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26 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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Chango Spasiuk: “La verdadera raíz está conectada con todo, celebro la pureza de la mezcla”

El músico misionero se presenta este jueves, a las 21, en el Teatro Provincial de Salta, con entrada libre y gratuita; con más de 30 años sobre los escenarios, dice: "Vamos a ir de Cocomarola a mis composiciones y de mis composiciones a las de Astor, a las de Spinetta...". En diálogo con El Tribuno, el acordeonista que ha caminado por el continente y el mundo habla de su arte, de las tradiciones y de los encuentros.
Lunes, 09 de mayo de 2022 21:44

En el Chango Spasiuk conviven muchos universos, la dimensión profunda de América, Tránsito Cocomarola, Astor Piazzolla, Luis Alberto Spinetta y el encuentro/ abrazo con otras culturas del mundo, propias también a partir de los ancestros venidos de lejos. A lo largo de más de 30 años, su desarrollo musical fue acompañado por un gran compromiso con lo propio.

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En el Chango Spasiuk conviven muchos universos, la dimensión profunda de América, Tránsito Cocomarola, Astor Piazzolla, Luis Alberto Spinetta y el encuentro/ abrazo con otras culturas del mundo, propias también a partir de los ancestros venidos de lejos. A lo largo de más de 30 años, su desarrollo musical fue acompañado por un gran compromiso con lo propio.

Con voz tranquila atiende el teléfono desde Buenos Aires. La comunicación con el acordeonista se da a días de su presentación del jueves en Salta. “En ese hermoso teatro llamado Juan Carlos Saravia, alguien que ha sido tan arquetípico, él me presentó un 25 de enero de 1989 en el Festival de Cosquín”, dice en un tramo del diálogo, y agrega: "Siempre estoy muy conectado anímicamente y emocionalmente con Juan Carlos Saravia, porque ha sido un hombre muy amoroso conmigo cuando yo recién vine a Buenos Aires, a fines de los 80. En el año 88 lo conocí y él fue un hombre que pudo ver el fruto en la semilla".

La memoria, la tierra, la familia están en tu trabajo de músico y también de difusor de músicos, ¿qué significó el programa de TV Pequeños Universos en ese adentrarte en los territorios del país?

Falta algo en lo que decís... la vida. La música no es algo que esté separado de la vida, es la vida entera. No hay una etapa en la que uno es difusor y otra en la que uno es compositor y otra en la que uno es intérprete. Es una vida entera en la cual uno se rodea y se mueve alrededor de las cosas que le interesan, y que se nutren y en las cuales sentís que podés nutrir vos también. Entonces, yo pertenezco a una tradición que tiene un lenguaje, que tiene un montón de elementos con los cuales uno se puede expresar ante el mundo entero, y que me interese mi tradición no significa que no me interesen las otras... prestar atención en otras formas en las cuales se puede expresar la belleza y las preguntas y el camino... muy yupanquiano es eso; no solamente mirar donde están tus pies, sino también mirar alrededor tuyo, y tratar de conectar con todo eso y darte cuenta de que hay muchísimos puntos en común. Esa motivación está en Pequeños Universos que, por supuesto, lo he celebrado porque he aprendido junto con la gente. Viajar por más de 11 años con Pequeños Universos me ha dado la posibilidad de sentarme y saborear todos esos espacios de transmisión oral de la música popular... Más que un programa de difusión fue un espacio en el que me he sentado a aprender y la gente aprendió conmigo o aprendimos juntos de pequeñas situaciones de transmisión oral de la cultura sudamericana, porque he estado en Chile, en Bolivia, en Paraguay, he estado en el sur de Brasil, en Uruguay, además de haber recorrido casi toda la Argentina. Ha sido un regalo y me alegro mucho de que la gente lo haya celebrado y lo haya valorado. Ha sido un momento muy bello para mí... No estoy haciendo Pequeños Universos, pero siempre estoy prestando atención y estirando mi brazo para conectar con el otro, aunque mi centro de gravedad sea mi música, volver al chamamé, a las polcas, a los chotis... al lenguaje con el cual desarrollo mis proyectos. Y eso no me limita a estar disfrutando de los otros universos.

El concierto será este jueves, a las 21, en el Teatro Provincial Juan Carlos Saravia, Zuviría 70. Las entradas gratuitas pueden retirarse de Pro Cultura Salta, Mitre 331.

A propósito de otros universos, ¿cómo viviste la experiencia de hacer chamamé con músicos noruegos?

Es parte de esa dinámica... He viajado muchas veces por Noruega en mis giras por Europa y Per Einar Watle me regaló un disco y una carta; y cuando volví a Argentina, escuché su música e inmediatamente lo llamé por teléfono y le dije “Per Einar, tenemos que hacer un disco”, y me dice “hagámoslo”, y lo hicimos. No es solamente mi interés de conectar con su mundo sino también encontrar a una persona que desde su otro mundo cultural quería conectar con el mío, por eso “El boyero”, de Cocomarola, cantado en noruego, y chamamés compuestos por Per Einar... Un encuentro muy bello hay en ese disco, en “Hielo azul, tierra roja”. En noviembre lo vamos a volver a tocar juntos en una gira por Noruega; ojalá que el próximo año puedan venir por acá ellos. Va a ser la segunda gira con el disco por Europa, pero todavía ellos no han podido viajar para acá por la pandemia, por las restricciones...

