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Los más reconocidos cocineros buscan el zapallo que se vende en el Cofruthos

Isas Escalante, comerciante
Jueves, 30 de junio de 2022 15:01
Isas Escalante en la lente de Jan Touzeau.

Isas Escalante hoy tiene 63 años y sueña con su Tierra, anhela con regresar a su San José de Cachi, aquel paraje de los Valle Calchaquíes que dejó siendo joven.
Vaya uno a saber porqué se llama Isas. Quizás lo anotaron así, tal vez su papá pidió ese nombre. Hoy, en el Cofruthos todos lo pronuncian como “Isaac”, pero él sabe que es Isas.
Es muy querido por sus compañeros puesteros y muchos lo nombran por el apellido. Para los clientes, el hombre del puesto 77 es el especialista en zapallo. Locreros famosos lo recomiendan por tener los mejores ejemplares del plomo o amarillo. También vende calabazas, ancos y toda clases de calabaceras de temporada.
Ahora bien, muy pocos saben que Isas nació en el paraje que queda a unos 10 km de Cachi, por sobre la ruta nacional 40.
Su papá Eusebio Escalante y su mamá Sebastiana Gonza tuvieron 7 hijos. Isas es el más grande por lo que siempre tuvo más responsabilidades. Eusebio falleció muy joven, cuando tenía 45 años, con Isas cursando el 3ª año del secundario y por eso tuvo que volver a San José a “ser el hombre de la familia”. Por esos tiempos no había secundario en Cachi y se tuvo que venir a Salta, a la casa de su tía Hermelinda Gonza, a cursar la enseñanza media. No la pudo terminar porque tuvo que volver a trabajar en la agricultura. Su papá le había enseñado ese oficio siendo muy chico y ya adolescente tuvo que arremangarse y ponerse a trabajar la tierra.
Con un campo chico los vallistos hacen milagros productivos. Así trabajó Escalante chico sembrando y cosechando pimentón, comino, cebolla y tomates. Así “paró” la olla de la familia hasta los 30 años.
En ese tiempo no sólo trabajó en la agricultura sino que también comenzó a venir a Salta a vender sus productos en el Cofruthos. Comenzó trayendo en fletes, luego compró una camioneta y luego mejoró su vehículo. Cuando hubo una oportunidad de comprar un puesto no lo dudó y lo adquirió. Siguió trabajando en el campo y trayendo a vender en Salta en su puesto. Por trabajador al hombre le fue bien.
“Eso fue como hace ya más de 30 años. Sembraba, cosechaba y traía mis productos para venderlos. Luego ya decidí quedarme en Salta y comenzar a salir en un camioncito a buscar los productos directamente de los agricultores. Al tiempo me comencé a especializar sólo en zapallos porque comencé a conocer a los mejores productores de cada zona para cada época del año”, dijo.
Y la cosa es así: como Isas trabajó la tierra con solo entrar al campo y mirar el suelo sabe si el producto es bueno. “El zapallo es bueno cuando el suelo tiene buenos nutrientes”, dice. Como toda rutina circular en tiempo y en espacio sabe cuál productor de Tucumán tiene lo mejor para diciembre; los de Catamarca son para mayo; en Güemes para enero y febrero; desde Orán y Embarcación para cuando es invierno; y para la primavera están los de Chaco.

