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Gunardos y Gualterios, los pioneros de nuestra ciencia

A partir de la decisión histórica de desarrollar el conocimiento científico, se produjo una formidable migración de sabios europeos que ubicaron a nuestras universidades en el camino de las grandes academias del mundo.
Lunes, 30 de enero de 2023 02:25

La Argentina de fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX atrajo a una gran cantidad de científicos extranjeros. Algunos regresarían después de algunos años a sus países de origen y otros se radicarían para siempre en nuestro país. Sea porque formaron familias casándose con criollas, sea porque les gustó la nueva tierra. En su mayoría provenían de Europa, aunque también llegaron norteamericanos, rusos y de otras nacionalidades.

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La Argentina de fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX atrajo a una gran cantidad de científicos extranjeros. Algunos regresarían después de algunos años a sus países de origen y otros se radicarían para siempre en nuestro país. Sea porque formaron familias casándose con criollas, sea porque les gustó la nueva tierra. En su mayoría provenían de Europa, aunque también llegaron norteamericanos, rusos y de otras nacionalidades.

Ellos castellanizaron sus nombres de pila adaptándolos al español, a veces de maneras muy singulares y simpáticas. Algunos lo hicieron a la hora de nacionalizarse y otros para firmar sus trabajos científicos. Tal el caso de los Gunardos y Gualterios, entre otros. La lectura de viejas biografías lleva a esos hallazgos inesperados y muchas veces casuales. Walter Davies fue un norteamericano experto en climatología y meteorología contratado por Sarmiento en la segunda mitad del siglo XIX.

Él, junto al astrónomo norteamericano Benjamín A. Gould, llegaron a Córdoba y se pusieron al frente de los observatorios astronómico y climático-meteorológico. Walter Davies castellanizó su nombre como Gualterio G. Davies y con ese nombre publicó un trabajo clásico sobre meteorología y clima. La obra se titula "Clima de la República Argentina", Oficina Meteorológica Argentina, Buenos Aires, 1910, 112 p., 44 láminas.

El amor de Borges

Gunnard Lange fue un importante ingeniero de ferrocarriles, noruego, de la segunda mitad del siglo XIX. Se conocen de él los trabajos topográficos tendientes a construir ramales ferroviarios en las provincias de La Rioja y Catamarca. Ramales que tenían como idea la comunicación del oeste argentino con Chile. Castellanizó su nombre como Gunardo Lange. También es recordado por una misión de navegación al río Pilcomayo. Gunardo Lange se casó en Buenos Aires con una dama noruega y de ese matrimonio nació la bellísima Norah Lange, amor eterno de Jorge Luis Borges como lo señala Jay Parini en su impactante biografía del gran escritor argentino. Norah Lange se casó con el poeta Oliverio Girondo.

Lars Sundt fue un geólogo noruego que se destacó en Chile. Castellanizó su nombre como Lorenzo Sundt y así firmó la mayoría de sus trabajos científicos. Fue uno de los encargados de estudiar la Puna Argentina, entonces llamada Puna de Atacama, luego de la Guerra del Pacífico. Dejó una importante obra en dos gruesos volúmenes de sus estudios geológicos y topográficos. Además le tocó terminar y publicar el trabajo de su fallecido jefe Francisco J. San Román.

Maximilian Siewert fue un químico alemán contratado por Sarmiento para la Academia de Ciencias de Córdoba. Castellanizó su nombre como Maximiliano y lo acortó directamente como Max Siewert y así firmó muchos de sus trabajos. Entre ellos los estudios que hizo en Salta sobre el análisis químico de las aguas termales de El Sauce y Rosario de la Frontera.

El geólogo alemán Ludwig Brackebusch llegó a la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba para reemplazar a Alfred (Alfredo) Stelzner, quien regresó a Alemania luego del fallecimiento del titular de la cátedra de mineralogía de Freiberg, Bernard von Cotta. Brackebusch hizo un trabajo excepcional estudiando la mitad norte del país, desde Córdoba hasta la frontera con Bolivia y Chile. Dejó un mapa geológico del interior de la República Argentina a escala 1:1.000.000 que sigue siendo fuente de consulta. Ludwig Brackebusch castellanizó su nombre como Luis, pero en realidad debió haber sido Ludovico. O le erró al nombre en castellano, o bien no le gustaba su Ludovico de pila.

El polaco Rudolf Zuber, que exploró petróleo en Cacheuta (Mendoza) y Laguna de la Brea (Jujuy) castellanizó su nombre como Rodolfo Zuber y así firmó sus trabajos. Parece una nimiedad lo de Rudolf versus Rodolfo, pero cuando se buscan antecedentes biográficos, especialmente internacionales, esas letras hacen la enorme diferencia. Y así con todos los biografiados, con sus antecedentes mayores en sus patrias de origen.