Chamamé en noruego...

Un poco tiene que ver con eso, uno nace en una tradición y cree que solamente a tus padres, a la gente de tu lugar le interesa. Y no somos educados como para tranquilamente compartir nuestras cosas en cualquier parte del mundo. Mariana Carrizo, con su caja y con su copla, podría cantar en Nueva York o en Londres, en Berlín... y mostrar la tradición de los Valles Calchaquíes... y su voz se abriría generando respeto y admiración. Siempre nos han dicho que nuestra música era de circulación pequeña y en lugares pequeños. Cuando yo empecé a tocar chamamé, tocábamos a las 5 de la mañana, al final de los festivales... casi tirados en un rincón, como para alegrar a la poca gente que quedaba, poniendo al chamamé con ese clisé de que es una música divertida para tocar a la madrugada, nada más... Y no ver al chamamé como un rezo que se baila, como un jeroky ñembo’e, como un baile que se reza, como una música en la cual converge el mundo barroco, lo jesuítico, lo franciscano, lo criollo, lo mestizo, lo afro, el inmigrante que ha viajado con el acordeón... con el que se termina de estructurar un lenguaje sonoro inmenso, de infinitos rostros, que hoy es patrimonio de la humanidad, y que es el chamamé. Una tradición en la que hay muchísimos elementos, una música que tranquilamente se puede tocar en cualquier escenario del mundo. Nos educan para que, a la hora de mostrarnos al mundo, nos mostremos con otros lenguajes y con otras tradiciones... Entonces, reconozcamos el esfuerzo de músicos como Raúl Barboza, como Dino Saluzzi de vencer esos prejuicios y de instalarse con sus instrumentos y sus tradiciones y mostrarnos que es posible circular no solo por el país sino por el mundo... Bueno, eso es lo que vengo haciendo en los últimos 30 años.

Hablás de lo mestizo y de las varias herencias y procedencias que tenemos; en tu álbum “Polcas de mi tierra”, ese “de mi tierra” remite al Litoral y también al este europeo, uno lleva consigo sus músicas, sus ancestros y, a la vez, siguiendo lo que decís, la educación corta en algún momento esos lazos... cantar en ucraniano también -de algún modo- es de nuestras tierras y lo ponés en tu trabajo de hace 20 años...

Sí. Yo no soy ucraniano, soy argentino, pero hay elementos de la inmigración que se han fusionado, que han quedado enterrados en la tierra colorada y cuando yo nací eso ya estaba ahí, estaba ahí junto con el chamamé, junto con la guitarra, junto con lo mestizo, junto con todos esos elementos... Simplemente, yo los tomo y los integro. Y no me genera ningún conflicto. Hay veces que hay una tendencia a pensar que “la verdadera raíz” está desconectada de todo lo demás. Y es un error. La verdadera raíz es la que está conectada a todo y con todo. Soy alguien que celebra la pureza de la mezcla, pero no de la fusión; estoy hablando de los elementos que te rodean en el lugar donde vos nacés, y todos esos elementos son partes de tu mundo, y con ellos construís tu sonido, y con ellos tratás de expresarte y compartir con los demás tu construcción estética. Por eso en mí conviven desde las polcas, los chotis, desde el sonido más tradicional del chamamé -porque yo empecé tocando en bailes y en casamientos-, a mí sonidos más abstractos y más contemporáneos. Y, de hecho, inclusive como chamamecero que de vez en cuando tocó música de Astor Piazzolla. ¿Y cómo no vamos a tocar la música de Piazzolla? La tocan los rusos, los chinos, los japoneses, los africanos... y yo soy argentino. Si hay alguien que tiene más legitimidad para tocar la música de Astor somos nosotros, ¿por qué deberíamos pedir permiso para tocar su música, siendo que es el gran compositor y gran espejo en el cual mirarnos y que admiramos? Pareciera que “bueno... como chamamecero ¿te vas a poner a tocar la música de Astor?”. ¿Por qué no? A veces viajas por el mundo y ves a tantos acordeonistas de otras tradiciones que lo tienen más incorporado que nosotros mismos, cuando es nuestro compositor, una expresión que nació de nuestra propia cultura, de nuestra propia idiosincrasia.

Seguimos hablando de lo nuestro y el mundo...

