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Una estrategia sofisticada en su estructura y en sus efectos

Güemes fue el hombre decisivo para implementar una estrategia de una sofisticación inédita que no fue suficientemente valorada en la historia nacional y militar.
Jueves, 17 de junio de 2021 00:00

José María Protti, Coronel. Agregado Militar, Naval y Aéreo en México. 
Jefe del Regimiento 5º de Caballería de Salta - Infernales de Güemes.

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José María Protti, Coronel. Agregado Militar, Naval y Aéreo en México. 
Jefe del Regimiento 5º de Caballería de Salta - Infernales de Güemes.

La cuestión que la historia plantea continuamente: sobre si son las circunstancias las que producen los liderazgos excepcionales; o bien son los grandes líderes quienes configuran las circunstancias; seguramente se trata de una combinación de ambas. En el caso de Güemes, la situación única de la guerra por la independencia en el norte, le permite constituirse en el hombre decisivo para implementar una estrategia de una sofisticación tanto en su estructura como en sus efectos, que no fue lo suficientemente valorada en la historia nacional y militar.

La estrategia de Güemes no fue preconcebida; no pudo haber recurrido a la variedad de modelos teóricos con los que se formaron posteriormente los conductores de ejércitos profesionales. No había leído a Clausewitz, el pensador militar prominente de Occidente que escribió su obra algunos años después de su muerte; ni tuvo acceso a la modalidad estratégica oriental de Sun Tzu, el pensador chino que inspiró algunas de las ideas con que se concibieron las guerras irregulares revolucionarias o contrarrevolucionarias del siglo XX. Pero Güemes, intuitivamente, fue desarrollando durante la ejecución la estrategia de una gestión posible para el poder militar que podía crear, para la configuración geopolítica de la región y para la incertidumbre de la situación general a la que se enfrentaba. Su complejidad requiere ser vista desde todas las aristas.

Señala Clausewitz que la guerra en su concepción total constituye una trinidad; el dominio de tres conceptos o factores interdependientes: lo político, lo militar y la población. Los fines racionales de la guerra son responsabilidad de la política, a lo militar corresponde la estrategia, y al pueblo los sentimientos y pasiones que determinan lo que hoy llamaríamos opinión pública. La relación entre los tres es variable e interactiva, los efectos de uno sobre otro van modificando la situación original de cada uno de ellos, en un proceso de influencia dinámica.

Lo excepcional en Güemes reside en la comprensión de los tres factores: lo político, lo militar, los sentimientos del pueblo y en el uso combinado de ellos en la estrategia.

En lo político debía consolidar su autoridad y movilizar a la población en apoyo a la revolución. Debía expandir hacia la masa de la población el alcance de las ideas de mayo surgidas de la élite. En este sentido, los realistas colaboraban con él. Güemes explotaba a su favor la violencia del ejército enemigo para incautar bienes, requisar ganado y perseguir a los partidarios de la revolución. Para garantizar la legitimidad de un gobierno, la condición esencial es asegurar la protección de la población. Como gobernador, afirmar su autoridad significaba demostrar que tenía la capacidad para defenderlos contra las invasiones.

En lo militar, no tuvo el tiempo ni los recursos para diseñar un ejército con los parámetros profesionales de San Martín. Tendría que combinar un núcleo reducido de fuerzas regulares, como los infernales con milicias gauchas de defensa territorial. Los infernales le permiten aumentar la eficacia militar. La disciplina asegura disponibilidad permanente y mayor capacidad de proyección de fuerzas con alcance en todo el territorio. Pero además, proporcionan estructura y unidad a la nueva comunidad política; fortalecen su autoridad disputada por el poder central en Buenos Aires, las provincias vecinas y los propietarios que mandaban a las milicias.

“La victoria militar se medía más por los pobladores movilizados en defensa de la revolución, que por la cantidad de bajas realistas”.

 

Las fuerzas regulares conforman quizás menos del 10% del total, pero son suficientes para concentrar en el gobernador un poder militar superior a cualquiera de los propietarios por separado.

Las milicias, por su parte, le proporcionan la condición básica para el ejercicio de la soberanía política que es el dominio territorial. Será su objetivo principal evitar la ocupación militar del territorio por parte de los realistas. La dispersión del despliegue en fracciones menores permite proteger a la población con presencia en todos lados.

La capacidad de operar dispersas, a través de acciones independientes de menor escala, les permitía minimizar su vulnerabilidad, al no presentarse como una estructura factible de ser atacada. Así desgastaban a un enemigo superior que los buscaba, sin poder encontrarlos antes de agotar su logística, lo que los obligaba a incrementar las acciones de saqueo que alienaban a esa población en su contra.

Esa ventaja militar de autonomía y dispersión de las milicias es, a su vez, una desventaja política para un gobernador que necesita asegurar la unidad interna y extender su influencia.

Las milicias pueden ser tan evasivas a los realistas como al ejercicio de una autoridad centralizada.

La presencia dispersa de las milicias impide a los realistas el control del territorio y la presencia reunida de los infernales evita la disolución política, sirve de fuerza centrípeta que neutraliza intereses divergentes, de centro de unidad y estabilidad.

Los realistas mantenían la capacidad de provocar daños a la población pero no podían sostener su presencia en forma continua; cuando se alejaban quedaban las milicias como garantes de la capacidad gubernamental de proporcionarles seguridad.

De este modo, la superioridad militar realista no podía traducirse en efectos políticos. No alcanzaba para influir sobre el comportamiento de la población que se iba inclinando mayoritariamente hacia el nuevo gobierno. Se acumulaba legitimidad a medida que se garantizaba protección. 

La victoria militar se medía más por los pobladores movilizados en defensa de la revolución, que por la cantidad de bajas realistas.
Garantizar la protección era condición esencial pero no suficiente para ganarse la voluntad de la población. 

También era necesario transmitir la idea que el nuevo orden político podía proporcionarles condiciones de vida más favorables. 
Beneficios sociales como la eximición del pago de los arriendos y el fuero militar permanente, sirven de impulso a la movilización social en rechazo del régimen anterior y en defensa de la revolución.

En la comprensión del cuadro general, Güemes superó ampliamente a sus enemigos realistas y a sus opositores internos. 
Ello le permitió articular en un marco de integración a los tres factores que interactúan entre sí: la política, la estrategia y la población; para mantener la dirección del impulso de la revolución superando adversidades que todavía estremecen cuando se recuerdan.

Apelando nuevamente a Clausewitz podemos apreciar lo que lo hace extraordinario. Más difícil que formular una estrategia es la capacidad para implementarla en un ambiente caracterizado por el peligro y la incertidumbre que confieren a la guerra su naturaleza única; en la que la lucidez de la razón se refracta de un modo muy diferente al del razonamiento teórico. 

Por ello, la cualidad esencial del conductor militar es el coraje. Y en Güemes, sobre esa cualidad, nada es lo que puede agregarse aquí con palabras.


 

Cursó la Escuela Primaria en El Quebrachal Anta.
Es graduado de la Escuela Superior de Guerra del Ejército Argentino y de la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos de América.
Licenciado en Estrategia y Organización.
Magíster en Relaciones Internacionales de la Universidad de Webster (EEUU)
Doctor en Ciencias Políticas (UCA). Fue jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo.

 

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