¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

16°
27 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Olvidos y desencuentros que frenaron el ideal patrio

Martes, 08 de febrero de 2022 03:00

El presente de nuestra Argentina, signado por una elevadísima tasa de inflación, desempleo, inseguridad, narcotráfico, femicidios, pésima calidad educativa, entre otras lacras, nos lleva a reflexionar el origen, analizando los caminos recorridos, que en muchas oportunidades no nos condujeron a buen puerto. 
Uno de los motivos de nuestros desencuentros se debe a la cristalización casi mítica que cada uno de los grupos forjaron en los acontecimientos que tejieron en la trama de la historia de la Patria.
En el origen de nuestra historia, hubo un objetivo común: un grupo de hombres buscaba la emancipación de España. Empero, en el transcurso del tiempo, los proyectos, los pensamientos, las ideas se fueron alejando cada vez más de la realidad, en la que el pasado es sedimento irrevocable.
El desencadenante, la Revolución de Mayo fue hecha por el pueblo de Buenos Aires, él destituyó al Virrey, jefe de todas las gobernaciones intendencias e instituyó una Junta para el vecindario porteño. La Revolución se hizo sin la asistencia de los pueblos del interior. De todos modos, las provincias querían lo mismo que Buenos Aires: ser libres de toda dominación autocrática y colonial.
En aquellos remotos días, el objetivo de la Independencia era compartido por Buenos Aires y todas las provincias. Cabe consignar que, el hecho que la revolución se diera físicamente en Buenos Aires no quiere decir que no existiera con anterioridad espíritu revolucionario. Ejemplo de ello fue el movimiento del 15 de mayo de 1809 en Chuquisaca, con gran repercusión popular, al que le siguió otro de mayor trascendencia el 16 de julio del mismo año en La Paz, en que se instauró la conocida Junta Tuitiva compuesta exclusivamente por americanos.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El presente de nuestra Argentina, signado por una elevadísima tasa de inflación, desempleo, inseguridad, narcotráfico, femicidios, pésima calidad educativa, entre otras lacras, nos lleva a reflexionar el origen, analizando los caminos recorridos, que en muchas oportunidades no nos condujeron a buen puerto. 
Uno de los motivos de nuestros desencuentros se debe a la cristalización casi mítica que cada uno de los grupos forjaron en los acontecimientos que tejieron en la trama de la historia de la Patria.
En el origen de nuestra historia, hubo un objetivo común: un grupo de hombres buscaba la emancipación de España. Empero, en el transcurso del tiempo, los proyectos, los pensamientos, las ideas se fueron alejando cada vez más de la realidad, en la que el pasado es sedimento irrevocable.
El desencadenante, la Revolución de Mayo fue hecha por el pueblo de Buenos Aires, él destituyó al Virrey, jefe de todas las gobernaciones intendencias e instituyó una Junta para el vecindario porteño. La Revolución se hizo sin la asistencia de los pueblos del interior. De todos modos, las provincias querían lo mismo que Buenos Aires: ser libres de toda dominación autocrática y colonial.
En aquellos remotos días, el objetivo de la Independencia era compartido por Buenos Aires y todas las provincias. Cabe consignar que, el hecho que la revolución se diera físicamente en Buenos Aires no quiere decir que no existiera con anterioridad espíritu revolucionario. Ejemplo de ello fue el movimiento del 15 de mayo de 1809 en Chuquisaca, con gran repercusión popular, al que le siguió otro de mayor trascendencia el 16 de julio del mismo año en La Paz, en que se instauró la conocida Junta Tuitiva compuesta exclusivamente por americanos.

