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El pensamiento político de Güemes

Martes, 04 de mayo de 2021 02:23

Una de las polémicas históricas que enciende más los espíritus historiográficos versa sobre cuál fue realmente el ideario güemesiano y cómo se hubiese proyectado en el tiempo si el líder gaucho no hubiese caído por la bala asesina que segó su vida a los treinta y seis años.

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Una de las polémicas históricas que enciende más los espíritus historiográficos versa sobre cuál fue realmente el ideario güemesiano y cómo se hubiese proyectado en el tiempo si el líder gaucho no hubiese caído por la bala asesina que segó su vida a los treinta y seis años.

Si bien sobre el tema escribieron Carlos S. A. Segreti y fray Honorato Benito Pistoia, ambos trabajos apuntan más a su acción política que hacia su pensamiento más profundo. El asunto viene de lejos. Por lo pronto generó una ácida polémica entre Dalmacio Vélez Sarsfield y Bartolomé Mitre.

Vélez fue el primero en reivindicar a Martín Güemes: el héroe gaucho fue el salvador de la Patria y la única esperanza de los pueblos después la derrota de nuestro ejército en Cochabamba.

 

Mitre, por su parte, afirmó que su gloria consistió en que, como caudillo, sin bien cooperó directamente algunas veces, otras indirectamente a la desorganización general que ha prolongado nuestra dolorosa revolución social, fue siempre fiel a la idea de la unidad nacional.

Cabe recordar que, por el tiempo en que escribía Mitre, considerar que alguien era un demócrata, al igual que lo hacía José María Paz, tenía una connotación peyorativa. Máxime cuando Güemes era idolatrado como el "Padre de los pobres". Sin embargo, hacia el año de su muerte, Güemes tuvo una estrecha relación con el caudillo santiagueño Felipe Ibarra o con el gobernador de Córdoba, Juan Bautista Bustos, quienes más tarde adherirían al Partido Federal. La situación en 1821 aún no era clara. Algunos fervientes partidarios de Güemes, como José Ignacio Gorriti, después fue unitario o perteneciente al Partido de la Unión. Mientras que su hermano Pachi fue simpatizante de la causa federal. Algún sector de la historiografía considera a Güemes adscripto al Partido de la Unión porque juró la Constitución de 1819, de corte netamente unitario.

No obstante, olvidan que para el caudillo salteño el orden y la organización nacional eran prioritarios en la construcción de una nueva Nación, por la cual desplegó todos sus esfuerzos hasta el final. Hay quienes también le atribuyeron a Güemes adscribir a la causa de la monarquía, a raíz de una correspondencia entre su hermano mayor Juan Manuel y José Ignacio Gorriti, cuando este último era diputado por Salta ante el Congreso de Tucumán y le manifiesta que: "Aunque sea el Inca, se declare la independencia". Cabe recordar que era el general Manuel Belgrano quien desarrolló la teoría de que un descendiente del Imperio Inca fuese consagrado monarca. En todo caso la carta de Juan Manuel Güemes revela el auténtico objetivo del general Güemes, que era la independencia ante todo.

Atilio Cornejo, por su parte, sostiene que el caudillismo de Güemes, desafiando las fuerzas internas y atacando las externas, lo diferenciaba de otros caudillos que nunca vieron al enemigo exterior y a su vez, como caudillo, acota, representa Güemes un caso típico del federalismo argentino que también lo distingue. En efecto, dice el autor, en inmediato contacto con el territorio de la Provincia de Salta, lo dirigió personalmente pero bajo los ideales aludidos y sin amenguar ni desconocer que actuaba dentro de una jurisdicción nacional de orden superior. Sus actos, concluye, no se alejaron de ese objetivo ni de esa norma. Vale decir que siempre mantuvo firmes sus ideales por la unidad nacional. Joaquín Castellanos es aún más contundente en el tema. Expresa que: si el pensamiento político de Güemes hubiese prevalecido, la República se hubiera salvado de la anarquía primero y de la dictadura más tarde. Güemes, añade Castellanos, fue el único pensador que vio claro en aquella época de caos en las ideas y de turbión en las pasiones.

Su ideal fue el de la federación, pero bajo la influencia directriz del más alto, rico y adelantado centro de la vida nacional; o sea un sistema político de equilibrio entre las Provincias y Buenos Aires, sin predominio de esta ni disociación de aquéllas. Y este fue precisamente traducido en realidad institucional, en el pensamiento de los constituyentes de 1853 y del 60. Así pues, concluye el gobernador poeta, el ideal de la Constitución argentina, con su eje de Gobierno central y su consagración de las autonomías locales, estuvo por intuición en el espíritu de Güemes, treinta años antes de formularse en postulado teórico, y cuarenta antes de convertirse en ley suprema de la Nación, y no sabemos todavía cuantos años más, antes de que la letra de esa ley sean en sus aplicaciones vivificadas en el espíritu.

Resulta insoslayable la reflexión del historiador boliviano José Luis Roca García, cuando revela el impacto regional del liderazgo de Güemes y asevera: los guerrilleros altoperuanos se iban quedando cada vez más solos y perplejos ante la indiferencia porteña. A ello hubo que agregarle que en 1821 se produjo la muerte de Martín Güemes, último caudillo argentino con quien los altoperuanos se sentían identificados y de quien recibían orientación política y respaldo militar.

Tres factores claves habían colocado la acción política y el ideario de Güemes, en una situación abismalmente opuesta a los intereses del puerto. El primero, que fue el primer gobernador electo por el pueblo de Salta en forma plebiscitaria, sin consultar a Buenos Aires; el segundo, que tomó el armamento de Jujuy y reforzó su fuerza provincial de gauchos, creando incluso la División Infernal de Gauchos de Línea, conocida históricamente como Los Infernales, una fuerza local, efectiva y autónoma, y tercero, se erigió en un líder político con una fuerte base de apoyo popular en la región, lo que llevó a sus detractores del sur a calificarlo como el "Artigas del Norte".

No obstante, Martín Güemes jamás rompió con el poder constituido y respetó tanto el Estatuto de 1815, como posteriormente haría jurar la Constitución unitaria de 1819, porque estaba convencido de que, en la formación de la Nación, el orden y las instituciones republicanas debían prevalecer por sobre cualquier interés personal. No en vano estuvo silenciado tantos años. Acaso porque de haberse llevado a cabo el propósito de sus desvelos, la federación argentina, la equidad y el reparto justo hoy serían realidad y no una utopía, mientras que el desfase y la inequidad siguen postergando y empobreciendo sistemáticamente a las provincias argentinas.

Por eso es tan importante la gesta güemesiana, así como su pensamiento político profundo que resulta ineludible y referencial en estos tiempos.

 

 

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