Las escuelas han comenzado a abrirse desde mediados de febrero aletargadas por un cierre que duró mucho más de lo previsible y sobre todo de lo recomendable. Ha transcurrido un año y nos enfrentamos a una vuelta a la presencialidad que no nos tiene preparados como hubiera sido justo para los estudiantes, los docentes y las familias.
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Las escuelas han comenzado a abrirse desde mediados de febrero aletargadas por un cierre que duró mucho más de lo previsible y sobre todo de lo recomendable. Ha transcurrido un año y nos enfrentamos a una vuelta a la presencialidad que no nos tiene preparados como hubiera sido justo para los estudiantes, los docentes y las familias.
Lamentablemente no han cambiado de forma sustancial las condiciones materiales de los establecimientos escolares, lo que hubiera sido posible y esperable con los edificios cerrados y bajo condiciones extraordinarias (sin estudiantes, docentes y no docentes) para su puesta a punto.
Sin embargo, a pocos días del regreso el Consejo Federal de Educación recién estableció el protocolo marco el 12 de febrero último; y la mayoría de las jurisdicciones han tardado demasiado tiempo en establecer sus propios protocolos para que las escuelas pudieran adaptarlos a sus realidades y así comunicarlos a las comunidades educativas, ansiosas de contar con la información indispensable para su organización. A esta altura se puede observar una gama muy amplia de ordenamientos escolares, tantos como colegios y niveles educativos. Esto ha impactado negativamente en la organización de las familias, que como un fenómeno novedoso han comenzado a organizarse para recuperar la escuela, tal y como era antes de la pandemia.
Estos agrupamientos de familias a lo largo y ancho del país a través de las diferentes redes sociales (Twitter, Facebook e Instagram) los constituye como un nuevo actor social en el sistema educativo, que hasta ahora solo tenían voces individuales y no colectivas como sí esgrimen docentes y estudiantes a través de sus representaciones gremiales. Habrá que ver si han llegado para quedarse y qué relación tejerán con los otros miembros de la comunidad. Estamos atravesando una época signada por una pandemia aterradora que no parece desaparecer a corto plazo, pero de todos modos la sociedad está luchando por recuperar una de las instituciones más preciadas y al mismo tiempo quizás más olvidada en los últimos 40 años: la escuela.
Es entonces importante que la política y el Estado atiendan esta demanda y dejando de lado las diferencias partidarias y las conveniencias electorales se ocupen de la educación de nuestras niñas, niños y adolescentes. Ya hemos demostrado que podíamos mejorar nuestro sistema de salud para enfrentar al virus, hagamos lo propio con el sistema educativo y recordemos que es imprescindible más inversión, más gestión y nuevos proyectos pedagógicos.