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Ahora es nuestro tiempo de primavera

Domingo, 29 de octubre de 2023 22:59
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"El pueblo argentino ha pasado un largo invierno de silencio y temor", dijo Raúl Alfonsín en su discurso de asunción presidencial en 1983. Y es que luego de la etapa más oscura de nuestro país, Argentina volvió a ver la luz con la vuelta a la democracia. Seguro alguien nos contó el fervor de aquellos momentos, la esperanza que sentía el país, las ganas de la sociedad de progresar en el tan anhelado sistema democrático. Fue por allá, que la sociedad se sentía escuchada, valorada e incluida en la toma de decisiones políticas. Fue por allá, que había un horizonte claro.

Pero esa es la historia de nuestros abuelos, de nuestros padres. Yo, con 21 años, estudiando economía y en medio de las elecciones más tumultuosas que viví, en medio de una crisis política, económica, social e institucional, me pregunto si alguna vez la sociedad del SXXI sentirá ese mismo renacer que experimentó en el 83. Es innegable que Argentina avanzó desde la restauración de la democracia. Hubo momentos de optimismo, reformas significativas y avances en diversos campos. Sin embargo, para muchos jóvenes como yo, el escenario actual a menudo se tiñe de desilusión.

La política argentina parece estar atrapada en un ciclo de polarización y confrontación constante. Las instituciones políticas, una vez símbolos de esperanza, a menudo se ven afectadas por la corrupción y la inestabilidad. La economía, ¡ay la economía!. Todos somos testigos de cómo el sueldo de nuestros padres, las jubilaciones de nuestros abuelos pierden valor real. Un país que no crece y una moneda que pierde valor al ritmo de la inflación. Ni hablar de la educación, la seguridad o la salud. Todo esto nos deja a muchos de nosotros preocupados por nuestro futuro y el rumbo del país. La desigualdad persiste y las promesas de un sistema democrático más justo parecen quedar en el olvido.

No se confundan, la tristeza que siento no proviene de la falta de amor por mi país. Más bien, surge de la profunda preocupación por el estado actual de las cosas. ¿Dónde quedó esa sensación de inclusión y participación ciudadana que se vivió en los albores de la democracia? ¿Dónde está el horizonte claro que alguna vez se pudo vislumbrar?

La generación actual de jóvenes argentinos merecemos vivir en un país donde la democracia no solo sea una palabra en los libros de historia, sino una realidad en nuestras vidas. Merecemos que quien nos gobierne busque el tan aclamado bien común, en lugar de priorizar intereses partidistas y personales. Merecemos una economía estable que realmente ofrezca oportunidades para el progreso y crecimiento. Merecemos una sociedad donde la igualdad y la justicia no sean la excepción sino la regla.

La tristeza y desilusión que siento es, en última instancia, un llamado a la acción. No pienso que caigamos en la desilusión y cedamos ante ella. Como jóvenes tenemos un compromiso no solo cívico, sino también con las generaciones pasadas y futuras de buscar soluciones y moldear el futuro que creemos merecer. Tenemos el poder de moldear ese futuro, solo si nos comprometemos a alzar la voz y ser agentes de cambio en nuestra sociedad.

Como decía Manuel Belgrano: "La historia de nuestra nación, en la época que estamos corriendo, nos presenta más de una prueba de que la desunión es el origen de los males comunes en que estamos envueltos y que nos darán muchos motivos para llorarlos mientras existamos". No quiero que nos arrepintamos, que nuestro país siga llorando los mismos males.

"Ahora es tiempo de primavera, de libertad, de expresión y de participación", terminaba su frase Alfonsín. Y llevo esa sentencia para los tiempos de hoy. Ahora es nuestro tiempo de primavera, ahora es nuestra oportunidad de renovarnos. El florecimiento de Argentina depende de nosotros.

(*) Estudiante salteña de Economía en la Universidad Torcuato Di Tella

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