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Los Niños del Llullailaco se quedarán en el MAAM

El Gobierno rechazó la extravagante pretensión del INAI para que fueran llevados a una segura destrucción, al volcán Llullaillaco, donde los encontraron en 1999.
Miércoles, 06 de julio de 2022 02:39

Los Niños de Llullaillaco seguirán preservados del paso del tiempo y como un verdadero tesoro para el conocimiento de la cultura andina en el lugar más adecuado, como lo es el Museo de Arqueología de Alta Montaña.

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Los Niños de Llullaillaco seguirán preservados del paso del tiempo y como un verdadero tesoro para el conocimiento de la cultura andina en el lugar más adecuado, como lo es el Museo de Arqueología de Alta Montaña.

Ayer, el secretario de Cultura, Diego Ashur Mas, anunció la decisión y sostuvo que "esos cuerpos, extraordinariamente conservados no fueron extraídos por la Provincia. Salta solo se ocupó de la conservación de la investigación que es, justamente, la función del MAAM".

De ese modo, respondió a la extravagante pretensión del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) para que las "El niño", "La doncella" (la niña de quince años) y "La niña del Rayo" sean repuestos al santuario natural del volcán salteño; de ceder a ese despropósito, los tres cuerpos se descompondrían rápidamente, incluso antes de que algún ladrón de tesoros en las tumbas y yacimientos arqueológicos prehispánicos, un "huaquero", llegara allí para robarlos. "Salta tiene la custodia por mandato constitucional -enfatizó Ashur- y por eso tenemos el honor y la obligación de a preservar a esos tres niños y a su ajuar".

Hace unas semanas el INAI decidió declarar "sitio sagrado" al volcán Llullaillaco, uno de los más elevados de la Argentina, donde hace más de quinientos años los dos niños y la adolescente fueron enterrados en un sacrificio ritual. Allí fueron descubiertos y extraídos en marzo de 1999 por un equipo de arqueólogos extranjeros que, en principio, planeaban llevarlos al exterior. La intervención del Gobierno de la Provincia y de la Gendarmería, que incautó el cargamento a la altura de El Gólgota, en Quebrada del Toro, impidió su traslado al extranjero y asumió la responsabilidad de preservarlos en condiciones óptimas. El entonces gobernador Juan Carlos Romero hizo construir tres cápsulas especiales, con tecnología de punta a través de la empresa argentina Invap, que replicaron las condiciones de presión y temperatura y permitieron conservar los restos en perfectas condiciones. Y, al mismo tiempo, puso en marcha al Museo de Arqueología de Alta Montaña. Luego de 23 años quedó demostrado que la tarea del MAAM fue más eficiente que la ofrecida por calificados organismos del mundo en los casos de otros cuerpos de origen prehispánico -mal llamados "momias"- extraídos de la Cordillera de los Andes.

La intromisión del INAI en un tema de jurisdicción provincial refleja la intención de erigirse en un ente autorizado para decidir que un determinado territorio es "sagrado" invocando las tradiciones precolombinas. En la Argentina, que se sepa, no existen territorios sagrados. Existen sí los cementerios y los antigales, donde la memoria de los muertos es respetada (o debería serlo). Tampoco existe ninguna cultura, en Sudamérica, que practique sacrificios rituales de ninguna naturaleza.

El lugar de origen de esos tres menores no está en el Llullaillaco sino, probablemente, en el Cuzco, Perú, a unos 2.000 kilómetros de Salta. Por lo tanto, devolverlos a su "lugar de origen" es una expresión ambigua y que desconoce la historia de la cultura andina y los vínculos que unieron al Imperio Inca con los pueblos de nuestra región. La conservación de esos cuerpos es un fenómeno de extraordinario interés científico. Todos los recursos de la ciencia moderna permitieron conocer, a través del análisis del ADN mitocondrial y del ajuar de los niños muchísimos datos que revolucionaron el conocimiento y las teorías acerca del la población prehíspánica.

Sin duda, la decisión anunciada por Diego Ashur Mas reivindica una tarea que contribuye a un mejor conocimiento de la historia humana y de nuestras culturas originarias.

El culto a Viracocha

La expansión del imperio dejó bajo control de los incas la amplia región del Tawantinsuyu. De ese modo, las etnias preexistentes tuvieron como centro político y religioso al Cusco y conformaban las cuatro regiones o “suyus”: Chinchaisuyu, Antisuyu, Contisuyu y Collasuyu.
Desde esos cuatro puntos las aldeas enviaban al Cusco a los niños elegidos, se supone hijos de los jefes locales, para que fueran sacrificados en algún lugar del Tawantinsuyu, dispuesto por el Inca. Los niños elegidos rendían culto a Viracocha y a otras divinidades telúricas, eran unidos en matrimonios simbólicos y, ya en el lugar elegido, les daban a beber chicha. Una vez dormidos, los sepultaban en lo que, creían, sería su “encuentro con los antepasados”. 

 

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