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La dura realidad

Martes, 05 de diciembre de 2023 00:00

Armé un juego en mi interior para encontrarme con mi esencia; la mente y las crisis de conciencia no aceptan normas de viejas tradiciones. El mundo con toda la miseria, el conflicto, brutalidad destructiva. El hombre, todavía violento, codicioso, competitivo. Construyó una sociedad enferma, instituciones políticas, sociales, religiosas y familiares, que manejan, condicionan. Finanzas con matemáticas complicadas, máscaras diseñadas para ocultar. Nadie más esclavo que los que se creen libres. La mecánica moderna del dinero reserva fraccionada, inflacionaria, impuesto oculto a la gente. El dinero es deuda y la deuda, dinero. El mundo, colección de corporaciones, producen pobreza y muerte. La inequidad crece y la gente desespera. El mundo es un negocio que ha tocado los lugares más secretos de la intimidad, de la familia produciendo el malestar que camina entre la gente y las ciudades. La poesía está alerta, moviliza sustancia desgarradora en selváticas noches ciudadanas, pobladas de instintos, amores y hambre.

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Armé un juego en mi interior para encontrarme con mi esencia; la mente y las crisis de conciencia no aceptan normas de viejas tradiciones. El mundo con toda la miseria, el conflicto, brutalidad destructiva. El hombre, todavía violento, codicioso, competitivo. Construyó una sociedad enferma, instituciones políticas, sociales, religiosas y familiares, que manejan, condicionan. Finanzas con matemáticas complicadas, máscaras diseñadas para ocultar. Nadie más esclavo que los que se creen libres. La mecánica moderna del dinero reserva fraccionada, inflacionaria, impuesto oculto a la gente. El dinero es deuda y la deuda, dinero. El mundo, colección de corporaciones, producen pobreza y muerte. La inequidad crece y la gente desespera. El mundo es un negocio que ha tocado los lugares más secretos de la intimidad, de la familia produciendo el malestar que camina entre la gente y las ciudades. La poesía está alerta, moviliza sustancia desgarradora en selváticas noches ciudadanas, pobladas de instintos, amores y hambre.

Cielo rotundamente estrella conglomerado de átomos y moléculas que vuelven con el árbol una tierra milenaria y la cáscara del durazno informan del sol y el mugido de las vacas tan río y tan sonoro llena el espacio del silencio para abarcar el color de lo vivo. Todo es movimiento, un ir y venir, los límites del sueño, la atemporal tristeza consumiendo de las palomas los huesos. Este es el mágico mundo donde fundan los hombres sus pueblos con caballos donde la pena tiene un ojo vivo y es manejada con látigos, un sapo cuida los jardines y otro habla con la luna y la lluvia llega como música alimentaria. Este es el ciclo de los bienes y las noches, de los males y los días y el ruido oficioso de la técnica fundando financieras, una mano y otra mano no siempre es un hombre. La guerra se firma a dos manos y los negocios. La caricia crea uno y funda la unidad del amor. El mundo tiene hombres, abuelos, misales y hambre. El mundo tiene hombres, abuelos, catedrales y hambre.

La vida es algo que crece desde la tierra, como semilla tierna, recoge de cielos y lluvias, el torrente del milagro, caricias de sol, que construyen con su mano la cálida carnadura del árbol, que se convierte en teatro de los pájaros. Desde el misterio del agua sube un niño corazón de carne, para alegrar en la tarde, el sereno canto de lo vivo. En el viento de los sueños flor temprana de la infancia muestra con orgullo y prestancia su color, su ternura, su fragancia.

El canto vuelve con la primavera, con flores nuevas, pájaros cantores que levantan con sus fragantes trinos paisajes azules para el alma. Y el río suena su canción de siempre transportando el agua desde las montañas por laberintos de asombro milenario alimentando los árboles que saludan a su paso. La luz solar se instala en los rastrojos dibujando pinturas agrestes donde se mezclan los colores y la vida en un incesante desfile inagotable por donde pasa el hombre con sus urgencias cotidianas y permanentes a justificar su existencia.

Es necesario humanizar la tierra y la vida, la sensibilidad debe aflorar entre los niños y los abuelos. Con la contundencia del afecto, debemos alimentar nuestros días, para construir la esperanza, una alegría verdadera, entre todos, como símbolo vital.

 

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