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Antonio tiene 65 años, es de Kazajistán y recorre el mundo en bici: "En Salta me siento salteño"

Ya recorrió 82 países, de cinco continentes, y su meta es llegar a 100. "Lo peor es cuando preguntan de donde venís y a dónde vas, pero nadie te pregunta como estás, cual es tu propósito. Hay un vacío", expresó.
Lunes, 30 de mayo de 2022 21:59

Antonio de Padua tiene 65 años, nació en Kazajistán, país de Asia central y recorre el mundo en bicicleta. Se define como un “aventurero” y lleva adelante una travesía arriba de dos ruedas. Ya recorrió 82 países de cinco continentes, a lo largo de 30 viajes y su meta es llegar a 100. 

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Antonio de Padua tiene 65 años, nació en Kazajistán, país de Asia central y recorre el mundo en bicicleta. Se define como un “aventurero” y lleva adelante una travesía arriba de dos ruedas. Ya recorrió 82 países de cinco continentes, a lo largo de 30 viajes y su meta es llegar a 100. 

América Latina ha sido su principal objetivo de visitas. Tiene ciudadanía brasileña y reside en Rusia. Ha visitado más de una vez Argentina. Ahora es el turno, nuevamente, de Salta.

“Aquí en Salta me siento salteño, como si estuviera en mi casa. Le tengo un gran cariño por su receptividad, tanto de las instituciones como del pueblo en general. En el Balneario Xamena me proporcionan morada y estoy muy agradecido”, expresó a El Tribuno. 

El hombre conoció la provincia en 1986 y regresó en 2007. Ese año vivió nueve meses aquí. Luego volvió en 2018. 

 


 

Refugio

La vida no ha sido fácil para Antonio. Nació en marzo de 1957 y como refugiado, junto a su padre, un físico, se trasladaron a América Latina. En Brasil obtuvo la ciudadanía como refugiado político, posteriormente vivió en 18 países. 

La pasión por el ciclismo nació en su adolescencia. Su viaje interminable comenzó cuando tenía 15 años. A partir de ese momento se transformó en un promovedor del uso de la bicicleta. Busca generar conciencia donde sea que vaya -dice- sobre cuestiones fundamentales para una sociedad más ecuánime en sentido político y humano. 

“A partir del rol de mi padre y creo que de mi necesidad como refugiado es que se despierta mi objetivo de viajar por el mundo, de encontrar un lugar no para establecerse, pero si para escapa de lo que era un muro, barrera”, contó. Pero añadió que no se sintió víctima de represiones.

“Salí del bloque soviético y jamás me sentí reprimido por expresar mis ideas. Mi padre fue mi mentor”, dice. 
Así es como Antonio recorre el mundo, con el objetivo de sumar experiencias y compartir vivencias. Estudió ciencias sociales y políticas en universidades de Brasil, México y Rusia. Se dedicó a la docencia e investigación, en la búsqueda de nueva visiones con respecto a las transformaciones ‘naturales‘ de los tiempos. Tiene siete hijos. 

“Preferí abandonar los paradigmas académicos y abocarme a la bicicleta. En comunión con este revolucionario vehículo de dos ruedas busco promocionarlo como factor único en la movilización y movilidad urbana como forma de humanización”, manifestó.

Añadió que no tiene expectativas ideológicas y que su único compromiso es compartir su historia. “Todo es un desafío para mí. Como refugiado político nunca tuve patria. Tal vez sea ese uno de los principios de vivir de un lado para el otro pero no de forma marginada sino totalmente consciente. Mi infancia me ha transformado en un ser responsable en mis destinos”, hizo hincapié. Ahora planea viajar a México y luego Europa. 


La diferencia

Sostuvo que hay mucha gente que viaja en bicicleta, pero que no ve que hagan una gran diferencia en el uso del vehículo. “Observo que no hay una influencia de estos viajeros con respecto al uso de la bicicleta y si veo que el uso se ha vuelto un marketing. Viajan para ser vistos. Lo peor es cuando los demás preguntan de donde venís y donde vas, pero nadie te pregunta como estás, cual es tu propósito. Hay un vacío”, recalcó. 

Considera importante el concepto de dar continuidad al uso de la bicicleta. “Antes era un vehículo utilizado por mucha gente para ir a cualquier lado, incluso para cargar cosas. Hay que crear conciencia, recuperar la memoria, la bici no es para caretear. Hay bicis que valen más que autos. Muchos compran una nueva, cara y alimentan el mercado nada más”, señaló.

Manifestó que observa que en Salta las bicisendas son poco usadas. “Hay una resistencia de las personas que prefieren el auto. Hay que organizar charlas con choferes de colectivos, remiseros y taxistas porque no respetan al ciclista”, reflexionó.
Aseguró que la bicicleta da la posibilidad al ser humano de educar sus necesidades, de usar lo necesario y que “hay que parar de ver a los cicloviajeros como estrellas”.

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