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La famosa “Silla del Inca”, en el Incahuasi, podría ser un sillón colonial

Así lo plantea una hipótesis del arqueólogo salteño Christian Vitry, tras un exhaustivo estudio del sitio.
Viernes, 04 de junio de 2021 06:56

El yacimiento arqueológico Incahuasi, ubicado en la Quebrada de Incamayo, departamento de Rosario de Lerma, atrae desde hace décadas a visitantes de todo el país y del mundo que buscan conectarse de alguna manera con el espíritu de las comunidades ancestrales, recorrer los senderos del Inca y disfrutar de la inmensidad de las montañas. 
El “Sillón del Inca” es uno de los principales atractivos del sitio. Sin embargo, un estudio arqueológico dirigido por Christian Vitry pone en duda su verdadero origen bajo el título: “Una tiana inca o un sillón colonial”.
Si bien el lugar comenzó a conocerse hace más de un siglo “no ha sido objeto de estudios sistemáticos con la profundidad deseada”, explica el trabajo del investigador de la Universidad Nacional de Salta. Bajo esa penumbra cognitiva, el sillón empotrado en la pared de un ambiente de piedra deteriorado por los siglos y el accionar humano fue siempre conocido como asiento del Inca. Sin embargo, tal vez no lo sea, puede que se trate de una estructura colonial enclavada en el edificio o bien de un objeto que reflejaría un íntimo contacto hispano indígena. 
El estudio aclara que la construcción en su conjunto presenta rasgos arquitectónicos incaicos. Sin embargo, el sillón “remite al concepto europeo de trono, particularmente por el uso de apoyabrazos”.   

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El yacimiento arqueológico Incahuasi, ubicado en la Quebrada de Incamayo, departamento de Rosario de Lerma, atrae desde hace décadas a visitantes de todo el país y del mundo que buscan conectarse de alguna manera con el espíritu de las comunidades ancestrales, recorrer los senderos del Inca y disfrutar de la inmensidad de las montañas. 
El “Sillón del Inca” es uno de los principales atractivos del sitio. Sin embargo, un estudio arqueológico dirigido por Christian Vitry pone en duda su verdadero origen bajo el título: “Una tiana inca o un sillón colonial”.
Si bien el lugar comenzó a conocerse hace más de un siglo “no ha sido objeto de estudios sistemáticos con la profundidad deseada”, explica el trabajo del investigador de la Universidad Nacional de Salta. Bajo esa penumbra cognitiva, el sillón empotrado en la pared de un ambiente de piedra deteriorado por los siglos y el accionar humano fue siempre conocido como asiento del Inca. Sin embargo, tal vez no lo sea, puede que se trate de una estructura colonial enclavada en el edificio o bien de un objeto que reflejaría un íntimo contacto hispano indígena. 
El estudio aclara que la construcción en su conjunto presenta rasgos arquitectónicos incaicos. Sin embargo, el sillón “remite al concepto europeo de trono, particularmente por el uso de apoyabrazos”.   

 

Más allá de la construcción que muchos salteños conocen, el sitio arqueológico en sí es mucho más grande y abarca unas ocho hectáreas, sin contar las áreas de cultivo. Se encuentra ubicado a unos 2.964 msnm.

 

En diálogo con El Tribuno, Christian Vitry explicó: “La estructura ya existía. Es decir todo lo que hace al respaldo y la base que constituye técnicamente la hornacina, que eran como ventanas ciegas en las que se ponían objetos rituales sagrados importantes”. El arqueólogo contó, que en muchos casos cuando eran hornacinas grandes en sus bases se colocaban bultos funerarios, momias de los ancestros u objetos de valor religioso. “En este caso, lo único que se hizo fue agregarle los apoyabrazos, que son una estructura esencialmente europea. Esto, posiblemente, se hizo para reconvertir el lugar y darle una función distinta, aunque de similar importancia”, señaló el arqueólogo salteño.


Vitry aclaró, que esto de ninguna manera significaría una desvalorización del yacimiento, muy por el contrario. “En los apoyabrazos se usaron técnicas incaicas heredadas, pero en función de otra cultura. Eso lo hace aún más interesante. Cuando los incas se retiraron, luego de casi 100 años, su influencia perduró en todo lo que hace a construcción, trazado de caminos, etc”.

 


Con la muerte de Atahualpa en 1533, comienza el desmembramiento del Imperio incaico abriendo paso a un período de transición en la región andina. En época colonial, las tierras del Incahuasi fueron entregadas por Hernando de Lerma a Bartolomé Valero y así pasaron luego a formar parte de una capellanía a mediados del 1700 y hasta el 1850, aproximadamente. El sitio se convirtió en la Capellanía del Incahuasi. La hipótesis planteada por los trabajos de Vitry dan cuenta, que el edificio donde se encuentra el sillón, un tanto retirada del caserío o de residencia, pasó de ser un lugar de gran valor simbólico para los Incas, tumba o lugar de ofrendas, a convertirse en un receptáculo de objetos sagrados durante la capellanía, conservando su relevancia. Allí, el nuevo personaje religioso usó la silla, adosándole apoyabrazos, como símbolo de máximo poder. Esto es algo que pasó en muchos lugares, como en Cusco, donde se construyó la iglesia de Santo Domingo de Guzmán sobre el Coricancha que era el principal templo Inca, también, en muchos lugares de los Andes donde se enclavaron cruces arriba de las apachetas.