Hans Keidel fue otro importante geólogo de la primera mitad del siglo XX con estudios científicos notables especialmente en el norte argentino. Fue él uno de los colaboradores de Alfred Wegener con la teoría de la Deriva Continental al proveerle datos irrefutables de que los sistemas montañosos de Buenos Aires tenían su correlato en Sudáfrica y viceversa. Hans Keidel castellanizó su nombre como Juan Keidel y así firmó su obra científica en Argentina.

Fritz Reichert, alemán, el padre del andinismo científico argentino, realizó importantes trabajos en la Puna y en las cordilleras de Mendoza y Patagonia. Fue el primer montañista en hacer cumbre en los volcanes Rincón y Socompa. Estudió los boratos de los salares de la Puna y el azufre de los volcanes. Fritz Reichert firmó su obra científica en Argentina como Federico Reichert.

Lo mismo cabe para el químico alemán Frederick Schickendantz, que vino a la Argentina para hacerse cargo del ingenio metalúrgico de Pilciao en Catamarca de la familia Lafone Quevedo. Más tarde se hizo cargo de la Oficina Química de Tucumán y fue maestro del futuro sabio Miguel Lillo. Algunos científicos adaptaron sus nombres como Oskar (Oscar) Doering o su hermano Adolf (Adolfo) Doering, ambos con una importante actuación en Córdoba a fines del siglo XIX.

Otros lo mantuvieron sin cambios como el zoólogo neerlandés Hendrik Weyenbergh. Hermann Burmeister de gran actuación en el país, creyente creacionista que se enfrentó con el darwinista Florentino Ameghino, castellanizó su nombre como Carlos Conrado Germán Burmeister. Burmeister junto con Domingo F. Sarmiento y Nicolás Avellaneda fueron los artífices de la creación de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba.

Wilhelm Bodenbender, que estudió el sistema del Famatina y escribió un voluminoso libro sobre minerales argentinos castellanizó su nombre como Guillermo Bodenbender. El bibliotecario alemán Heinrich Sparn, padre de la bibliotecología científica argentina, castellanizó su nombre como Enrique Sparn y así firmó su amplia obra bibliográfica en el país.

Sabios italianos

El médico y naturalista italiano Gioachino Frenguelli castellanizó su nombre como Joaquín Frenguelli y así firmó su obra científica. Entre ellas el importantísimo trabajo que hizo en 1937 sobre la Quebrada de las Conchas en Salta, hoy un clásico.

El sabio italiano Enrico Fossa Mancini, pionero de la neotectónica argentina, de gran actuación en la Universidad Nacional de La Plata, castellanizó y firmó su obra científica como Enrique Fossa Mancini. Una mente superior con un triste final ya que murió aplastado por un conductor irresponsable en La Plata. Había sobrevivido a peligrosas misiones en la Primera Guerra Mundial, pero no al automóvil del imprudente que le quitó la vida. Frenguelli lo despidió con estas palabras: "Ante un vacío que nadie podrá llenar, en homenaje a una honda y constante amistad surgida en años juveniles, como colega en nombre de los colegas y como amigo en nombre de sus amigos, séame permitido dirigir a su memoria un reverente saludo y señalar a la juventud su vida austera y laboriosa, llena de bondad, de modestia y de saber".

Otros sabios italianos como Pellegrino Strobel, el conde Guido de Bonarelli y Egidio Feruglio firmaron con sus nombres originales su amplia obra científica.

El ingeniero de minas sueco y pintor Carl Fredrick Nilsson Stubbe se radicó en Tucumán en la primera mitad del siglo XX y castellanizó su nombre como Carlos F. Stubbe. Publicó un "Vocabulario Minero", pintó el cuadro de Miguel Lillo y tradujo del sueco el libro "Un mundo que se va", del conde Eric von Rosen. Thadeus Haenke el sabio checo que se adelantó a Alexander von Humboldt, Alcides D'Orbigny y Charles Darwin en la exploración natural de la América del Sur castellanizó su nombre como Tadeo Haenke.

Médico de la Independencia

Joseph Redhead, el médico de Belgrano y de la familia Güemes, tuvo una actuación descollante en tiempos de la independencia. Escribió en 1819 el primer artículo científico del país sobre física experimental atmosférica y castellanizó su nombre como José Redhead. Este hombre que debería ser ampliamente reconocido por su obra médica, científica y patriótica solo tiene dedicado un pequeño pasaje en Salta y lamentablemente mal escrito como "Read Head". Colofón, en el nombre del nombre está todo el nombre, diría un borgeano.

 

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