Tenemos que agarrarnos con más fuerzas a esas cosas que son nuestras, e integrarlas y caminar con ellas de una manera mucho más segura. Eso es lo que me pasa. Para mí, la diversidad es un tesoro, no es un conflicto. Pero eso no significa que no conozca mi propia tradición, obvio. Es un arma de doble filo. Eso no significa que vas a ir mezclando todo con todo. No es eso. La palabra que a mí me gusta no es fusión, la palabra que a mí me gusta es desarrollo de tu propia tradición, desarrollo del lenguaje que más conocés, desarrollo del instrumento que es tuyo. Nací en una tradición y lo que me gusta es no mezclarla ni fusionarla, sino simplemente desarrollarla en función de las herramientas que tengo, de mi conocimiento y de mi necesidad como artista de encontrar mi propio sonido en esa tradición. Lo decían los sabios: “no hagas lo que hacían tus abuelos, simplemente busca lo que buscaban ellos”. Y lo que hago es buscarme desesperadamente y así he encontrado el sonido que voy a compartir con ustedes...

¿Qué vas a traer a Salta?

Voy a ir en un quinteto, el maestro de Santiago del Estero Pablo Farhat en violín, Diego Arolfo, en guitarra y voz, un cantor santafesino increíble; el maestro Marcos Villalba en percusión y en guitarra, y voy a estar yo con el acordeón y Enzo Demartini en acordeón verdulera y en guitarra también. Y con esta formación, voy a tocar muchos discos diferentes, desde “Tareferos de mis pagos” a “Pynandí”, “Otras músicas”, de “Chamamé crudo” a “Tierra colorada en el Colón”... temas de diferentes proyectos y voy a hacer un repaso de diferentes momentos de mi camino, con el sonido que tengo ahora, que es camarístico, acústico. Vamos a pasar por chotis, por polcas, por chamamés, algunos más tradicionales, y todo con el sonido contemporáneo que tengo ahora. Vamos a ir de Cocomarola a mis composiciones y de mis composiciones a las de Astor, a las de Spinetta... Todo lo que viene sonando en mi música en los últimos 20 años es lo que voy a tratar de condensar en el concierto, aprovechando la invitación de Pro Cultura, y el apoyo del Ministerio de Cultura de la Nación y un montón de herramientas institucionales que generan el espacio. Es una hermosa oportunidad no para que venga solo el folclorista, el chamamecero, el que ama el acordeón, que venga quien se interese por la música, puede ser del jazz, de la música clásica, puede ser del folclore, del chamamé... Últimamente el público que viene a escuchar mi música es tan variado y diferente, y celebro que sea así, porque trato de que mi música sea muy abierta y que pueda disfrutarla cualquier persona, que pueda convivir toda la diversidad de nuestra comunidad y encontrarnos -como dice Atahualpa- alrededor de la música como una antorcha que usan los pueblos para ver la belleza en el camino.

Un beso enorme a todos los salteños, ¡quiero comer empanadas salteñas! (risas)... Quiero saludar a toda la gente que ha sido tan generosa conmigo. Hace mucho que no voy a Salta, pero siempre que voy a ir, tengo mis recuerdos de mis amigos, del Dardo Villa, del gauchaje, de Chicoana, de La Viña, de los carnavales, de lo que pude saborear y ver de la cultura salteña, que emocionalmente siempre me conmueve. Tengo mis amigos... el Colo Vasconcellos, Mariana Carrizo y siempre hay artistas admirados por mí. Así que un saludo para todos y los espero el jueves. Vengan, vengan que va a ser un gran concierto.

“Tenemos que merecer la tierra en la cual hemos nacido”

  El Chango Spasiuk hizo 11 años “Pequeños Universos”.
 

La educación artística en la escuela fue también parte de la charla. El Chango Spasiuk tiene sus definiciones. “Plantear la pregunta significa que la necesitamos, y si la necesitamos, ¿quiénes necesitamos?, ¿los niños? Hay que nutrirlos y quién los va a nutrir, ¿los adultos?”, dice reflexivo. “Estos contenidos son parte de la historia que nos atraviesa y hay que ponerlos en valor porque es nuestra manera de ver el mundo... Y hay que compartirla en un mundo globalizado que está esperando no que seamos como son los demás, sino un mundo que nos está pidiendo que seamos nosotros mismos y que demos nuestra impronta en esa diversidad, pero para dar nuestra impronta, tenemos que reflexionar sobre lo que somos y fortalecerlo. Y eso se fortalece en la escuela, en la universidad”, dice.

Y agrega: “Tenemos que educar al niño, pero también tenemos que reeducar al adulto. Porque si vemos la sociedad que construimos, evidentemente es un espejo que hay que limpiarlo. Me tengo que reeducar, tener un nivel de apertura para incluir un nuevo conocimiento, dejar atrás algo que no sirve y es obsoleto”.

“Tenemos que mostrar el esfuerzo de que siempre se está a tiempo de cuestionarse, y ‘tratar de -como decía otra vez Atahualpa- merecer la tierra en la cual has nacido, apaga tarde tu lámpara’... Y eso no se lo está diciendo al niño, se lo dice al adulto. Hay que merecer la tierra en la cual hemos nacido, agradecer todo lo que hemos recibido y apagar lo más tarde posible nuestra lámpara para reflexionar, para pensar y para ser mejores para nuestra comunidad”, concluye el Chango.

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