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El camino hacia la Quebrada La Horqueta

El plan de libertad continental quedó inconcluso. Es el estigma adjudicado a la oligarquía salteña. 
Viernes, 18 de junio de 2021 16:00

Miguel Ángel Cáseres
Profesor de Historia

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Miguel Ángel Cáseres
Profesor de Historia

Algunos prestigiosos historiadores salteños dedicaron su pluma al intento de fijar el derrotero seguido por el General Martín Miguel de Güemes, herido mortalmente en las primeras horas del 7 de junio de 1821 como producto de una infame traición de la que formó parte la infantería alto peruana, colaboradores armados salteños bajo el mando español, dinero de la oligarquía salteña y la complicidad de los gobernadores Heredia y Bernabé Araoz. Pero la autoría ideológica, intelectual y doctrinaria de la emboscada corresponde a Facundo de Zuviría y los integrantes del partido “La Patria Nueva”, opositor al entonces Gobernador de Salta y General en Jefe del Ejército de Observación, designación efectuada por José de San Martín, desde Chile, en Julio de 1820.

Nuestro prócer fue herido en el territorio del Campo de la Cruz después de haber atravesado el último puente que lo vio con vida, el de Tejada.

Entró a la ciudad con 25 hombres que le quedaban con vida, muchos de quienes murieron, o cayeron prisioneros en el intento por romper el cerco tendido, y otros huyeron, tal el caso de Zacarías Yanci, que hizo lo que Macacha le pedía a su hermano: que huyera por la puerta falsa, atravesara el Tagarete del Tineo y se internara en el Campo de La Cruz, pero el caudillo emprendió camino hacia las serranías del este capitalino. Esta es la última coincidencia entre historiadores. A partir de allí las posiciones se bifurcan. Incluso hasta para decidir si Güemes a los efectos de llegar hasta La Lagunilla, atravesó la Quebrada de Los Puercos o La de Robledo (discusión sin incidencia, ya que ambas corren paralelas y nacen hacia el final de la avenida que desemboca en el Sporting Club. Es allí donde todo se complica. Según Atilio Cornejo, Güemes y sus hombres se dirigen a las Higuerillas, pasan por Cañada de La Tala para llegar a la Quebrada de la Horqueta.

Bernardo Frías por su parte, desde la Lagunilla traza un derrotero rumbo al Sur hasta el Tincunacu (unión de los ríos Arias y Ancho). De ninguna manera puede hablarse, como lo hace este historiador, del río Arenales ya que este no existía aún, recién nace en 1886. Llega a La Pedrera, sube la cuesta de la Quesera, pasa por la Finca de la Cruz y se interna en La Cañada de la Horqueta. 

De mi parte sustento una hipótesis que se afirma en un documento del 27 de febrero de 1882 bajo la firma de Manuel Gregorio Reyes: Güemes supera el Puente de Tejada (en esos tiempos ubicado sobre el Tagarete de Tineo y calle de La Amargura, hoy Belgrano y Balcarce). Se interna en el campo de la Cruz y a los pocos metros recibe una herida de bala que le penetra en la parte inferior del espinazo y le desgarra la ingle derecha. De los 25 hombres que lo acompañaron desde Velarde hasta la ciudad, apenas unos cuantos sobrevivieron.

Es de imaginarse el tremendo desconcierto que imperaba en esos momentos cuando todavía se desconocían detalles y el mecanismo de la traición.

Güemes fue herido en la primera hora del jueves 7 de junio de 1821, apenas pasada la medianoche. Llega a La Pedrera entre las 6 y las 7 de la mañana.

El camino recorrido fue: Campo de La Cruz - Quebrada de Robledo - Lagunillas - Tincunacu - La Pedrera. Desde allí trazo mi diferencia en la tesitura con respecto a Cornejo y a Frías ya que a mi criterio, cuando la partida que trasladó a Güemes se encuentra en La Pedrera con las fuerzas bajo el mando del capitán de gauchos Don Mateo Ríos, se decide desandar el camino rumbo a la cercanía de las Lagunillas. Esto, fundamentado en dos razones tácticas y de seguridad.

Es muy difícil que hombres conocedores de todas las características geográficas del territorio lo inserten en un embudo, como lo es la Cuesta de la Quesera, más cuando se afirma que el objetivo era trasladarlo a la Finca de La Cruz, lugar perfectamente conocido por los realistas que habían tomado la casa el año anterior. Con un jefe de la envergadura de Güemes, herido, sería imposible todo tipo de reacción. Además está documentado que cuando el presbítero Francisco Fernández, capellán del Tercer Escuadrón se enteró de que Güemes había sido herido, montó a caballo acompañado del capitán Fernando Cabral, alcanzando al prócer a la altura de Lagunillas. El capellán se encuentra con Güemes allí entre las 8 y las 10 de la mañana del 7 de junio de 1821.

Volviendo al momento en que Güemes fue herido: Junto a sus gauchos bordearon la Zanja Vieja, Zanja Blanca o Zanja de San Bernardo (hoy canal de Avenida del Bicentenario), atravesaron la Quebrada de Los Puercos y avanzaron hacia la zona del Tincunacu, para llegar hasta la Pedrera, desde donde sus gauchos lo internaron en la Quebrada de la Horqueta, situada en la Finca “Los Noques”, entre “Las Higuerillas” y “La Cruz”, zona que por aquellos tiempos tenía una vegetación casi impenetrable. 

