¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

17°
26 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La sociedad les dijo:"Preferiría no hacerlo"

Domingo, 19 de septiembre de 2021 01:59

En 1853, Herman Melville publicó "Bartleby, el escribiente", un cuento maravilloso y hasta en cierta manera kafkiano, aún cuando Franz Kafka todavía tardaría otros veintisiete años en nacer.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

En 1853, Herman Melville publicó "Bartleby, el escribiente", un cuento maravilloso y hasta en cierta manera kafkiano, aún cuando Franz Kafka todavía tardaría otros veintisiete años en nacer.

Bartleby es uno de esos personajes que viven al margen de la vida, que mira extrañado al mundo exterior desde la ventana y que trabaja en un escritorio tras un biombo.

 

Alguien que no va a ningún lado ya que vive en la oficina; alguien de quien no se sabe ni quién es ni de dónde viene ni si tiene algún pariente vivo; alguien que no habla a menos que se le pregunte algo. Que se toma interminables pausas para contestar a cualquier requerimiento y que, cuando lo hace, sólo dice "preferiría no hacerlo".

Estas palabras sencillas, pero a la vez dramáticas, tienen la potencia necesaria como para cambiar el mundo. Gilles Deleuze diría tiempo después que "tienen la capacidad de cambiar el idioma de los demás".

Imaginemos qué distinto sería nuestro país y nosotros si, simplemente, fuéramos capaces de decir "preferiría no hacerlo" ante varias situaciones.

Aprender a poner barreras

Imaginemos qué distinto podría ser el país si el Presidente de la Nación se pusiera los pantalones largos de una vez y le dijera a su vicepresidenta, su subordinada de acuerdo con la Constitución Argentina: "Preferiría no hacerlo", ante sus requerimientos, reclamos o planteos siempre fuera de lugar.

¿O acaso la política está por encima de la Constitución Argentina y un vicepresidente tiene más poder que un presidente?

Si ese fuera el caso, el señor Presidente de la Nación debería hacerse a un lado y dejar que ejerza el poder quien no fuera votada para ejercer la presidencia pero que detenta el poder real. O que cree hacerlo. O que parecía detentarlo hasta los resultados sorpresivos y abrumadores de las últimas PASO.

Pero que es capaz, aún después de semejante derrota, de haber desatado ella y sus esbirros imberbes una de las crisis institucionales más graves para el país desde la hecatombe de 2001.

"Preferiría no hacerlo" podría ser la respuesta del Presidente ante el descalabro institucional, político, económico y social en el que la vicepresidenta nos está sumergiendo con su desafío, cinismo y total falta de empatía por los problemas de los argentinos.

Pero es sabido que todos estos personajes son caricaturas salidas de obras rabelesianas y que han llevado tan lejos el arte de la mentira y de la obliteración que es imposible saber cómo piensan. Lo que sí sabemos es que no están obrando en pos del bien común ni en el de construir un país mejor. A pesar de todo lo que puedan declamar. No importa qué digan, ya quedó claro que no les importamos nada de nada.

Pero no. Llegaron a un acuerdo que solo posterga la pelea para más adelante. Porque la cuestión de fondo sigue sin ser resuelta. Aunque esto debilite aún más la imagen del presidente y la de todo su gabinete; no importa cuántas veces lo renueven y lo relancen.

Si les importáramos; ¿cuántos menos fallecidos hubiéramos tenido por la pandemia del COVID si los funcionarios hubieran dicho "preferiría no hacerlo" antes de defender "el proyecto ruso"?

¿O si hubiéramos tenido legisladores que le hubieran dicho "preferiría no hacerlo" a la legisladora Cecilia Moreau cuando esta agregó la palabra "negligencia" en el proyecto de ley, dejando sin vacunas a millones de personas; entre ellos una cantidad apabullante de chicos con comorbilidades?

¿Cuántos menos fallecidos hubiera habido si los vacunados VIP solo hubieran dicho "preferiría no hacerlo" ante la oferta de acceder a una vacuna que no les correspondía?

¿O si funcionarios probos hubieran contestado lo mismo a los burócratas que plantearon la necesidad de instalar vacunatorios VIP o vacunatorios militantes?

O cuando el Gobierno, que tiene una facilidad asombrosa -y atroz- para confundir gobierno con Estado y bienes y recursos del Estado con bienes y recursos de libre disponibilidad para su uso partidario y/o personal; la persona responsable por la correcta administración y uso de esos bienes en correcto ejercicio de los deberes de un funcionario público dijera: "Preferiría no hacerlo".

¿Cuánto más valor moral tendría hoy el Presidente si hubiera hablado con su pareja y le hubiera dicho "preferiría no hacerlo"; en vez de organizarle una fiesta de cumpleaños; contraviniendo su propio decreto, cometiendo un delito y vaciando de todo valor a la palabra presidencial?

Vaciando la democracia

Imaginemos qué distinto podría ser todo si el Congreso de la Nación ante el pedido de avasallamiento expreso a la Constitución le negara al Presidente cada solicitud de un DNU diciéndole: "Preferiríamos no hacerlo". Sin violencia, sin gritos, sin apasionamientos ni reales ni fingidos.

