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Güemes, soldado y estadista de la Nación

La obra de Atilio Cornejo demuestra que la guerra de recursos fue una estrategia militar, defensiva, encolumnada a la campaña libertadora del general San Martín y que el héroe gaucho defendía a raja cincha la unidad nacional.
Sabado, 04 de diciembre de 2021 20:57

La Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, en la sesión privada del pasado 10 de noviembre, rindió homenaje al general don Martín Miguel de Güemes con motivo del bicentenario de su muerte. Juzgué pertinente recordar ciertos rasgos de la personalidad del héroe a partir de los estudios realizados por el primer salteño en integrar esa institución, el eminente jurista e historiador -también miembro de la Academia Nacional de la Historia-, Atilio Cornejo. 

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La Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, en la sesión privada del pasado 10 de noviembre, rindió homenaje al general don Martín Miguel de Güemes con motivo del bicentenario de su muerte. Juzgué pertinente recordar ciertos rasgos de la personalidad del héroe a partir de los estudios realizados por el primer salteño en integrar esa institución, el eminente jurista e historiador -también miembro de la Academia Nacional de la Historia-, Atilio Cornejo. 

Y esa pertinencia se justifica aún más porque a lo largo de su extensa trayectoria y prolífica producción científica, uno de sus objetivos centrales fue el dar a conocer la trascendencia de la obra de Güemes para la independencia nacional y, en ese trance, liberarlo de ciertas interpretaciones descontextualizadas (y hasta incorrectas) acerca de su compleja peripecia. De ahí que si hoy ya no se discute su reconocimiento como héroe nacional (instituido por ley 26.125 en 2006), no es inapropiado concluir que en ello mucho tienen que ver los desvelos de quien luego donara a la provincia de Salta su invalorable biblioteca personal.

Dicho esfuerzo se aprecia en el prólogo de su Historia de Güemes, de 1945, reeditada por la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes con motivo del sesquicentenario de la muerte del general, en 1971: “Difícil tarea la de perpetuar las hazañas de Güemes quien, en tan corta vida y en un estrecho escenario, pudo realizar obra tan grande y de proyecciones nacionales”. Antes y después de este trabajo Atilio Cornejo dedicó muchos de sus afanes a esta empresa que incluye la creación por decreto provincial 5.042 de 1972, del Instituto Güemesiano al que presidió durante varios períodos y cuyo Boletín contribuyó en ese propósito. 

En lo que sigue, sirviéndome de esas investigaciones, resaltaré tres notas de la personalidad de Güemes: su preocupación por disponer de un ejército profesional; su anhelo por mantener la integridad territorial y su respecto por la ley.

Celo militar 

El primer tópico procura neutralizar la asociación del general José María Paz, continuada por Bartolomé Mitre (bien que luego matizadas), de Güemes como un “caudillo demagogo” dirigiendo a gauchos indisciplinados. 

Cornejo reacciona: el general no fue un “simple comandante de milicias pues empezó a actuar como cadete de un regimiento organizado” estando “siempre al lado de jefes superiores (...) siendo sus galones adquiridos uno a uno por resolución del gobierno central. Tampoco llegó a actuar en la guerra civil, pues murió en 1821 herido por balas realistas, y sus campañas se dirigieron siempre contra el ejército español”. Y a ese respecto, su preocupación por munirse de cuadros profesionales se advierte del diálogo con el capitán inglés J. Anthony King, en 1820 a quien le ofrece integrarse a su tropa.

Este, en sus memorias, relata que Güemes le manifiesta “tengo ahora a mi servicio un valiente oficial francés, quien ha servido con Napoleón Bonaparte” [se refiere a Jorge Enrique Vidt] (...) y he arreglado para que, si usted así lo desea, tome una compañía a su mando. ¿Qué me dice usted?”. El capitán declinó la oferta por “haber dado su palabra de honor al servicio del Alto Perú”. Cornejo glosa: “De dicho diálogo encontramos no solamente un gran carácter, sino también (...) su preocupación por la organización técnica de su Ejército, al contratar oficiales extranjeros, (...) lo que destruye los conceptos que hacen aparecer a Güemes como un personaje entregado a su propia voluntad y capricho, y ajeno a toda visión superior”. A su vez, respecto de la consideración del fenómeno de los gauchos, nuestro historiador cita el testimonio del general español García Camba: “Güemes era tenido por eximio gaucho, es decir, gran jinete”, caracterizando a aquellos como “individualmente valientes, tan diestros a caballo que igualan, sino exceden, a los célebres mamelucos y los famosos cosacos”. Se trataba, añade, de hombres “del campo, bien montados y armados todos a machete o sable, fusil o rifle (...) acercándose a las tropas con tal confianza (...) que admiraban a los militares europeos...”.

Como anticipé, los juicios de Paz y Mitre no son lineales. El primero reconoce en Güemes “al patriota sincero y decidido por la independencia (...) El despreció las seductoras ofertas de los generales realistas [Cornejo alude a una de Olañeta, enérgicamente rechazada por el general], hizo una guerra porfiada y al fin tuvo la gloria de morir por la causa de su elección que era la de la América entera”. Y el segundo expresa que “su gloria consiste en que jamás desesperó de la suerte de la revolución; que en los más tristes días (...) el combatía solo al frente de sus valientes gauchos en la frontera, paralizando las operaciones de ejércitos poderosos...”.

