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La era progresista y el "vamos por todo"

Jueves, 12 de octubre de 2023 02:08

La nueva casta en Colombia trajo consigo reminiscencias del "vamos por todo" que popularizó el kirchnerismo con sus elementos y rasgos más visibles (relato, simbolismo, arengas, saqueo, corrupción y todo ello acompañado de una presunta superioridad moral). El libreto: íQue se vayan todos! Llegamos nosotros. íVamos por todo! Ahora sí la salvación y la redención del pueblo. Nada nuevo.

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La nueva casta en Colombia trajo consigo reminiscencias del "vamos por todo" que popularizó el kirchnerismo con sus elementos y rasgos más visibles (relato, simbolismo, arengas, saqueo, corrupción y todo ello acompañado de una presunta superioridad moral). El libreto: íQue se vayan todos! Llegamos nosotros. íVamos por todo! Ahora sí la salvación y la redención del pueblo. Nada nuevo.

Durante la campaña presidencial en Colombia los pobres fueron renombrados "los nadies" y los progresistas dijeron representarlos. Canalizaron y, de hecho, apostaron y promovieron el descontento social, atizaron el fuego y el fervor popular, la necesidad de cambio y de transformación en el que ha sido, históricamente, un país relativamente estable, con todo lo que ello implica, pese a un conflicto interno prolongado y a diversas y potenciales amenazas.

Transcurrido un año de gestión presidencial, los progresistas continúan autodefiniéndose humildes y lo hacen desde el poder. El cuestionado primogénito del presidente o la soberbia vicepresidenta y, de ahí en más todo el séquito, han usado y abusado de su "humildad", la expresión, desde luego. En la práctica, esta elite emergente no rinde cuentas, muestra desprecio por los electores, incluidos esos "nadies" (los primeros desencantados) que exponen y dejan en evidencia las contradicciones del nuevo régimen.

Según el presidente Gustavo Petro, en las marchas de protesta por las medidas impopulares de su gobierno no aparece el pueblo -el pueblo está con él, en las calles y en las plazas y en las marchas autoconvocadas por el gobierno en respaldo a su gestión, a la usanza de los gobiernos "progresistas" de la región-, quienes protestan son simplemente "una clase media-alta-arribista", categoría y condición que para esa interpretación maniquea de la realidad merece el señalamiento y la descalificación presidencial. Vivan los pobres, abajo la movilidad social ascendente.

La maquinaria populista

Como subrayó el teórico italiano Loris Zanatta años atrás, a menudo los pobres, los humildes, son instrumentalizados como maquinaria de poder por aquellos que de humildes no tienen nada. Lo que el poder espera del pueblo humilde es servidumbre y votos, no pensamiento crítico, autonomía, independencia. De ahí que desde el poder se vigile y se castigue a quien ose salir del redil. Esta es la manifestación de la izquierda gobernante, depredadora, revanchista, que aquí y allá, entiende el progreso en el sentido orwelliano, es decir el progreso hacia el dolor.

Petro optó por el radicalismo como característica definitoria del proceso actual. ¿Cabía esperar algo distinto? Ni el presidente, maximalista, grandilocuente y mesiánico, ni la mayoría de sus ministros, improvisadores y, a veces, abiertamente incompetentes, cuyas cartas credenciales acusan más afinidad, lealtad al proyecto e incluso disposición y servidumbre que capacidad o experticia para la gestión y administración de las carteras que les fueron asignadas, están en condición de enviar señales tranquilizadoras. De hecho, aquellos ministros que mostraron mayor lucidez, moderación o criterio fueron removidos durante el primer remezón ministerial.

Con este panorama como telón de fondo era esperable que el presidente pronto construyera un enemigo interno contra el cual luchar y al cual responsabilizar -de nuevo, a la usanza de los amigos, ya sean homólogos o expresidentes, en Bolivia, Argentina, México, Ecuador o Venezuela-, Petro no tardó demasiado en satanizar a los medios de comunicación.

Hechos que, por supuesto, no han pasado desapercibidos en la región. Desde México, el periodista Julio Patán encontró dos similitudes claras entre Petro y AMLO: "Una, la tendencia a ocupar las calles para ejercer presión cuando los métodos democráticos no lo favorecen. La otra, sus ataques contra los medios que le son críticos".

Si la política interior genera inquietud, la exterior no es menos preocupante: el bajo nivel de los embajadores -recientemente se vio al polémico embajador colombiano en Nicaragua participando en la caminata organizada por la dictadura de Daniel Ortega con motivo del aniversario de la revolución sandinista-; las designaciones diplomáticas con pasados cuestionados, procesos judiciales o incluso no profesionales -se han nombrado embajadores y cónsules que no solo no tienen formación diplomática sino que ni siquiera tienen una licenciatura o título universitario-; y hasta las giras de la primera dama y de la vicepresidenta -las apariciones públicas de ambas en diferentes países son muy comentadas por las razones equivocadas, es decir, por evitar las mínimas formas y por brindar espectáculos que emulan o recuerdan las apariciones públicas de la expresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, también por el gasto, el derroche, la soberbia y los excesos en que incurren-.

Meses atrás hubo quienes advertían desde Europa que "la situación política es muy mala en Colombia, pero afuera el gobierno tampoco lo está haciendo mejor". Previa la visita del presidente Petro a España y al baile de mapalé que ofreciera la primera dama en Madrid, explicaron: "La Embajada de Colombia en España es un desastre, el embajador no tiene ninguna categoría, ni empresarial ni política ni diplomática".

La era progresista en Colombia acusa la continuidad de las prácticas mafiosas hechas hábito a fuerza de la costumbre para el ejercicio y la conservación del poder. No importa si hoy se autodenomina "gobierno del cambio". Tal y como admitió el exembajador y exvicepresidente Francisco Santos Calderón, a la derecha del espectro político y férreo opositor de Petro: "Se desbarató el cuento del cambio. Cambio no hubo, sigue la corrupción y los torcidos y las cosas por debajo de la mesa, todo sigue igual". Solo quien conoce el sistema y sus entrañas podía brindar una representación tan eficiente de la realidad.

Pese a todo, como ya ha sucedido con otros gobiernos en Colombia, incluso con aquellos de los que formó parte Santos Calderón, las instituciones todavía funcionan y han marcado límites a los presidentes. Hoy puntualmente lo hacen con Petro, indicándole que -no hay tal l'État, c'est moi- desconocer o malinterpretar las bases del Estado de derecho crea incertidumbre entre la población y fragmentación e inestabilidad institucional.

* Clara Riveros es politóloga, autora, analista política y columnista. Ha trabajado como investigadora, periodista y reportera, analista, asesora y consultora independiente en las Américas y en el norte de África. Autora de Diálogos transatlánticos, Marruecos hoy (Alhulia, 2019), Diálogo transatlántico entre Marruecos e Iberoamérica (Alhulia, 2019), Sexo, pudor y poder. Debates del siglo XXI en el norte de África (Alhulia, 2021) y Autocracia, democracia y constantes vitales en el reino magrebí (Alhulia, 2023).

 

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