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San Martín en Guayaquil

Miércoles, 17 de agosto de 2022 01:09

En el imaginario colectivo y a través de numerosas narraciones se pretende que la entrevista que celebraron en Guayaquil José de San Martín y Simón Bolívar es un misterio que interpela a la Historia. Esta afirmación no es del todo correcta. La documentación nos permite aproximarnos a comprender los sucesos de esas jornadas en que se definió el destino de la emancipación americana.

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En el imaginario colectivo y a través de numerosas narraciones se pretende que la entrevista que celebraron en Guayaquil José de San Martín y Simón Bolívar es un misterio que interpela a la Historia. Esta afirmación no es del todo correcta. La documentación nos permite aproximarnos a comprender los sucesos de esas jornadas en que se definió el destino de la emancipación americana.

San Martín anticipó claramente los principales objetivos de la entrevista con Bolívar en el decreto de 19 de enero de 1822, conforme al cual delegaba el mando del Perú en Torre Tagle para viajar a Guayaquil. Allí expresa: “Los intereses generales de ambos Estados, la enérgica terminación de la guerra que sostenemos y la estabilidad del destino a que con rapidez se acerca la América, hacen nuestra entrevista necesaria”.

Anexión forzada

Desde que Guayaquil proclamó su independencia, el 9 de octubre de 1820, la opinión pública se dividió en tres grupos: el de la independencia absoluta, que era la gran mayoría; el de la anexión al Perú, menos numeroso, pero muy decidido; y el de la incorporación a Colombia, formado por un reducidísimo grupo. Por este motivo, desde el comienzo Bolívar se dio cuenta que sólo con la fuerza podía volcar a su favor la situación de Guayaquil. Después de darse su Estatuto, ambos Libertadores enviaron a sus representantes en misión militar y política. Es de fuerza reconocer que San Martín en esta ocasión dio nuevas muestras de su desinterés hacia la hegemonía política y respeto a la libre determinación de los pueblos.

A comienzos de 1822, y luego de algunas acciones militares, Bolívar hizo saber a Guayaquil que pasaría a esa ciudad y luego a Quito. Le comunicó también a la Junta de Guayaquil que esperaba la incorporación de ese territorio a Colombia, pues él no podía permitir otra cosa. Los acontecimientos en torno a la jurisdicción que optaría Guayaquil ocasionaron el nacimiento de un profundo antagonismo entre San Martín y Bolívar y sus respectivas tropas nacionales.

El 16 de junio de 1822 Bolívar llegaba a Quito. Después se presentó en Guayaquil con un fuerte contingente de fuerzas colombianas. La Junta que había convocado a una asamblea no quiso decidir. Pero Bolívar asumió la dirección política y militar, so pretexto de la anarquía reinante, e hizo cesar a la Junta que se refugió en los barcos peruanos. La Asamblea citada, bajo la presión de las tropas colombianas, debió ceder a las exigencias de Bolívar. Los miembros de la Junta fueron sometidos a un juicio de residencia y se dispuso la incorporación a Colombia.

La actitud de Bolívar en la cuestión de Guayaquil era resuelta y respondía a un plan político y militar más deliberado, teniendo de su parte a la fuerza, aún cuando no lo acompañase la mayoría del pueblo al que pretendía anexar a Colombia a toda costa. Era para él cuestión de poder nacional y de preponderancia americana y como tal la encaró sin vacilaciones.
Estos acontecimientos precedieron a la famosa entrevista.

Un prócer sin recursos

Una dilatada guerra por la emancipación americana, en escala continental, tal como la hubo previsto San Martín, requería de un oneroso presupuesto. En la primera década de las campañas libertadoras, fue difícil surtir a los ejércitos tanto para el Estado nacional como para las provincias.
Mucho más difícil fue el panorama luego de la crisis de 1820 cuando el mapa se fragmentó políticamente y cuando el rumbo de la liberación de América quedó a merced del criterio de adhesión en cada provincia.

San Martín había pedido reiteradamente, sin resultado alguno, nuevos auxilios con carácter de urgente a Chile y a las Provincias Unidas para terminar la campaña. Con respecto a Chile había formulado un pedido a O’Higgins por carta de 26 de junio de 1822 de una ayuda inmediata para subvenir a sus tropas. Con respecto a las Provincias Unidas había nombrado emisarios especiales y nombrado a Martín Güemes en 1820, a Juan B. Bustos en 1821, al Comandante peruano Antonio Gutiérrez de la Fuente en 1822, para formar las divisiones auxiliares considerando indispensable el concurso militar de las Provincias Unidas. El 16 de mayo de 1822, San Martín dirigió un oficio al Gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez encareciéndole que organizara siquiera un ejército de 1.000 hombres para acercarlo a Suipacha. La Junta de Representantes porteña se pronunció negativamente a su pedido de envío de tropas en fecha 16 de agosto de 1822.

Cabe recordar que entre el 20 de junio de 1820 y el 17 de junio de 1821 fallecieron los dos grandes hombres que fueron sólidos pilares en aquella gesta: Belgrano y Güemes. El Padre de la Patria quedó en la solitaria misión de terminar la titánica labor libertaria y prácticamente sin recursos.
Expresa el historiador Miguel Ángel De Marco en “San Martín. General victorioso, padre de naciones” que, “si bien no podía engañarse sobre su situación de debilidad por la falta de apoyos en la Argentina y en Chile, consideraba que Bolívar no la tendría en cuenta a la hora de marchar juntos hacia el triunfo final”.
La necesidad de obtener la ayuda militar para concluir la emancipación y resolver el problema político justificaban la reunión entre los dos grandes hombres.

