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26 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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Llegó desde Venezuela a Salta sin nada: pintó casas, lavó autos y hoy tiene un prestigioso taller mecánico 

Samira es una joven venezolana especializada en automotores. Tenía una sólida formación, pero tuvo que empezar de cero sin siquiera contar con una habitación dónde vivir. 
Lunes, 12 de septiembre de 2022 10:19

Es muy común para los argentinos recordar las historias de las diferentes oleadas de inmigrantes que se afincaron en el país. Bisabuelas, abuelas, padres. También se hicieron frecuentes las de los argentinos que se fueron a otras latitudes, en busca de nuevos horizontes. Sin embargo, muy poco trasciende sobre aquellos que en los últimos años llegaron a estas tierras en busca de oportunidades o escapando de la realidad social, política, económica o religiosa de sus países de origen. 
 

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Es muy común para los argentinos recordar las historias de las diferentes oleadas de inmigrantes que se afincaron en el país. Bisabuelas, abuelas, padres. También se hicieron frecuentes las de los argentinos que se fueron a otras latitudes, en busca de nuevos horizontes. Sin embargo, muy poco trasciende sobre aquellos que en los últimos años llegaron a estas tierras en busca de oportunidades o escapando de la realidad social, política, económica o religiosa de sus países de origen. 
 

Samira Baissaria oriunda de Maracaibo, Venezuela, es una de ellas. Es especialista en tecnología automotriz y hoy se encuentra al frente de un taller que va en franco crecimiento. Sin embargo, sus inicios no fueron nada fáciles.

Todo comenzó en 2015, cuando Samira llegó a Salta por primera vez de vacaciones. Quedó enamorada de la provincia y de sus bondades y pensó que éste era su lugar en el mundo. De regreso a Venezuela comenzó a planear su vuelta a Salta, que concretaría dos años después. Pero esta vez, las cosas no serían nada fáciles. Al llegar a Buenos Aires le robaron todo el dinero que traía para afincarse un tiempo hasta encontrar empleo. Solo logró conservar el boleto de ómnibus hasta Salta. Al llegar a la provincia debía de encontrarse con una amiga, un contacto que la estaría esperando. Pero, ante el infortunio de Samira, la mujer nunca apareció. “Tal vez no quiso hacerse cargo. Me puso una serie de excusas y no supe más”, recordó Samira en diálogo con El Tribuno

 

Desde ese día, las cosas serían muy duras. Volver a Venezuela no podía, porque no contaba con dinero. Así que comenzó a buscar trabajo. No había más opciones. Conoció a una mujer de la Municipalidad que la contactó con una peluquería. Del rubro, contó, no tenía idea. Pero trabajó de ayudante durante un tiempo. También pintó casas, cuidó chicos, cocinó en una sandwichería, fue moza y preparó comida árabe, una especialidad que conoce bien ya que es de ascendencia libanesa.

 

Pese a todo este esfuerzo, le era imposible hacer frente al pago de un alquiler, así que vivía de prestado. Finalmente una empresa de alquiler de autos la contrató para cuidar de noche el galpón donde guardaban los coches. Su tarea era también lavarlos. Esto le permitía tener una mensualidad y contar con un lugar donde dormir. Durante el día, en tanto, cumplía tareas en un restaurante. Su objetivo en aquel momento era juntar el efectivo suficiente para regresar a su país. Y así lo hizo, viajó a Venezuela en diciembre de 2017.

 

“Ya nada era igual”

De regreso a Maracaibo se enfrentó a otra dura realidad. “Ya nada era igual en Venezuela. La desconocí. Después de casi tres años, el país había cambiado completamente. No había dinero, alimentos ni trabajo. Era una calamidad. Entonces pensé en volver a Salta, por lo menos aquí había trabajo y qué comer”, relató Samira

La mujer juntó lo que pudo, tomó a sus dos niñas, que habían quedado con sus padres y regresó a la Argentina para establecerse definitivamente. Otra vez a empezar de nuevo.

“No sabía dónde iba a vivir, ni en qué iba a trabajar. Mis hijas tenían 16 y 18 años, y todavía tenían que terminar el bachillerato. Recurrí a la empresa de renta de autos y me dieron a cargo el estacionamiento donde guardaban los vehículos. Obtuve así un buen ingreso que me posibilitó alquilar una casa y que mis nenas siguieran estudiando”, detalló.
Su especialización en automotores y toda una historia familiar, ya que su padre era un inmigrante libanés mecánico con quien trabajó en Mercedes Benz, la llevaron a soñar siempre con abrir su propio local. “Nací en un taller y estudié mecánica por más de 10 años. Fue lo que quise hacer siempre. Y yo misma llevaba a los service los coches de la empresa en la que trabajaba, así que un día tomé coraje, me contacté con dos excelentes mecánicos venezolanos, John Torres y Eskeduar Miranda, y abrí un local en La Rioja, entre Pellegrini y Jujuy”, contó. 

 

 


Luego de alquilado el galpón, tuvo que pedir prestada una tarjeta de crédito para comprar las primeras herramientas, ya que le fue imposible acceder a otro tipo de financiamiento. A eso se sumó, que en medio de la puesta en marcha del emprendimiento llegó la pandemia.

 

Con el tiempo se sumó otra joven mujer mecánica profesional, Jazmín Rojas, de Ledesma, Jujuy. Ella estudió autotrónica y buscó trabajo en talleres y concesionarias de toda Salta, pero al ser mujer le fue imposible entrar. Así que se incorporó al taller. Contó que recibieron algunas herramientas elementales de parte de ACNUR, a través de un programa para inmigrantes. “El equipo de mecánico es muy profesional, también son inmigrantes y pasaron las de Caín en un principio”, puntualizó.  

 


“Ahora cumplimos tres años y nos va muy bien gracias a Dios. Salta, como dije al principio, era mi lugar en el mundo”, destacó Samira. 

 

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