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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Hebe de Bonafini, una luchadora que no llegó a entender la democracia

Temperamental y contradictoria, la presidenta de las Madres de Plaza de Mayo murió ayer, a los 93 años.Pudo convertir la tragedia familiar en una militancia que la llevó a enfrentar a una dictadura brutal.
Lunes, 21 de noviembre de 2022 01:43

Ayer por la mañana, próxima a cumplir 94 años, falleció Hebe Pastor de Bonafini, presidente y emblema de las Madres de Plaza de Mayo. De origen humilde, con escasa escolaridad y una personalidad fuerte e intransigente, perdió a sus dos hijos varones, Jorge y Raúl, y a su nuera, secuestrados y desaparecidos a manos de los grupos de tareas que llevaron a cabo la represión clandestina e inhumana dispuesta por la última dictadura.

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Ayer por la mañana, próxima a cumplir 94 años, falleció Hebe Pastor de Bonafini, presidente y emblema de las Madres de Plaza de Mayo. De origen humilde, con escasa escolaridad y una personalidad fuerte e intransigente, perdió a sus dos hijos varones, Jorge y Raúl, y a su nuera, secuestrados y desaparecidos a manos de los grupos de tareas que llevaron a cabo la represión clandestina e inhumana dispuesta por la última dictadura.

La tragedia no la doblegó, pero atravesó su vida. Fue una de las primeras en sumarse a las rondas de los jueves en Plaza de Mayo, una protesta silenciosa y en sus comienzos minoritaria, que los militares en el poder no pudieron impedir, como tampoco lograron silenciar el mensaje que esas mujeres del pañuelo blanco trataban de transmitir al mundo. Tampoco la amedrentaron los secuestros y asesinatos de la fundadora del movimiento, Azucena Villaflor, y de las religiosas francesas, Alice Domon y Leonie Duquet, y en diciembre de 1977. De ese modo, esa protesta cobró enorme proyección durante el campeonato mundial de fútbol de 1978.

A partir de 1979, el presidente estadounidense James Carter condenó el terrorismo de Estado, promovió la visita a la Argentina de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, exigió conocer el paradero de miles de desaparecidos y puso el frente de la subsecretaría de los Derechos Humanos en el Departamento de Estado a Patricia Derian, cuya presencia en el país logró filtrar algo de luz en el hermetismo que imponía la dictadura.

La marcha de las Madres empezó a tener efectos multiplicadores a medida que la mala gestión económica y las profundas fisuras internas desmoronaban las ilusiones refundacionales de las Fuerzas Armadas y las arrastraban al colapso posterior a la Guerra de las Malvinas. Ya en ese ciclo de decadencia, en 1980, el ex detenido desaparecido y militante por la aparición de los secuestrados, Adolfo Pérez Esquivel, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz.

Fruto de su tiempo

Hebe de Bonafini no llegó a percibir el viraje que estaba dando el país ni a valorar qué naciones y qué sistema se hacían eco de las luchas de las Madres. Ella fue un fruto de su tiempo, y se aferró a las certezas establecidas a fuego durante los 53 años de golpismo, que tuvieron su punto de partida en 1930, cuando ella tenía dos años. Esa intuición de la realidad nacional, que se le aparecía como rígida y absoluta, le impidió valorar la conducta, tan heroica como la de las Madres, que hizo posible que el gobierno de Raúl Alfonsín pudiera llevar a prisión a las cúpulas militares cuando todavía tenían una cuota altísima de poder. Hebe de Bonafini nunca comprendió la esencia de la democracia, ni el valor de la división de poderes y de una Justicia capaz de quebrar medio siglo de autoritarismo y condenar atropellos del Estado como nunca antes, ni después, ninguna otra Nación lo hizo. Por eso las Madres no colaboraron con la Conadep ni diferenciaron a Alfonsín de Italo Lúder, que junto con todo el peronismo apoyaban a autoamnistía dispuesta por los jerarcas militares. Una complacencia de la que participaron Néstor y Cristina Kirchner, quienes se interesaron por los organismos de Derechos Humanos recién a partir de treinta años después, cuando tomaron como propias unas banderas que les permitían entramar su propio relato.

Símbolo indiscutible de una lucha noble, Hebe opacó profundamente su imagen al celebrar el terrorismo, tal como ocurrió cuando se produjo el atentado contra las Torres Gemelas, también, cuando apoyó a la ETA o a las FARC. Su identificación con los Derechos Humanos quedó desmerecida reiteradamente al exaltar las dictaduras de Fidel Castro y el chavismo. Sus ataques a la Justicia, en solidaridad con los intereses personales de Cristina Kirchner, y sus llamadas a la sublevación contra los magistrados o, en su momento, contra el Gobierno de Mauricio Macri, fueron gestos que la mostraron muy lejos de la construcción de la democracia que, a tientas, el país viene intentando desde 1983.

Es probable que ella hay intentado reencarnar lo que, imaginaba, era el proyecto y la militancia de sus hijos desaparecidos. Por eso sostuvo que las Madres de Plaza de Mayo tenían un partido, que es el kirchnerismo. Sin embargo, es muy poco lo que tienen en común la militancia rentada de esa corriente con las organizaciones revolucionarias, armadas o no, que alcanzaron protagonismo a partir de mediados de los '60, y que fueron el objetivo del terrorismo de Estado..

A lo largo de los años '80, con el fin de las dictaduras latinoamericanas y el progresivo desmembramiento de los sistemas socialistas del Este europeo y de Asia, la economía global , las relaciones internacionales y los sistemas políticos cambiaron al ritmo del surgimiento de nuevos valores en Occidente y, al mismo tiempo, de los fundamentalismos terroristas.

Ese cambio se le escapó a Hebe, como también a corrientes políticas autopercibidas progresistas, pero que en realidad piensan el presente desde un pasado mitificado. Probablemente por eso, jamás entendió a Mandela, al Mahatma Gandhi, a Luther King o a la socialdemocracia. Hebe de Bonafini fue una mujer valiente y polémica, con capacidad de liderazgo y enormes limitaciones para entender que los Derechos Humanos exigen capacidad de convivencia, dentro y fuera de las comunidades ideológicas. Por eso, dividió a las Madres, jamás pudo compartir la lucha con Estela de Carlotto y, en cambio, se sumó a un populismo que tiene como premisa la profundización de la grieta. Sin embargo, nadie podrá discutir su heroísmo, que le permitió enfrentar con otras madres, y sin apoyo de una sociedad desconcertada, a una dictadura sanguinaria e intransigente. Ese temperamento y a pesar de sus contradicciones, Hebe fue protagonista de una época en la que los derechos humanos avanzan con los mismos tropiezos que la democracia.

 

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