Era la noche del 22 de diciembre. Ya se iba 1976 y no había más tiempo. Cuervos y santos tenían que definir sí o sí la finalísima del fútbol salteño, que se había programado con mucho retraso. Generalmente, se solicitaba un árbitro de primera división de la AFA, y en esa oportunidad le tocó a Luis Pestarino.
Lo que nadie imaginó es que una hora antes del partido se iba a desatar un diluvio, con granizo incluido, sobre la ciudad de Salta, lo que hacía peligrar su realización. Pero Pestarino ya tenía pasaje de vuelta para la mañana del 23 y lo hizo jugar lo mismo. Tomó tal decisión haciendo botar la pelota cerca de un mástil y arrancó el partido en medio del vendaval y con la cancha llena de agua.
Pero la pasión era tanta que a la gente eso no le importó, el estadio estuvo repleto igual. Y a duras penas los jugadores hacían correr la pelota, en un campo de juego impresentable.
Inolvidable y vibrante clásico, que terminó con la victoria de Central Norte por 2 a 1, pero recordando que todos los goles fueron obra de los jugadores de Juventud Antoniana. El cuervo se puso en ventaja con un tanto en contra del chato Ferreyra, lo igualó transitoriamente para el santo el Tucho Caputo y cuando ya expiraba el tiempo reglamentario, precisamente en el minuto 46, un centro del Muñeco Cardozo dio en la rodilla del volante antoniano Juan Ponce y se metió en el arco de Luis Jorge. Dramático final. Las lágrimas de los antonianos superaban la fuerte lluvia que aún caía sobre el estadio de Gimnasia y Tiro.
Ah, previo a esa impensada definición, el arquero azabache Sergio Costelo -la gran figura de esa finalísima- le atajó un penal a Caputo y Benito Rodríguez tiró desviado otro tiro desde los doce pasos.
Las “finalísimas” del fútbol salteño en la década del 70 no tenían parangón. La disputaban el campeón del Anual y el ganador del Clasificatorio. Y tradicionalmente tenía como protagonistas a Central Norte y Juventud Antoniana.
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Era la noche del 22 de diciembre. Ya se iba 1976 y no había más tiempo. Cuervos y santos tenían que definir sí o sí la finalísima del fútbol salteño, que se había programado con mucho retraso. Generalmente, se solicitaba un árbitro de primera división de la AFA, y en esa oportunidad le tocó a Luis Pestarino.
Lo que nadie imaginó es que una hora antes del partido se iba a desatar un diluvio, con granizo incluido, sobre la ciudad de Salta, lo que hacía peligrar su realización. Pero Pestarino ya tenía pasaje de vuelta para la mañana del 23 y lo hizo jugar lo mismo. Tomó tal decisión haciendo botar la pelota cerca de un mástil y arrancó el partido en medio del vendaval y con la cancha llena de agua.
Pero la pasión era tanta que a la gente eso no le importó, el estadio estuvo repleto igual. Y a duras penas los jugadores hacían correr la pelota, en un campo de juego impresentable.
Inolvidable y vibrante clásico, que terminó con la victoria de Central Norte por 2 a 1, pero recordando que todos los goles fueron obra de los jugadores de Juventud Antoniana. El cuervo se puso en ventaja con un tanto en contra del chato Ferreyra, lo igualó transitoriamente para el santo el Tucho Caputo y cuando ya expiraba el tiempo reglamentario, precisamente en el minuto 46, un centro del Muñeco Cardozo dio en la rodilla del volante antoniano Juan Ponce y se metió en el arco de Luis Jorge. Dramático final. Las lágrimas de los antonianos superaban la fuerte lluvia que aún caía sobre el estadio de Gimnasia y Tiro.
Ah, previo a esa impensada definición, el arquero azabache Sergio Costelo -la gran figura de esa finalísima- le atajó un penal a Caputo y Benito Rodríguez tiró desviado otro tiro desde los doce pasos.
Las “finalísimas” del fútbol salteño en la década del 70 no tenían parangón. La disputaban el campeón del Anual y el ganador del Clasificatorio. Y tradicionalmente tenía como protagonistas a Central Norte y Juventud Antoniana.