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La Rusia de Putin y las fronteras vivas

Sabado, 18 de marzo de 2023 03:17

La situación estratégica de estos tres países tiende a unificarse. Ucrania, Moldavia y Georgia, ex repúblicas soviéticas convertidas desde 1991 en estados independientes, tienen otros tantos enclaves separatistas en sus zonas fronterizas con Rusia, habitadas en todos los casos por una mayoría ruso - parlante, sostenidos con dinero y armas provistas por Moscú. La gran mayoría de la población de las tres naciones, que también comparten el cristianismo ortodoxo, quiere integrarse a la Unión Europea y el Kremlin hace lo imposible por evitarlo. La única diferencia reside en que Ucrania fue invadida por Rusia mientras que Moldavia y Georgia atraviesan convulsiones internas pero todavía no fueron agredidas militarmente.

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La situación estratégica de estos tres países tiende a unificarse. Ucrania, Moldavia y Georgia, ex repúblicas soviéticas convertidas desde 1991 en estados independientes, tienen otros tantos enclaves separatistas en sus zonas fronterizas con Rusia, habitadas en todos los casos por una mayoría ruso - parlante, sostenidos con dinero y armas provistas por Moscú. La gran mayoría de la población de las tres naciones, que también comparten el cristianismo ortodoxo, quiere integrarse a la Unión Europea y el Kremlin hace lo imposible por evitarlo. La única diferencia reside en que Ucrania fue invadida por Rusia mientras que Moldavia y Georgia atraviesan convulsiones internas pero todavía no fueron agredidas militarmente.

En Georgia, el gobierno de coalición presidido por Salomé Zurabishvili, donde cumple un papel protagónico el Partido del Sueño Georgiano, liderado por el ex primer ministro pro - ruso Bidzina Ivanishhvili, se vio acorralado por las virulentas manifestaciones de protesta en las calles de Tiflis, la ciudad capital, en las que la bandera nacional era enarbolada junto a otras banderas de países de la Unión Europea, contra una "ley mordaza", calcada de una norma semejante sancionada en Rusia en 2012 y replicada luego en su aliada Bielorrusia, que establecía que cualquier organización no gubernamental que reciba más del 20% de sus ingresos desde el exterior sería catalogada "agente extranjera" y facultaba incluso al gobierno a quitarle la nacionalidad a las personas que tengan "conexiones internacionales".

El objetivo de la ley sancionada por el Parlamento era obligar a que los partidos políticos, las organizaciones de derechos humanos y los medios de comunicación cortaran sus vínculos con Europa y ser más permeables a los intereses de Rusia. Frente a la intensificación de las protestas, Zurabishvili dio una inesperada voltereta, se comprometió a vetar la norma y respaldó a los manifestantes: "los que apoyan esta ley, todos los que hasta hoy han votado a favor de esta ley, están violando la Constitución. Todos ellos nos están alejando de Europa".

Un informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores sostiene que "En los últimos años, y especialmente en los últimos 18 meses, la coalición gobernante de Georgia ha tomado una serie de medidas destinadas a distanciar al país de Occidente y llevarlo gradualmente a la esfera de influencia de Rusia". Señala como artífice de ese giro al propio Ivanishvili, un multimillonario que amasó su fortuna en Rusia en los años posteriores la caída de la Unión Soviética y formó parte de un grupo de banqueros que contribuyó al ascenso de Putin. Ivanishvili regresó luego a Georgia y fundó el Partido del Sueño Georgiano, inspirado en el modelo de Rusia Unida, el partido de Putin.

En 2008 Rusia intervino militarmente en Georgia, un país de cuatro millones de habitantes, en la llamada "Guerra de los Cinco Días, con el objetivo de respaldar a las repúblicas separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, creadas "de facto" entre 1991 y 1992, tras la disolución de la Unión Soviética. Abjasia, con una población de 250.000 habitantes, recostada sobre el Mar Negro, es uno de los sitios preferidos para sus vacaciones de verano por los rusos adinerados. Osetia del Sur, con 65.000 habitantes, está situada en la frontera con la región rusa de Osetia del Norte. Ambas tienen sus propias pequeñas fuerzas de seguridad pero la custodia real está en manos del servicio fronterizo de Rusia, una agencia de inteligencia heredera de la antigua KGB.

