros. Por eso es el comercio exterior del país se basa en exportación de commodities, productos agroindustriales y combustibles y en la importación de productos industrializados y bienes de capital.
Con el Fondo Monetario Internacional habrá que llegar a un acuerdo lo antes posible. El país no puede caer otra vez en default, porque la deuda no se limita a los US$45 mil millones que consiguió Macri, sino que abarca el endeudamiento del Tesoro con el Banco Central, y compromete a las necesidades de financiamiento público y privado sin los cuales ningún desarrollo es posible.
Las exigencias del FMI son previsibles, porque coinciden con el sentido común: un plan económico (que no tenemos) que contenga medidas para bajar la inflación y el déficit y que limite la emisión monetaria. Ese plan económico necesita un amplio apoyo. Es decir, el apoyo del oficialismo y la oposición. Por lo que se ve hasta ahora, la mitad del oficialismo ya está en contra y la oposición, a la que no dejan de insultar en cada circunstancia que se les presenta, difícilmente quiera hacerse cargo del costo político que supone ordenar la economía. El Fondo ya advirtió que esta política debe estar ‘respaldada por políticas para acumular reservas internacionales, incluyendo en ello la promoción de la inversión extranjera directa y las exportaciones”.
 

Con brisas de cola

El Instituto Argentino de Análisis Fiscal informó que en este bienio “Argentina prácticamente mantuvo su saldo de balanza comercial de enero-agosto de 2020 y 2021. De US$11.241 millones bajó a solamente US$10.649 millones. Mientras las exportaciones crecieron un 35%, las importaciones lo hicieron un 53%”. Ese equilibrio se debió a que los precios internacionales de nuestra producción primaria y agroindustrial subieron y lo que exportamos de mantuvo. La diferencia equivale a US$5.606 millones a favor nuestro. Un detalle crucial: En las exportaciones (entre enero y agosto de este año), según el estudio, el 76% del aumento se explica por la suba de los precios internacionales. Por su parte, en las importaciones ocurrió el efecto inverso: el 75% del incremento se justifica por el volumen de unidades ingresadas. Esta vez, los precios ayudaron, pero los expertos consideran que la Argentina está lejos de protagonizar un boom exportador, pero que al menos conservaría un superávit prendido con alfileres. El precio de la soja aportó unos US$11.000 millones extra. Pero los caprichosos cepos a la exportación de carnes (Un desbarranque económico en el túnel del tiempo impulsado por los jóvenes economistas de La Cámpora) erosionan la credibilidad del país.
 


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