Se pretendía garantizar la seguridad física de Güemes por eso no fue trasladado a la Finca de la Cruz, utilizada por el General para el control de uno de los accesos a la ciudad y como campo de adiestramiento de sus gauchos, que el 2 de junio de1820 durante la invasión de Juan de Ramírez y Orozco, había sido atacado por fuerzas españolas. En esa oportunidad, por cuestión de minutos no lograron tomar prisionera a Carmen Puch, mujer de Güemes, que estaba en avanzado estado de gravidez de su último hijo, Ignacio. Es salvada por su primo Francisco Velarde, huyendo hasta Los Sauces en Rosario de la Frontera, estancia de su padre Domingo Puch.

La herida de Güemes se descompone rápidamente, ante la impotencia de sus gauchos, quienes en las difíciles circunstancias deciden penetrar en la ciudad y secuestrar a un adversario político del prócer, el Dr. Antonio Castellanos, partícipe de La Revolución del Comercio, por lo tanto detenido en las celdas del Cabildo y liberado por el Coronel Valdéz, quién estaba en su casa de campo en la Quebrada de Castellanos, llamada así por ser propiedad de la familia Escobar Castellanos. El atendió a Güemes hasta el 15 de junio. Los servicios de Castellanos debieron ser requeridos debido a que el amigo de Güemes, el Dr. José Redhead, estaba en Buenos Aires brindando servicios por orden del gobernador de Salta al General Manuel Belgrano. Güemes requería de una urgente operación, cosa imposible en el lugar donde se encontraba. 

Ante el diagnóstico, y a los efectos de evitar represalias para con su adversario, Güemes autoriza que Castellanos pueda retirarse del campamento (mostrando valores superiores aún al borde de la muerte). 

Castellanos informó a enemigos locales y realistas de la situación de Güemes y posibilitó que un contingente español llegara al lugar para ofrecerle salvar su vida a través de una operación; trasladarlo junto a sus familiares hacia el Perú; garantizarle un cómodo transcurrir económico, todo a cambio de que Güemes se rindiera. 

El cirujano Antonio Castellanos fue quién ingresó a la Ciudad de Tucumán en nefastos días de junio de 1821 a los gritos anunciando con alegría la muerte de Güemes, pues entendía que con ello “Salta recuperaba su libertad y desaparecía la tiranía aborrecida”, concepto compartido por el gobernador tucumano Bernabé Aráoz, quién ordenó repicar todas las campanas de las iglesias en manifestación de júbilo.

Convocado su segundo jefe, el Coronel Jorge Enrique Vidt, ante un Güemes socavado por la gangrena y la fiebre, exige de su oficial el juramento de que tras su muerte, él proseguirá la lucha hasta el objetivo final: La libertad de la Patria. “Juradme que moriréis todos como yo muero, antes que capitular con los tiranos españoles”. Esto se complementa con la orden que le da a Vidt: “Coronel, tome Ud. el mando de las tropas y marche inmediatamente a poner sitio a la ciudad, y no descanse hasta no arrojar fuera de la Patria al enemigo!” Y volviéndose hacia el parlamentario le dijo: “Sr. Oficial, está Ud. despachado”.

Así bajo un Cebil Colorado, que según José Fadel “fue retirado de la quebrada en la década del 30 y depositado en la Dirección de Arquitectura Provincial, donde las precauciones indudablemente fueron pocas, ya que desapareció el histórico leño”, en medio del monte, rodeado de humildes y valerosos gauchos, con las últimas horas de la tarde, aquel 17 de Junio de 1821 se escribió una de las páginas más profundas, desde el punto de vista axiológico, de la Historia Argentina. Herido, fruto de una traición, después de muerto no escapó a otras.

El “Barbarucho” fue reconocido por Comandante Militar de La Plaza. A su vez, éste nombró a Tomás de Archondo, Gobernador Interino de La Provincia, quién tal se esperaba, dictó un bando terrorífico contra los patriotas. El día 10 de junio se celebró misa de Acción de Gracias, amenazándose con duras penas a los que no asistieran. Se ordenó la iluminación de todas las casas de la ciudad durante tres días consecutivos para celebrar, decía el bando, “el día de nuestra gloriosa restauración”. 
Paradójico. Exactamente el día 16 de Junio de 1821, cuando Güemes vivía las últimas horas de su existencia, en el cabildo de Salta, convocado por el gobernador interino Tomás de Archondo, con la protección de un ejército de más de mil hombres, se procedió a elegir a Pedro Antonio de Olañeta como gobernador Intendente de Salta lo que representó un nuevo golpe de estado a la voluntad popular expresada por el pueblo, que por primera vez en la Historia Política de los argentinos, eligió para tal honor a Martín Miguel Juan de la Mata Güemes Montero. 

El Coronel Vidt, lejos de cumplir su juramento había entregado el mando de las tropas revolucionarias de Güemes a sus adversarios de la Patria Nueva.

Solo habían transcurrido un mes y 23 días de la muerte de Güemes y todo quedó derrumbado. El 9 de agosto de 1821 se sancionó la primera constitución de Salta. Se eligió gobernador a José Antonino Fernández Cornejo quien firmó un tratado con el general español Olañeta que, entre otras cosas, declaró territorios neutrales a Humahuaca y la Quiaca.

Con la muerte de Güemes. San Martín se sintió obligado a declararse derrotado políticamente. Dejaba el resto de las acciones militares bajo la conducción de Simón Bolivar y decidía su auto destierro. El gran proyecto de liberación continental quedaba inconcluso. Es el costo político que la Ciencia Histórica le adjudica, como estigma a la oligarquía salteña.

 

 

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