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Isas Escalante hoy tiene 63 años y sueña con su Tierra, anhela con regresar a su San José de Cachi, aquel paraje de los Valle Calchaquíes que dejó siendo joven.
Vaya uno a saber porqué se llama Isas. Quizás lo anotaron así, tal vez su papá pidió ese nombre. Hoy, en el Cofruthos todos lo pronuncian como “Isaac”, pero él sabe que es Isas.
Es muy querido por sus compañeros puesteros y muchos lo nombran por el apellido. Para los clientes, el hombre del puesto 77 es el especialista en zapallo. Locreros famosos lo recomiendan por tener los mejores ejemplares del plomo o amarillo. También vende calabazas, ancos y toda clases de calabaceras de temporada.
Ahora bien, muy pocos saben que Isas nació en el paraje que queda a unos 10 km de Cachi, por sobre la ruta nacional 40.
Su papá Eusebio Escalante y su mamá Sebastiana Gonza tuvieron 7 hijos. Isas es el más grande por lo que siempre tuvo más responsabilidades. Eusebio falleció muy joven, cuando tenía 45 años, con Isas cursando el 3ª año del secundario y por eso tuvo que volver a San José a “ser el hombre de la familia”. Por esos tiempos no había secundario en Cachi y se tuvo que venir a Salta, a la casa de su tía Hermelinda Gonza, a cursar la enseñanza media. No la pudo terminar porque tuvo que volver a trabajar en la agricultura. Su papá le había enseñado ese oficio siendo muy chico y ya adolescente tuvo que arremangarse y ponerse a trabajar la tierra.
Con un campo chico los vallistos hacen milagros productivos. Así trabajó Escalante chico sembrando y cosechando pimentón, comino, cebolla y tomates. Así “paró” la olla de la familia hasta los 30 años.
En ese tiempo no sólo trabajó en la agricultura sino que también comenzó a venir a Salta a vender sus productos en el Cofruthos. Comenzó trayendo en fletes, luego compró una camioneta y luego mejoró su vehículo. Cuando hubo una oportunidad de comprar un puesto no lo dudó y lo adquirió. Siguió trabajando en el campo y trayendo a vender en Salta en su puesto. Por trabajador al hombre le fue bien.
“Eso fue como hace ya más de 30 años. Sembraba, cosechaba y traía mis productos para venderlos. Luego ya decidí quedarme en Salta y comenzar a salir en un camioncito a buscar los productos directamente de los agricultores. Al tiempo me comencé a especializar sólo en zapallos porque comencé a conocer a los mejores productores de cada zona para cada época del año”, dijo.
Y la cosa es así: como Isas trabajó la tierra con solo entrar al campo y mirar el suelo sabe si el producto es bueno. “El zapallo es bueno cuando el suelo tiene buenos nutrientes”, dice. Como toda rutina circular en tiempo y en espacio sabe cuál productor de Tucumán tiene lo mejor para diciembre; los de Catamarca son para mayo; en Güemes para enero y febrero; desde Orán y Embarcación para cuando es invierno; y para la primavera están los de Chaco.

 


En esos viajes lo comenzó a seguir José María, uno de sus hijos, que fue aprendiendo cómo es este oficio de vender los mejores zapallos.
“Yo miro la tierra si es fértil, qué semillas usó, cómo vienen las heladas, las lluvias, conozco a cada productor. Es por eso que me traigo los mejores zapallo y los vendo acá. También hago distribución en las ferias y mercados grandes de Salta”, dijo Escalante en su puesto del medio del Cofruthos.
En ese espacio con zapallos dispuestos en estantes de caños trabajan sus hijos José María y Sebastián, con Patricia que es la esposa del último.
“Además de ellos tengo muchos hijos y todos tienen ya sus vidas encaminadas. Sólo dos se vinieron a trabajar conmigo y saben hacer este oficio a la perfección. De hecho Patricia, mi nuera, es la que más tiempo está en el puesto y José María es quien sale a los campos a traer los productos. Ellos es como que se van encargando cada vez más del negocio y nos va bien”, dijo el comerciante.


No lo dice abiertamente porque conforman una familia solidaria. Ellos colaboran mucho con específicos grupos de la Iglesia católica y con los que reciben a los peregrinos del Milagro. “Nosotros siempre pedimos por el país, para que alguna vez Argentina despegue y dejemos atrás tantos años de crisis, para que con tanta abundancia no falte la comida”, dijo.

 

Entonces se pone serio, hasta con melancolía y comienza a recordar su Tierra; ese bello vergel verde regado por el río Calchaquí que es San José de Cachi. 
Esa tierra le tira, lo busca y parece que en cualquier momento lo va a encontrar. Por ahora anda en ideas encontradas que ya se resolverán. “Solo un hermano quedó en San José. Ahí hay un pedazo de tierra para trabajar. Yo voy al menos dos veces al mes. Ahora quiero ir cada vez más. También quiero jubilarme, pero también pienso en trabajar hasta donde me de el cuerpo; yo me siento fuerte. Sin embargo, cuando sea más grande quisiera volver a mi Tierra y trabajar en la agricultura así como comencé cuando era muy joven. Ese es el sueño que tengo para lo último de mi vida. Espero que mi compañera Susana me acompañe en ese regresar al origen”, dijo Isas Escalante.
 

Gallina, “a muerte”

La clásica disputa de bromas y cargadas se  vive día a día en el Cofruthos. Todos saben que Escalante es fanático de River Plate por lo que en la semana todos los de Boca Juniors le recordaron los 11 años del descenso del club de Núñez. Él contraataca con la final de la Libertadores en España. “Acá son todos gallinas o bosteros. Pero yo fui a verlo muchas veces en Buenos Aires. Resulta que a los 20 años me fui a probar suerte como albañil con dos hermanos. Estuve unos 4 años trabajando en una torre de 15 pisos. Allí pude ir al Antonio Liberti (Estadio de River Plate). Pero eso no era para mí. La ciudad es muy grande y no me gustaban los ruidos y el ritmo de los porteños. Yo me quedo con mi pueblito sembrando mis tomates, mi cebollas y mis pimientos. El silencio del campo y el canto del viento es en lo único que pienso”, dijo nostalgioso.
 

 

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