Un lugar cargado de historia

El Incahasi ya era un sitio de gran importancia en tiempos prehispánicos, luego lo fue con los incas y posteriormente en épocas de la capellanía. Vitry recordó que para el Imperio el lugar tenía gran relevancia geopolítica. Antes de su llegada, el principal centro de la actividad comercial y política era Tastil, que articulaba dos grandes regiones como la Quebrada de Humahuaca y el Valle Calchaquí. Allí convergían caravanas que llegaban desde distintos puntos del continente, es por eso que se hallaron desde conchas del Pacífico hasta productos de la selva. “Cuando llegaron los incas, desarticularon su funcionamiento y lo dividieron en tres asentamientos de relevancia geopolítica para controlar toda la región, como lo fueron Potrero de Payogasta, que monitoreaba los pasos de la Puna al Valle Calchaquí; El Moreno, cerca de Salinas Grandes, que dominaba los pasos de la Quebrada de Humahuaca a la Puna y el Incahuasi, principal vía de circulación hacia el Valle de Lerma y de conexión con el Valle Calchaquí y la Puna. Era un embudo geográfico para los incas. De esta manera controlaban todo el movimiento”, detalló el investigador. 

Silla o trono  

En la descripción del recinto donde se halla el sillón del Inca, Vitry habla de una estructura rectangular de unos 4,5 x 2,5 m. La altura de las paredes es de 2,5 m y el ancho de los muros de 0,60 m. La habitación posee una puerta de acceso de forma trapezoidal. Se conservan todavía tres tirantes del techo. Las paredes poseen revoque interno y externo de barro batido y mezclado con paja amarilla, también denominada iru, iro e ichu, describe el informe.
En la hornacina central (hueco en la pared) es donde se encuentra la “Silla”. La base del asiento -señala el estudio- es una laja rectangular empotrada en el muro de 102 x 52 cm, la cual, por sus dimensiones, fue puesta allí durante la construcción del mismo. En ambos costados del asiento se colocaron lajas rectangulares apiladas y unidas con mortero de barro, a modo de apoya brazos. 

Los estudios en el Incahuasi

Desde fines del siglo XIX, referencia Atilio Cornejo, se sucedieron una serie de estudios del Incahasi de manos de intelectuales como Martín Leguizamón, Carlos Burmeister, Eric Boman y Walter Aiotz, entre otros. Pero quizás el primer trabajo que intentó profundizar las investigaciones fue el de Ana Fernández (1978), quien relevó el sector de colcas rectangulares y otras estructuras aledañas; finalmente, el último estudio realizado en Incahuasi dio como resultado el primer plano general del sitio donde se realizaron descripciones arquitectónicas y sectorizaciones, y estuvo a cargo de Christian Vitry.
Algunas fuentes históricas confirman que sitio fue parte del trayecto seguido por los primeros españoles que ingresaron al Tucumán. “En 1535 ingresa Diego de Almagro en la búsqueda de nuevas riquezas... Siguiendo el camino del Inca se introduce en el Valle Calchaquí y de allí pasa a Chile. De esta primera incursión española en el Valle sólo habrían quedado en Chicoana algunas gallinas de Castilla”, indica un texto de Mata de López. 
El itinerario seguido por Diego de Almagro y posteriores conquistadores como Diego de Rojas “posee algunos lugares claves cuyas toponimias (nombres) coinciden con las actuales, como también otros que cayeron en el olvido. Sin embargo, los derroteros seguidos por los ibéricos fueron a través del camino del Inca en sus múltiples variantes, por lo que es factible que las huestes de Almagro hayan ingresado al Valle de Lerma pasando por Incahuasi”, señala el estudio del salteño.

Un sitio que necesitas ser preservado


El sitio Incahuasi debe preservarse por ser un yacimiento arqueológico. Estas ruinas fueron declaradas Monumento Histórico Nacional el 10 de diciembre de 1945. Pero en la práctica, lamentablemente, está desprotegido y a merced de la consciencia o inconsciencia de los visitantes. En los últimos tiempos surgió una normativa municipal en Campo Quijano, que impide el acceso de motociclistas al Camino del Inca o Qhapaq Ñan. De acuerdo a los expertos, la circulación por los caminos del inca con este tipo de vehículos, provoca una degradación del terreno. Por otra parte, mucha gente que practica trekking llega hasta el sitió y suele sentarse sobre el sillón para tomarse una selfie, y hasta algunos se suben a los muros en ruina. Este tipo de conductas acelera el deterioro de este importantísimo tesoro  arqueológico que alberga Salta.


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