Sin esos actos caricaturescos y de vodevil barato a los que parecen ser tan afectos nuestros legisladores de cualquier signo. 
Un simple y tranquilo “preferiríamos no hacerlo”. 
Nada más.
Hoy sabemos que, mientras el país se clausuraba; mientras quedaban prohibidos los encuentros familiares incluso en nuestros propios domicilios; mientras los colegios y universidades se cerraban y se inauguraba la famosa enseñanza virtual que generaría una brecha educativa y social insalvable; mientras no podíamos velar a nuestros deudos; mientras los bares, restaurantes, peluquerías y comercios bajaban las persianas; para esa misma época, a la quinta de Olivos entraban distintas personas cuya presencia es inexplicable y bochornosa y que registran más ingresos a la quinta presidencial que los propios ministros del gobierno. 
¿Cuánto mejor hubiera sido si todas esas personas hubieran dicho “preferiríamos no hacerlo” al ser convocados de manera tan espuria a la quinta presidencial? 
Imaginemos cuán distinto podría haber sido todo si, nosotros, como sociedad, les hubiéramos hecho saber con calma y en paz que “preferiríamos no hacerlo” ante la locura e irracionalidad que significó mantener la cuarentena más larga del mundo obteniendo, a cambio, una de las caídas económicas más pronunciadas del planeta (10%) a pesar de los 115.000 fallecidos; un 35% de desempleo; el 50% de pobreza y un millón y medio de chicos desconectados del sistema educativo en 2020. ¿Cuántos más habrá en 2021...?
O si los jueces, ante la suelta masiva de presos, hubieran dicho “preferiríamos no hacerlo”. 
Y ahora lo más extraño de todo. Con casi la misma cantidad de casos por la cual consideraron que era necesario “cerrar el país” hoy, con esa misma cantidad de casos, con menos del 45% de la población vacunada con las dos dosis y menos del 65% vacunados con una única dosis; ante el advenimiento de la variante Delta y la incipiente variante Mu; ahora si, decidimos abrir todo. 
Decidimos que ya está. 
Que es hora de abrirnos a la vida, hora de recuperar la libertad, la economía y la alegría. Ahora si ya era tiempo de ir por “la vida que queremos”. 
Y, ante todo esto, la sociedad ensayó su primer “preferiríamos no hacerlo”. 
Es legal y legítimo poder decir que no. Se puede decir “preferiría no hacerlo” a nivel individual y “preferiríamos no hacerlo” a nivel colectivo. Eso es el derecho a la expresión, al pensamiento crítico y distinto y el derecho que tenemos como ciudadanos a ubicar a nuestros dirigentes en su lugar. El que les corresponde por la ley y la Constitución. 
No el que ellos creen que deben o que deberían tener. No el que ellos se otorgan con tanta liviandad y sin ninguna oposición. Ejerciendo nuestro derecho a una libertad responsable. 

Tener lo que hay que tener 

Pero claro. Hay que tener lo que hay que tener para oponerse al poder. Y mucho más cuando este es ejercido de una manera tan irracional y totalitaria. 
Pero, aún así, como Bartleby; pudimos ensayar nuestro primer “preferiría no hacerlo”. Y empezamos a cambiar el lenguaje de todos. 

Quizás porque en el momento más terrible de nuestro devenir pasamos por la campaña electoral más burda de nuestra historia. Vacía de ideas, de contenidos, de toda frase inteligente por parte de partidos políticos erosionados y vacíos de conceptos, de ideologías, de épica y de conductores. Pero, en la erosión de las formas, de las ideas y de los contenidos está el huevo de la serpiente. 
A la democracia se la puede vaciar desde adentro dejando sólo el “ritual electoral”. No hacen falta gestos antidemocráticos para hacer fracasar a la democracia. 
Sólo bastaba con seguir por el rumbo que se insinuaba y ante el cual sonó un atronador y sorpresivo “preferiríamos no hacerlo”. 
Y ante el cual todavía hay gente que parece querer ignorar el ensordecedor grito de las urnas.
Y así como el gobierno tenía el desafío de escuchar estas nuevas palabras jamás esperadas por parte de una sociedad que creían dormida y dominada y que sigue desoyendo; la oposición tiene la responsabilidad de no subirse al triunfalismo fácil y entender que no se les dio un cheque en blanco. 
Los buenos resultados de “outsiders” como Milei y Manes hablan de la necesidad de una renovación. 
Pero tampoco ellos ni Manes ni Milei deberían creerse los salvadores de la Patria, dejar de hablar de la “reconstrucción nacional” palabras que se pronuncian desde 1860 y, sobre todo, dejar de autoproclamarse como candidatos a 2023 cuando todavía quedan más de dos años tan largos y tan complejos por delante.
 Quizás debamos comenzar a acostumbrarnos a decir más seguido, ante cada barquinazo y cada desatino: “Preferiríamos no hacerlo”. 
Nada más. Ni nada menos.

 

PUBLICIDAD