Desde el cese de hostilidades, en Abjasia y Osetia del Sur, cuya existencia legal sólo es reconocida internacionalmente por Venezuela, Nicaragua, Siria y Nauru, están estacionados 13.000 soldados rusos dispuestos para intervenir en su defensa. Entre ambos territorios y el resto de la superficie georgiana se trazó una línea fronteriza de 400 kilómetros que en el lado controlado por el gobierno de Tiflis es también patrullado por efectivos de la misión de monitoreo de la Unión Europea en Georgia. Es lo que suele calificarse como una "frontera caliente".

Según analistas de los servicios de inteligencia occidentales, Moldavia es el próximo objetivo de Putin. Vecina de Rumania, a la que estuvo unida durante varios siglos y con la que tiene una profunda comunidad cultural, de Rusia, que la mantuvo bajo su égida durante el imperio zarista y luego con su incorporación a la Unión Soviética, y de Ucrania, con la que comparte sus temores sobre el expansionismo de Moscú, este país de 2.600.000 habitantes, que intenta ingresar a la Unión Europea, denunció que Gazprom, la empresa estatal rusa, redujo abruptamente a la mitad su abastecimiento de combustibles para forzarlo a desistir de su proyecto europeísta.

Su presidenta, Maia Sandu, señaló también que Putin tiene un plan para derrocar a su gobierno pro - europeo. Puntualizó que "el plan incluye atentados contra edificios estatales y la toma de rehenes por parte de saboteadores militares disfrazados de civiles". Recalcó que "el objetivo es derrocar el orden constitucional y sustituir su poder legítimo por otro ilegítimo". Según Sandu, este plan contaría con la "implicación de fuerzas internas", como el Partido Sor, liderado por el magnate pro - ruso Ilan Sor.

La oposición moldava, encabezada el Partido Sor, manifestó días pasados por Chisinau, la ciudad capital, para demandar que el gobierno se hiciera cargo de las cuentas de gas y de electricidad de la población durante los meses de invierno. Pero el trasfondo real de la movilización fue una posible ofensiva militar en Transnistria, una estrecha franja de tierra situada entre el este moldavo y el oeste de Ucrania, con una población de 500.000 habitantes, de mayoría ruso-parlante, que declaró su independencia de Moldavia en 1990, también luego del colapso de la URSS, y que después de una breve guerra quedó fuera del control del gobierno central.

En Transnistria viven 250.000 ciudadanos con pasaporte ruso. En términos diplomáticos, Moscú nunca reconoció al gobierno regional encabezado por Vadim Krasnoselski, un líder separatista pro-ruso, como un estado independiente pero le otorga un apoyo militar que resulta decisivo para garantizar su supervivencia.

Rusia entrega también gas natural gratuito a la población y contribuye financieramente para el pago de jubilaciones y pensiones. Con el estallido de la guerra en la vecina Ucrania, la región pasó a convertirse en un territorio prioritario para la estrategia militar del Kremlin.

Esta interrelación explica que la situación moldava esté envuelta en los ejercicios de contra -información y guerra psicológica que desarrollan las distintas partes involucradas en el conflicto ucraniano. Para responder a las acusaciones de Sandu, Rusia acusó a Ucrania de preparar una invasión a Transnistria. Un comunicado del Ministerio de Defensa afirmó que "el régimen de Kiev intensificó los preparativos en aras de una invasión de Transnistria". Agregó que esa supuesta ofensiva sería justificada por Kiev como una "respuesta a un presunto ataque a Ucrania de las tropas rusas desde el territorio de Transnistria".

Si la línea demarcatoria de 400 kilómetros que divide a Abjasia y Osetia del Sur del resto de Georgia y la incierta frontera que separa a Transnistria del resto de Moldavia dibujan los límites alcanzados hasta ahora por la "gran Rusia", la cambiante distancia existente entre la vanguardia del ejército ucraniano y las tropas rusas estacionadas en las repúblicas separatistas de Donetz y Lugansk, proclamadas en 2014 junto con la anexión de Crimea, parecería cumplir esa misma función en el este de Ucrania. En los países limítrofes, Putin ha reflotado el viejo concepto de las "fronteras vivas", que serán tan extensas como lo que el poder militar ruso sea capaz de controlar.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

 

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