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El misterio de la mente de los femicidas

Martes, 30 de marzo de 2021 00:00

En 2019 se cumplieron setenta años de la aparición del libro "El segundo sexo" de Simone de Beauvoir, que ha sido catalogado como la "biblia" del feminismo.

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En 2019 se cumplieron setenta años de la aparición del libro "El segundo sexo" de Simone de Beauvoir, que ha sido catalogado como la "biblia" del feminismo.

Si bien, a partir de allí, la lucha por la igualdad de derechos entre el varón y la mujer no ha cesado, lejos está de producirse la necesaria transformación cultural y social que se requiere, particularmente en Latinoamérica y en nuestra provincia de Salta.

La manifestación más trágica de esto son los femicidios que, pese a los esfuerzos de los distintos poderes del Estado, persisten e incluso aumentan en su número.

Pensemos que cada femicidio es usualmente la punta del iceberg de una situación de violencia extendida por meses o años de una vida de infierno para la mujer.

Es cierto que no todas las situaciones de violencia de género terminan en femicidios, aunque conllevan ese riesgo en muchos de los casos.

Nos enteramos a diario de mujeres asesinadas, maltratadas, abusadas, violadas, quemadas y torturadas por parte de sus propias parejas o exparejas, de aquellos varones que supuestamente las aman. ¿Cómo es posible tanto horror?

El secreto del mal

Cuando Hannah Arendt pidió acudir como corresponsal de la prestigiosa revista The New Yorker al juicio de Adolf Eichmann en 1961, trataba de entender la personalidad y la mente de los jerarcas nazis que con sus crímenes atroces provocaron lo que sin duda fue la noche más oscura de la humanidad; y se dio con que el acusado no era el monstruo que esperaba ver, sino un ser corriente, del montón, superficial..., lo que la llevó a hablar de la "banalidad del mal".

Del mismo modo, con el propósito de comprender el fenómeno de la violencia de género resulta ilustrativo trazar un paralelo con el nazismo, sin por ello significar una equiparación con el mayor genocidio de la humanidad -"un unicum"- en cuanto a su magnitud y calidad.

Así como en el nazismo se da la paradoja de un régimen político para matar y no para el bienestar y la vida de los ciudadanos; en el caso de la violencia hacia la mujer, se da la paradoja de una relación amorosa para golpear, abusar y matar, no para compartir y amar.

Arendt en sus obras "Los orígenes del totalitarismo" y "La vida del espíritu" intenta elucidar y entender el horror de la shoa y la responsabilidad de los jerarcas nazis, a través de la teoría del pensamiento de Immanuel Kant.

Observa que para pensar (en sentido kantiano) se necesita participar de una comunidad de iguales: es necesario reconocer en el otro a un par; de no ser así, no es posible un juicio reflexivo; lo que en opinión de Arendt llevó a los nazis a la incapacidad de comprender lo terrible y extraordinario de sus crímenes, novísimas especies de criminales que quedan incluso más allá del umbral de la solidaridad de la iniquidad humana.

Para llegar a esa falta de juicio reflexivo, idearon primero extraer de las personas judías su dignidad humana, volverlas inferiores, cosificarlas, empezando por la quita de derechos civiles y el encierro en campos de concentración, destruirles la creatividad y la espontaneidad como expresión del comportamiento humano, sacarles en definitiva- su humanidad; de tal modo, cuando son llevados a los campos de exterminio ya no los vieron como iguales o semejantes, quisieron rebajarlos a una categoría inferior para impedir el pensamiento.

La hipótesis de Arendt es un intento de comprender lo inimaginable que no puede ser explicado por los motivos "normales" de cualquier crimen o delito: el interés propio, la sordidez, el resentimiento, el ansia de poder, la cobardía; y ante la imposibilidad también de concebir un "mal radical".

La cabeza del hombre común

Con agudeza refiere el filósofo italiano Giorgio Agamben sobre los crímenes de la Shoa que entender la mente de un hombre común es infinitamente más arduo que comprender la mente de Spinoza o de Dante.

En el caso de la violencia de género, el varón violento no es inimputable, es consciente de sus actos al momento de manipular a la mujer con el propósito de vulnerar su autoestima, de quitarle sus deseos, sus proyectos, sus afectos familiares, su individualidad, de sustraer sus derechos, su libertad y hasta su dignidad.

Como en su mente ella no es más que una parte de sí, algo que le pertenece, una cosa, un objeto, un adorno, una cualidad de sí que debe seguir a pie juntillas su partitura, no existe el juicio reflexivo que sólo se da entre pares, con la aporía de cometer los terribles actos de violencia hacia la persona que dice "amar" y continuar viviendo sin sentir culpa alguna, pretendiendo responsabilizar de sus ataques a la mujer y generalmente mostrando hacia los demás una faceta inocente y buena.

En noviembre del año pasado la relatora especial de la ONU sobre violencia contra las mujeres alertó sobre una pandemia ignorada: la de los femicidios y la violencia de género; e instó a tomar medidas urgentes para evitar estos crímenes.

En nuestra provincia, se torna imprescindible y urgente una reforma de la ley de violencia de género actualmente vigente que, entre otros aspectos centrales, amplíe el arco de facultades del juez con competencia específica en la materia.

Pero es necesario impulsar acciones en todos los órdenes, público y privado, tendientes a generar un cambio cultural en nuestras comunidades que elimine definitivamente el actual contexto machista y patriarcal para pasar a una sociedad de iguales en la que se respeten los derechos y la dignidad de todos los seres humanos, en un pie de igualdad, cualquiera sea su género.

En ese sendero, toca a las mujeres colocarnos en ese lugar de igualdad con el varón, en los diferentes ámbitos de nuestras vidas, sin ceder frente a la opresión, la descalificación y el sojuzgamiento; es preciso que escuchemos nuestros deseos y aspiraciones para ser artífices de nuestro destino individual.

Cuando Michel Foucault refiere a la estética de la existencia y a la "parresía" dos ideas centrales en su pensamiento ético a lo que se refiere es a la coherencia entre lo que se piensa, se actúa y se es; a la vida como "obra bella", y al coraje de decir verdad, del decir verdadero, a costa de las consecuencias que pueda acarrear.

Creo que ello es inspirador para la mujer y el varón en este momento de cambio hacia un mundo de igualdad. Volviendo a Arendt, ella reivindica la acción (en contraposición con la "vita contemplativa") como la condición del ser humano que nos permite dejar una huella; huella que es camino en la mismidad y en la diferencia.-

* Verónica Gómez Naar es abogada y presidenta de la Asociación de Jueces del Poder Judicial de la Provincia de Salta

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