La integridad nacional 

En relación con este tema, es de interés mencionar que Mitre, en sus Estudios históricos sobre la revolución argentina incorpora las categóricas reflexiones de Dalmacio Vélez Sársfield, para quien Güemes “fue el salvador de la Patria y la única esperanza de los pueblos, después de perdido nuestro ejército en las inmediaciones de Cochabamba”. Y, en idéntico sentido, Vicente Fidel López manifiesta: “He aquí la gloriosa campaña de Salta. Si sus prestigios no igualan a los de la campaña de Chile ella tiene un mérito grande” pues “ninguna otra en las guerras de Sud América puede rivalizar con ella con éxito ni como campaña defensiva, estratégicamente hablando”.

Hacia un estado constitucional 

El señalado prejuicio acerca de la organización militar se extiende al ámbito legal e institucional. El siempre notable Sarmiento, en su Facundo dice que éste hizo “lo que habían intentado Güemes y Aráoz en el Norte: destruir todo derecho para hacer valer el suyo propio”. 

Por el contrario, el resguardo de la institucionalidad es enfatizado por Atilio Cornejo de múltiples modos. Destaco tres datos.

El primero es su asunción como gobernador, el 6/5/15, consecuencia de la reunión del Cabildo local y para nuestro autor “contrariamente a lo que algunos suponen, no se trataba de ninguna usurpación sino de un acto de carácter democrático y legal”, añadiendo que “nada significaba que el nombramiento de gobernadores de provincia emanase de la primera autoridad nacional residente en Buenos Aires, pues 1) la elección se hizo con carácter provisorio; 2) el gobernador provisorio no fue nombrado por autoridad nacional, sino por Rondeau, jefe del Ejército; 3) la autoridad nacional no existía, pues Alvear fue depuesto el 10 de abril de 1815...”.

Lo segundo se advierte en la calidad moral; cívica y jurídica de sus asesores. Destaco al “Dr. Manuel Antonio de Castro, fundador de la Academia de Jurisprudencia de Buenos Aires”, antecedente de la Universidad de Buenos Aires, a quien Güemes lo distinguía como “amadísimo Maestro y amigo” y en cuya memoria la Cámara Federal de Apelaciones de Salta, por Acordada 18 de 2011, instituyó con su nombre a la biblioteca del tribunal. Además, añade Cornejo, “fueron sus asesores abogados distinguidos” como los Drs. Pedro Antonio Arias Velázquez; Mariano Boedo; Francisco Claudio Castro y José Ignacio de Gorriti, a los que cabe añadir los “emigrados altoperuanos: el Dr. Juan de la Cruz Monge y Ortega, uno de los cabecillas revolucionarios de La Paz en 1809”.

Lo tercero es su preocupación por la organización jurídico constitucional del país. Por de pronto, es de interés apuntar el dictado de la Constitución provincial, obra de Facundo de Zuviría, sancionada el 9 de agosto de 1821. No se le escapa a Cornejo que Zuviría estaba enemistado con Güemes pero en una misiva de su hijo Julio a Mitre, del 1 de septiembre de 1854, le manifiesta que su padre “le dará la biografía de Güemes” pues “este personaje y sus hechos (...) no son muy conocidos”, creyéndose “exclusivo para darlos pues ya no existe otra persona capaz de hacerlo con exactitud e imparcialidad histórica”, pero que “por desgracia, su traída al Litoral le ha privado de prestar éste y otros útiles servicios a su patria”. Cornejo y ciertamente todos- lamentamos que ese deseo no se hubiera refrendado pues, entre otras cosas, bien pudo haber develado la influencia o el interés de Güemes en el mentado texto constitucional de la provincia.

Asimismo, su celo por la vertebración institucional de la naciente República es clara. Menciono, de un lado, que cuando se hizo preciso trasladar el Congreso General en Tucumán a fines de 1816, Güemes no puso obstáculo siendo “elocuente” su oficio al director supremo: “No hay recelo de que por parte de esta Provincia se haga la menor novedad, pues impuesto Yo de que así lo exigen las circunstancias, y el bien de la Patria, lo haré entender a (...) todos los ciudadanos”. Y, de otro, la convocatoria de la Sala Capitular el 5 de julio de 2020, a instancias de Güemes, a un Congreso general en Catamarca “en consideración a (...) que no anima otro espíritu al guerrero Pueblo de Salta, que el de tomar una parte activa en la salvación de la Patria: después que se ha visto frustrada la formación del Congreso en Córdoba y Santa Fe, y de que ha dado notorias pruebas del orden que la distinguió, concurriendo con sus diputados cuantas veces se le han pedido para la anhelada instalación de una autoridad central. Ella es en el todo de su aspiración en obsequio de la causa pública”.

Cierre 

Acaso una reflexión de Ricardo Rojas subsuma un pertinente reconocimiento a las dos figuras aquí glosadas: “Los documentos existentes en el Archivo de Jujuy -refiere el primero- muestran a Güemes como un (...) guerrero previsor, caudillo hábil, patriota laborioso, gobernante en ocasiones autoritario por necesidad pero no pocas veces persuasivo y conciliador (...) ninguno justifica las injurias que los enemigos contemporáneos le dirigieron....” por lo que sería “conveniente de que tal como yo he recogido esa cosecha (...) se realice idéntico trabajo en el de Salta y en otros de Buenos Aires a fin de formar y editar un corpus güemesiano completo, con todos los papeles que el discutido prócer dejó con su firma o que a él se refieren”. 

Atilio Cornejo recogió el convite, para honor tanto de la Academia que integró, como de la figura de Güemes, a la que contribuyó a ubicar en el pedestal nacional de sus grandes hijos. 

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