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Alberto Fernández, desbordado por el tembladeral latinoamericano

En EEUU, Alberto hizo una apología de las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba. El Presidente se aventura a encabezar los planes de China y de Rusia en la región.
Domingo, 12 de junio de 2022 00:00

La participación del presidente Alberto Fernández en la Cumbre de las Américas volvió a demostrar las carencias del actual gobierno en materia de política exterior. Su discurso, presentado como presidente de la Celac, pareció una improvisación compulsiva inspirada en los devaneos ideológicos del Instituto Patria, claramente seducido por el poder creciente de China.

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La participación del presidente Alberto Fernández en la Cumbre de las Américas volvió a demostrar las carencias del actual gobierno en materia de política exterior. Su discurso, presentado como presidente de la Celac, pareció una improvisación compulsiva inspirada en los devaneos ideológicos del Instituto Patria, claramente seducido por el poder creciente de China.

Pero es imprescindible contextualizar esa gris presentación (gris, como lo fueron todos sus viajes al exterior) en la debilidad puesta de manifiesto por el gobierno de Joe Biden, especialmente, en su vínculo con América Latina, la crisis global de las democracias representativas occidentales y en la proyección china en nuestra región.

¿Una Celac autoritaria?

Fernández preside la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, un heterogéneo grupo de países que se extienden desde el Río Bravo hasta Tierra del Fuego, en su mayoría castigados por crisis sociales, derivadas de la inestabilidad económica y con creciente deterioro de la confianza en la democracia.

La historia de esta región desde 1945 hasta estos días muestra ciclos de autoritarismo, violencia e intentos democráticos con itinerarios muy variados. Pero Estados Unidos, la superpotencia ubicada al norte del Río Bravo, nunca logró encaminar su predominio hacia un desarrollo similar al que sí tuvo Europa (con apoyo norteamericano e iniciativa de sus líderes) en el mismo período. Hoy, Latinoamérica parece encaminarse a una progresiva erosión de los valores democráticos, del ideal del pluralismo y de valor de las libertades personales.

Fernández había amenazado con no participar en la cumbre porque exigía la invitación a Venezuela, Nicaragua y Cuba. Sin embargo, concurrió a Los Ángeles luego de consultarlo con Nicolás Maduro, quien lo entronizó como vocero de la región. Y en su discurso hizo una apología de esas tres dictaduras, ignorando a los presos políticos y los asesinatos en el gobierno de Daniel Ortega, las represiones brutales de Cuba a sus disidentes, las denuncias contra Maduro por violentar la ley, derrumbar las instituciones democráticas e inventar una Corte de Justicia ad hoc para garantizar impunidad del régimen. También acusó a la OEA de haber dirigido un golpe militar en Bolivia contra el expresidente Evo Morales. Evo renunció. No existen evidencias de que se haya tratado de un golpe, y sí resulta, al mismo tiempo, sospechosa, la legitimidad de la condena contra la presidenta interina Jeanine Añez Chávez.

Más allá de las particularidades de cada episodio, Fernández, como presidente de la Celac, debió levantar la voz en defensa de los intereses y las urgencias de los 33 países que la integran y no para justificar dictaduras. Porque América latina ya conoció hasta dónde conduce el camino del autoritarismo y nada indica que exista una solidaridad unánime con Ortega, Maduro y los herederos del castrismo.

Relación de fuerzas

El naufragio de los partidos tradicionales, el surgimiento de líderes mesiánicos, las presidencias a cargo de movimientos "antisistema" que trastabillan en sus primeros meses, como en Perú y en Chile, la incertidumbre sobre el futuro de Colombia, que se debate entre dos populistas que no garantizan, uno ni otro, la gobernabilidad, plantean un escenario sombrío. Son el epifenómeno de un territorio donde la pobreza vuelve a crecer enérgicamente; donde la desigualdad agrava el drama de la pobreza, el desempleo, el atraso tecnológico y la desindustrialización. Y es la región donde, cada vez más, las organizaciones armadas étnicas o ideológicas, pero sobre todo, el crimen organizado, generan espacios del territorio que quedan fuera de control de Estado en sus propios países. Es el subcontinente con mayor cantidad de homicidios por año, medidos en relación con la población; Brasil y México, las dos mayores economías latinoamericanas lideran ese reguero de sangre. Pero de nada de eso se habló en términos concretos.

Joe Biden, que espera este año una derrota legislativa en noviembre y gobierna asediado por el fantasma de Donald Trump, poco tiene para ofrecer al respecto.

Algunos líderes latinoamericanos confían en un cambio del orden global, que imaginan como un mutilateralismo que coloque a China al frente del grupo Brics (Brasil, India, Rusia, China y Sudáfrica). Quizá en esa ilusión se explican los discursos de Fernández en Los Angeles, Moscú y Beijin. Y la defensa del embajador argentino Sabino Vaca Narvaja quien negó las denuncias contra China por los campos de concentración en la provincia de Xinjiang, donde estarían detenidos más de un millón de uigures y miembros de otras minorías musulmanas. Aseguró que allí reinan "armonía, desarrollo y prosperidad". Le faltó decir que "los chinos son derechos y humanos".

Los problemas de entrecasa

Argentina, en particular, atraviesa una etapa de retroceso económico con graves consecuencias sociales. Pero tiene un potencial muy atractivo para cualquier potencia necesitada de alimentos, recursos minerales como el cobre, el litio y el oro; y con buenas políticas podría autoabastecerse de energía. Además, cuenta con una formidable plataforma submarina y una proyección estratégica hacia el Atlántico Sur y la Antártida, y está en condiciones de negociar con todo el Pacífico, que va convirtiéndose en el nuevo centro económico del mundo.

Pero enamorarse de China, como de cualquier superpotencia, se paga caro. Cada país, por más diplomacia de seducción que realice, como lo es la estrategia actual del Partido Comunista chino (PC) en la región, siempre van a defender sus intereses. Ponerse a la cabeza de una estrategia prochina en la región parece una aventura. Una cosa es aprovechar las demandas de alimentos semiprocesados que genera ese país y otra es adoptarlo como referencia política.

A su vez, Rusia, el otro idilio, con la invasión cruenta a Ucrania se ha convertido en un enemigo de Europa, pero al mismo tiempo demostró la endeblez de su capacidad militar y económica.

La Argentina no necesita abrir las puertas de la región a ninguno de los dos. Ambos ya tienen sus estrategias y su presencia entre nosotros. Además, antes de intentar liderar un movimiento internacional, Alberto Fernández y todo el oficialismo deberían ocuparse de resolver problemas dentro del país (y no generarlos) de tratar de generar políticas de Estado que hagan posible la integración regional, el desarrollo tecnológico y el equilibrio económico.

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