En Salta, se constituyen en paladines de las ideas emancipadoras Francisco de Gurruchaga y José de Moldes, quienes acababan de regresar de Europa, donde se vincularon con otros americanos para madurar la idea de la Independencia Americana y las estrategias a seguir para lograrla. Estos jóvenes asumen la patriótica misión de concientizar a sus conciudadanos de la situación de la Metrópoli y de los pasos que debían concretarse para alcanzar la meta de la emancipación.
En su origen, la palabra Patria implicaba un contenido americanista. No se avizoraba la fragmentación en localismos antagónicos.
La diversa respuesta a la convocatoria de la Junta porteña a sumar los diputados de las provincias, signó el inicio de las campañas militares y el desplazamiento de las tropas hacia el interior. A poco de andar, las diferencias entre porteños y provincianos empezaron a manifestarse y el objetivo primigenio, empezó a evidenciar fisuras en las ideas y su aplicación política.
 </SUBTITULO>Un sospechoso olvido 
En 1810, en nuestra Patria chica, Diego José de Pueyrredón, teniente gobernador de Jujuy dispuso que el teniente Güemes se dirigiera a la Quebrada de Humahuaca con el objetivo de clausurar esta entrada para toda comunicación entre los enemigos de la Junta porteña.
Las fuerzas de Güemes aumentaban constantemente con milicianos jujeños, tarijeños y salteños, componiéndose de 800 hombres, cuando el Ejército Auxiliar del Perú, enviado por la Junta al mando de Antonio González Balcarce arribó a la quebrada. Güemes se incorporó a este ejército en octubre de 1810 y las fuerzas avanzaron. El 27 de octubre la tropa patria atacó a las fuerzas de Nieto en Santiago de Cotagaita, pero el ataque fue rechazado.
El 7 de noviembre el ejército auxiliar se detuvo en Suipacha y enfrentó sorpresivamente a los realistas. La división de Güemes fue la que llevó el peso del ataque, obteniéndose un amplio triunfo al conseguir que el enemigo huyera en desorden. Sin embargo, los jefes del ejército que comunicaron a Buenos Aires la nueva de la victoria no hicieron mención de esta acción. El parte oficial silenció el nombre de Martín Güemes. Las narrativas posteriores olvidaron consignar su presencia en la primera gran victoria del Ejército de la Patria. 
Nuestro prócer ha tenido el raro destino de no obtener pleno apoyo de los gobiernos de la Nación y de los generales que fueron del Ejército Auxiliar del Alto Perú.
A doscientos años de su muerte, tampoco el pueblo de Salta ha tributado el 7 de noviembre pasado el homenaje que hubiera reivindicado el rol esencial de Martín Güemes en la primera victoria de la Patria. Su brillante victoria no fue reivindicada para la Historia y para Salta. El desfile cívico militar que debimos hacer en la provincia, especialmente el año pasado, no se hizo. 

Injusto apartamiento 

Juan José Castelli, quien se había incorporado al ejército con amplias facultades de la Junta, ordenó a Güemes que partiera al frente de 150 hombres a tomar posesión del baluarte de Cinti, en la Intendencia de Charcas. 
El 8 de enero de 1811 en Potosí, Güemes fue separado del Ejército Auxiliar y su división distribuida entre las otras divisiones. Luis Güemes atribuye esta decisión a que el prócer criticó la demora del Ejército Auxiliar en avanzar después de Suipacha cuando el enemigo estaba debilitado y que, al enterarse Castelli de este proceder, decidió darlo de baja de la fuerza que comandaba. Una funesta decisión que signó para las armas de la Patria una década de confrontación bélica con la consecuencia de un quebranto general de la provincia y de sus empobrecidos habitantes.

Un sector de poder centrado en intereses del puerto que no asumió el momento histórico en el tiempo y en el espacio en que se jugaba el destino de los territorios del otrora Virreinato del Río de la Plata. Martín Güemes regresó a Salta, pero en todo momento manifestó la intención de cumplir el sagrado objetivo de empuñar las armas hasta conseguir la libertad de nuestra tierra, a pesar de la incomprensión de sus superiores. En marzo de 1811, el presidente de la Junta subalterna, Mariano Ramón de Saravia, le confió una misión en el Ayuntamiento jujeño. Luego partió hacia Salta, lugar en el que se tuvo noticias de la derrota de Huaqui, ocurrida el 20 de junio. Se le encomendó partir de inmediato a la Quebrada de Humahuaca, comandando un destacamento, a contener a los desertores. El 23 de julio, la Junta dispuso que Güemes fuese incorporado al Ejército Auxiliar del Perú.
En septiembre junto a Juan Martín de Pueyrredón, quien había retirado en Potosí el parque y los caudales del erario real, siguieron la ruta de Baritú hasta Orán y luego, hasta Campo Santo. En enero de 1812, Güemes interviene en el ataque dispuesto por Díaz Vélez a la vanguardia enemiga en Suipacha - Nazareno. Al ser rechazado el ataque y disponerse la retirada, se le encomendó volver a Tarija, recuperar la ciudad, que había sido tomada por partidarios del Virrey Abascal y restablecer la Junta subalterna, hecho que concretó el 18 del mismo mes de enero.
Continuó prestando servicios hasta octubre de 1812, cuando fuerzas ocultas y arteras vertieron sobre él maledicencias que le valieron su segundo ostracismo, esta vez con destino a Buenos Aires. Esta ausencia del terruño, nos privó de su presencia en la Batalla de Salta.

