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26 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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La odisea de dar clases en el campo y en plena pandemia

Los parajes cuentan con escuelas albergues que no están funcionando.
Lunes, 26 de abril de 2021 01:44

La pandemia dejó aisladas a las comunidades de la costa salteña del río Grande de Tarija, que tiene como única forma de ingreso seguro un camino por Bolivia, país donde la cantidad de casos de COVID-19 avanza rápidamente, sobre todo en la zona que limita con Argentina.

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La pandemia dejó aisladas a las comunidades de la costa salteña del río Grande de Tarija, que tiene como única forma de ingreso seguro un camino por Bolivia, país donde la cantidad de casos de COVID-19 avanza rápidamente, sobre todo en la zona que limita con Argentina.

La mayoría cuenta con escuelas albergue que dejaron de funcionar, por lo que los directivos, además de luchar contra la burocracia para hacerles llegar la tarea a la zona con nula conectividad y escasa energía, también les envían alimentos.

"Todos tienen computadoras que les dio el Gobierno, ellos bajan las clases en la escuela, que tiene señal de internet y luego hacen las tareas en sus casas", contó Gómez.

En cambio, en la primaria se pone más difícil. "No todos los chicos tienen celular, en algunos casos hay un celular para 5 o 6 hermanos y los que tienen, cuando pueden, cargan sus celulares con corriente eléctrica. Por eso lo más factible es trabajar con cartillas", aseveró.

Con poca señal

Entre la falta de conexión, de energía y la escasez de teléfonos, las respuestas a las tareas son dispares. La señal no llega, así que los que pueden se comunican a través de un chip boliviano. "Algunas veces también se quedan sin crédito, pero un día, cuando tienen, te mandan toda la tarea junta", señaló la docente, quien aseguró que el nivel de respuesta en el caso de su escuela puede considerarse alto.

Luego indicó que evaluarán el progreso de los alumnos cuando puedan regresar: "Cuando volvamos, cuando tengamos acceso para volver a la zona, miraremos la cartilla y hablaremos con los chicos y los papás. Qué no daría por estar allá", lamentó, desde Orán, la docente que trabaja en la zona hace más de 10 años.

 

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