En Guayaquil

San Martín se embarcó en la goleta Macedonia para Guayaquil el 14 de julio. Los Libertadores no se conocían personalmente, sino por cartas que comenzaron el 12 de octubre de 1820, cuando San Martín le escribió desde Pisco. A medida que Bolívar se enteraba de los sucesos del Perú y conocía las ideas políticas del Protector, iba tomando cuerpo en él un sentimiento, si no adverso, al menos de prevención contra San Martín. Además, estaba enterado de todos los pormenores de la vida peruana por intermedio del Cnel. Tomás Heres, ex jefe del Regimiento Numancia y por el Tte. Cnel. Juan María Gómez, su agente en Lima. Bolívar no alentaba ninguna confianza sobre la eficacia de las fuerzas y del poder sanmartiniano.

Desembarcado en Guayaquil, el pueblo, al divisar la falúa que lo conducía lo aclamó con entusiasmo a lo largo del malecón de la ribera. Un batallón tendido en carrera le hizo los honores. San Martín fue conducido a la casa donde lo esperaba Bolívar. Los dos grandes hombres de América se abrazaron por primera y última vez. Era el 26 de julio y ese mismo día comenzaron las conversaciones. El diálogo a puerta cerrada duró una hora y media. Al día siguiente, 27 de julio San Martín se dirigió a la casa del Libertador y siempre encerrados ambos y sin testigos permanecieron cuatro horas en conferencia. Al término de ella se realizó un espléndido banquete y luego el baile en honor de los generales, pero San Martín, silenciosamente, sin que nadie lo advirtiese salió por una puerta lateral, se embarcó a media noche en la goleta Macedonia de regreso al Callao. A su regreso, encargaba al general Cruz le escribiese a O’Higgins: “El Libertador no es el hombre que pensábamos!”. Palabras de vencido y desengañado que compendiaban los resultados de la entrevista.
La falta de apoyo de Bolívar hizo fracasar los planes del Protector del Perú. Espero el retiro de San Martín y a que los peruanos lo llamaran para hacer la gloriosa campaña que dio fin a la emancipación americana con las victorias de Junín y Ayacucho.

Testimonios documentales

De la copiosa producción consagrada a este histórico acontecimiento se destaca la del capitán Gabriel Lafond, quien en sus Voyages autour du monde incorpora una carta dirigida por San Martín a Bolívar el 29 de agosto de 1822. Según este documento, lo tratado en la entrevista se resume en los siguientes puntos: 1° la incorporación del Guayaquil al Perú, 2° sobre los medios de apresurar la conclusión de la guerra del Perú. Durante la conferencia se produjo el disenso entre los dos hombres.. y San Martín se convence que es su presencia la verdadera causa de la posición inflexible de Bolívar. En aras de la paz entre hermanos americanos evita toda acción de violencia retirándose del escenario de sus triunfos, imponiéndose un silencio varonil y sublime que acrecienta sus virtudes.

El historiador Ricardo Levene en “El genio político de San Martín” ofrece una nutrida documentación que permite reconstruir lo acontecido en aquellas históricas jornadas de hace doscientos años.

Primer tratado

La Historia no registra en sus páginas un acto de abnegación impuesto por el destino, ejecutado con más buen sentido, más consciencia y mayor modestia. La entrevista de Guayaquil confirma la abnegación sanmartiniana frente al egoísmo bolivariano, y enaltece a San Martín al haber ofrecido secundar a Bolívar en las últimas acciones militares, habiendo obtenido una negativa.

La cuestión de Guayaquil entre el Libertador de Colombia y el Protector del Perú, representantes de las dos hegemonías continentales de la época, merece una atención especial, por ser la primera cuestión de límites que surgiera entre las repúblicas sudamericanas al declararse independientes; y tiene, además una doble significación histórica y política.

Pocas veces la intervención de un hombre de acción deliberada con ideas fue más decisiva que la de San Martín, así en la dirección de los acontecimientos como en el desarrollo lógico de sus consecuencias. Entrevió el camino de la victoria, fue él quien lo descubrió y lo impuso como itinerario contra la corriente de opinión. Sólo él entre sus contemporáneos era capaz de crear con los pobrísimos recursos con que contó, un ejército compacto, animado de una pasión americana, traspasar los Andes y vencer matemáticamente como venció en Chacabuco y Maipú. Sin San Martín no se habría dominado el océano Pacífico, ni se hubiera realizado la expedición al Perú.

San Martín había acreditado un gran espíritu político, ajeno a los partidos y a las ambiciones suscitadas por la revolución. Evidenció su gran amor a los tres países a los que liberó, en los que descolló en su faz militar, pero también en el desempeño de los gobiernos civiles, a los que llevó progreso y cultura.
A doscientos años de aquella célebre entrevista con su posterior autoimpuesto ostracismo, actuó como buen americano, evitando una disputa fratricida con funestas consecuencias. Ejemplo imperecedero de americanidad.

En la Historia hay renuncias que enaltecen y conducen a los hombres al bronce. Una indefinida continuidad no sólo desgasta a quien aspira al poder, sino que irrespeta las reglas del republicanismo. La eternidad está reservada al Creador. Las esferas civiles han de asumir su finitud, y el mayor ejemplo lo ofrendó nuestro General Don José de San Martín en Guayaquil.

*Instituto de Investigaciones Históricas-Ucasal
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