La reivindicación 

El 20 de febrero de 1814, San Martín había reemplazado a Belgrano como general en jefe del Ejército auxiliar y se hallaba en Tucumán. El futuro Libertador de los Andes fue el artífice de la reivindicación a nuestro prócer y en ese mismo día, designó a Güemes comandante de las avanzadas del río Pasaje.
En su derrotero, recorrió la región y se aproximó paulatinamente a la ciudad de Salta ocupada por el enemigo. El 29 de marzo, Güemes y sus milicias derrotaron en El Tuscal de Velarde, en las proximidades de Salta, al coronel Juan Saturnino Castro.
Días después, San Martín convocó a Güemes a Tucumán, oportunidad en la que le confirió el comando general de todas las avanzadas. De inmediato quedó Güemes en condiciones de planificar en territorio salto jujeño la guerra gaucha. 
Así se abrió un nuevo capítulo en la gesta güemesiana. Nuevas acciones, entre ellas la de Puesto del Marqués le significaron su ascenso a coronel graduado. Posteriormente sería designado coronel comandante del Cuerpo Militar de los Paisanos de la Campaña de la Provincia de Salta. 

El gobernador y la guerra 

Después del triunfo del Puesto del Marqués, José Rondeau, jefe del Ejército auxiliar, le hizo saber que debía poner sus milicias a las órdenes de Martín Rodríguez. Güemes respondió retirándose con sus gauchos en dirección a Salta, retirando de Jujuy fusiles de la Maestranza. Este hecho, sería la fuente de un nuevo conflicto. Al llegar a Salta se encontró con la novedad de que el Cabildo estaba en posesión del mando gubernativo. Una petición popular congregado en las proximidades de la Sala Capitular, bregaba por la elección de gobernador. Ante la insistencia del pueblo, el Cabildo dispuso que los ciudadanos congregados, votaran, resultando electo casi por una general votación el señor coronel don Martín Güemes. Como gobernador anexo al mando militar, implicó que entre el 6 de mayo de 1815 y el 17 de junio de 1821, se sumaran nuevos conflictos, como la asonada de José Rondeau en marzo de 1816 que puso en vilo a la ciudad y preocupó a los congresales de Tucumán. La firma del Pacto de los Cerrillos puso fin a un episodio que amenazó la seguridad interior y la labor del Congreso.
La extenuante y dilatada campaña por la independencia, dividió a los habitantes de la tierra salteña. La economía de guerra puso en jaque al comercio. La carga impositiva y los empréstitos hicieron temblar los ideales. Se formó un foco opositor. 
Tras el colapso del gobierno central, luego de la fallida Constitución de 1819, no encontró eco en los gobernadores de las provincias en su pedido de auxilio para llevar al ejército en apoyo de San Martín en el plan que este trazara en procura de lograr la libertad de América. Es necesario recordar que la Independencia se proclamó en nombre de las Provincias Unidas de la América del Sud. Empero el ideal de una emancipación americana, colapsó frente a los intereses particulares, a los localismos, a los personalismos. El ideario güemesiano no fue comprendido ni apoyado. El epílogo de las posturas antagónicas fue que una bala artera tronchó su joven vida. 
Nuestro presente arrastra nuevos desencuentros y mezquindades que nos conducen a un trágico y funesto futuro. Los ideales de Martín Güemes deberían ser reivindicados, pensados desde el presente, y tomados como motor de nuestro futuro. 
 

PUBLICIDAD