Pasaron 23 años de aquel día en el cual Carlos Timoteo Griguol, por aquel entonces DT de Gimnasia y Esgrima La Plata, sorprendía a todos los salteños paseando bohemia por la Plaza 9 de Julio y las peatonales Alberdi y La Florida.
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Pasaron 23 años de aquel día en el cual Carlos Timoteo Griguol, por aquel entonces DT de Gimnasia y Esgrima La Plata, sorprendía a todos los salteños paseando bohemia por la Plaza 9 de Julio y las peatonales Alberdi y La Florida.
Cuando veía un “changuito” lustrabota, o pidiendo algo para comer, o pasando por las mesas de las confiterías vendiendo algo, Don Timoteo lo paraba e invitaba al Hotel Victoria donde estaba concentrado el Lobo plantese para enfrentar a Gimnasia y Tiro en el Gigante del Norte. “Vení al mediodía que vas a comer conmigo”, le dijo a cada uno de esos chicos que lo miraban como si ese señor fuera un “extraterrestre”. Así era Griguol. Un bonachón Un hombre de gran corazón. Un maestro de la vida.
Llegó a invitar ese día, el 3 de mayo de 1998, a unos 20 changuitos. Todos desayunaron. Todos luego comieron un riquísimo lomito cada uno con una gaseosa. La invitación corrió por él. Pagó cada consumición. Y antes de que se retiren les dio una charla, les dijo que él fue alguna vez como ellos, que sufrió también algunas necesidades, pero que debían estudiar. Que la escuela era esencial para poder salir adelante. Les hizo prometer a esos changuitos que hoy deben tener unos 35 a 40 años que nunca iban a abandonar el estudio. Ese era Carlos Timoteo Griguol, un tipo sencillo, querible, entrañable a la cual no pudo conocer gracias al fútbol, gracias a esos años de gloria de Gimnasia y Tiro.