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Nunca te voy a perdonar

La columna de Bernardo Stamateas, doctor en Psicología
Sabado, 12 de junio de 2021 10:16

El perdón es un acto terapéutico que nos hace bien. Perdonar no es olvidar ni minimizar lo ocurrido. No es decir: ”Acá no pasó nada, doy vuelta la página y sigo adelante“. Perdonar es renunciar al derecho de venganza. Un terapeuta estadounidense dice que perdonar es soltar a un prisionero y descubrir que es uno mismo.
¿Por qué es tan importante perdonar? Porque es una acción que hago para mí y me permite decirle a quien me causó dolor: ”Ya me lastimaste una vez; no voy a permitir que continúes lastimándome“. El perdón nos brinda la posibilidad de seguir construyendo hacia adelante. No es un acto de debilidad, como muchos creen. Tampoco implica necesariamente que habrá una reconciliación; porque el perdón es un acto de a uno, mientras que la reconciliación depende de dos.
El perdón es un regalo que me doy a mí mismo para liberarme.
Existen varias metáforas para explicar el perdón. Una de ellas nos invita a imaginar que alguien entra en casa ilegalmente. Esa persona es un usurpador. Perdonarlo sería echarlo. Es decir, abrir la puerta para que salga aquel que, por la fuerza, se metió en nuestro corazón. Podemos pensar nuestra vida como distintas habitaciones; el área donde no perdonamos, la habitación queda cerrada y la llave se pierde. En la habitación que está abierta, puede entrar y salir el amor, la paz, la mejora. En cambio, la habitación que está cerrada comienza a dar mal olor.
El perdón es la llave con la que yo abro cada habitación cerrada para que la puerta se abra y todo lo que estaba adentro pueda salir. Cuando yo perdono, lo hago a través de la voluntad. El otro no necesariamente debe pedirme perdón; ni siquiera tiene que enterarse de que lo perdoné, porque es algo que hago para mí. El perdón es la llave para abrir las áreas donde guardamos bronca, resentimiento, dolor emocional. La decisión voluntaria de perdonar hace que esas emociones se frenen y sean liberadas.
A alguien que sufrió un trauma y tiene una herida difícil de sanar, nunca hay que decirle: ”Tenés que perdonar“, porque pareciera como que no pasó nada. Por lo general, esa persona primero debe caminar su dolor y su ira y elaborarlos para, finalmente, llegar al cierre de esa situación en forma de perdón. A veces, sobre todo en el caso de ofensas menores, uno comienza por el perdón y suelta al prisionero fácilmente.
El perdón es una llave que podemos usar para abrir esos espacios internos cerrados que nos siguen haciendo daño.
Instagram @berstamateas facebook.com/bernardostamateas.

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El perdón es un acto terapéutico que nos hace bien. Perdonar no es olvidar ni minimizar lo ocurrido. No es decir: ”Acá no pasó nada, doy vuelta la página y sigo adelante“. Perdonar es renunciar al derecho de venganza. Un terapeuta estadounidense dice que perdonar es soltar a un prisionero y descubrir que es uno mismo.
¿Por qué es tan importante perdonar? Porque es una acción que hago para mí y me permite decirle a quien me causó dolor: ”Ya me lastimaste una vez; no voy a permitir que continúes lastimándome“. El perdón nos brinda la posibilidad de seguir construyendo hacia adelante. No es un acto de debilidad, como muchos creen. Tampoco implica necesariamente que habrá una reconciliación; porque el perdón es un acto de a uno, mientras que la reconciliación depende de dos.
El perdón es un regalo que me doy a mí mismo para liberarme.
Existen varias metáforas para explicar el perdón. Una de ellas nos invita a imaginar que alguien entra en casa ilegalmente. Esa persona es un usurpador. Perdonarlo sería echarlo. Es decir, abrir la puerta para que salga aquel que, por la fuerza, se metió en nuestro corazón. Podemos pensar nuestra vida como distintas habitaciones; el área donde no perdonamos, la habitación queda cerrada y la llave se pierde. En la habitación que está abierta, puede entrar y salir el amor, la paz, la mejora. En cambio, la habitación que está cerrada comienza a dar mal olor.
El perdón es la llave con la que yo abro cada habitación cerrada para que la puerta se abra y todo lo que estaba adentro pueda salir. Cuando yo perdono, lo hago a través de la voluntad. El otro no necesariamente debe pedirme perdón; ni siquiera tiene que enterarse de que lo perdoné, porque es algo que hago para mí. El perdón es la llave para abrir las áreas donde guardamos bronca, resentimiento, dolor emocional. La decisión voluntaria de perdonar hace que esas emociones se frenen y sean liberadas.
A alguien que sufrió un trauma y tiene una herida difícil de sanar, nunca hay que decirle: ”Tenés que perdonar“, porque pareciera como que no pasó nada. Por lo general, esa persona primero debe caminar su dolor y su ira y elaborarlos para, finalmente, llegar al cierre de esa situación en forma de perdón. A veces, sobre todo en el caso de ofensas menores, uno comienza por el perdón y suelta al prisionero fácilmente.
El perdón es una llave que podemos usar para abrir esos espacios internos cerrados que nos siguen haciendo daño.
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