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Sergio Pujol: "Gato Barbieri nunca dejó de pensar en Argentina y en Sudamérica"

Este martes, a las 19, se presenta en Salta el libro "Gato Barbieri. Un sonido para el Tercer Mundo", de Sergio Pujol. El Tribuno habló con el escritor.
Sabado, 27 de mayo de 2023 21:16

Sergio Pujol presenta en Salta un libro sobre jazz, y algo más. "Gato Barbieri. Un sonido para el Tercer Mundo" indaga en la vida y obra del saxofonista santafesino que vivió gran parte de su vida en Nueva York, y fue un referente generacional. En diálogo con El Tribuno, el historiador, docente y ensayista especializado en música popular contó sobre la experiencia vital de Leandro "Gato" Barbieri, un artista que nunca olvidó su continente. "Es una historia de Buenos Aires, una historia del país y es también, y principalmente, la historia de un argentino en el mundo", describió.

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Sergio Pujol presenta en Salta un libro sobre jazz, y algo más. "Gato Barbieri. Un sonido para el Tercer Mundo" indaga en la vida y obra del saxofonista santafesino que vivió gran parte de su vida en Nueva York, y fue un referente generacional. En diálogo con El Tribuno, el historiador, docente y ensayista especializado en música popular contó sobre la experiencia vital de Leandro "Gato" Barbieri, un artista que nunca olvidó su continente. "Es una historia de Buenos Aires, una historia del país y es también, y principalmente, la historia de un argentino en el mundo", describió.

¿Por qué "Un sonido para el tercer mundo"?

Es una referencia a un período de la música de Gato Barbieri, a la historia del jazz y de la  música latinoamericana, un periodo que empieza en 1969 con un disco titulado justamente "The Third World", "Tercer Mundo", editado en Estados Unidos. Gato venía tocando jazz, free jazz y jazz moderno desde mucho tiempo antes, y se había ganado un cierto nombre en el ambiente jazzístico... En este trabajo hay una exploración de las raíces rítmicas de las músicas sudamericanas. Hay, por ejemplo, una recopilación que había hecho Leda Valladares, "Canción del Llamero", de Anastasio Quiroga. Una versión del tango "Prepárense" de Piazzolla. Y después algunas composiciones suyas, "Antonio das Mortes" que formó parte de una película del director brasileño Glauber Rocha, muy amigo de Gato. Rocha a través de conversaciones con él, de alguna manera, lo orientó en este giro, en este cambio. Es decir, un músico de jazz argentino, que hasta ese momento tomaba como modelo a grandes intérpretes negros norteamericanos, decide crear una música original, nutriéndose de las raíces rítmicas del continente que había dejado en 1962, cuando se va a vivir a Italia. Es un disco completamente diferente a lo que había hecho hasta entonces. Empieza un camino de exploración de un jazz que mira al continente latinoamericano. Ese periodo se extiende hasta 1974, cuando cambia de sello e inicia un periodo más pop, un jazz latino tal vez menos vinculado y comprometido con Latinoamérica. Me parece interesante ese aporte y enfatizar en esos años. De allí el subtítulo del libro.

Hablás de una búsqueda...

Sí, es un poco la gran búsqueda artística de su vida: encontrar un sonido para el Tercer Mundo, pero desde su background jazzístico; él nunca renegó de su formación de músico de jazz, nunca pretendió ser folclorista, lógicamente, pero sí intentó una suerte de fusión entre las tradiciones latinoamericanas y el jazz.

El martes, a las 19, presentan "Gato Barbieri. Un sonido para el Tercer Mundo", en la Usina Cultural, España 98. Será una charla de amigos con Sergio Pujol y jazz en vivo con Martín Misa, Juan. P. Mayor y Matías Saluzzi, con entrada libre y gratuita.

En la película "Calle 54", de Fernando Trueba, Gato hace una versión de "Bolivia"...

Exactamente. Una composición que está dedicada a la memoria del Che Guevara. En esa película, Trueba es un director con una gran sensibilidad musical, se puede ver claramente, por un lado, el hecho de que Gato Barbieri aporta al jazz latino una mirada diferente, en comparación con el jazz afro-cubano, con lo que pudo haber sido el aporte de Tito Puente, Paquito de Rivera, Chucho Valdez. Y, por otro lado, se ve la singularidad de Gato. Es una figura solitaria que no se integró al ambiente del Latin Jazz en los Estados Unidos; si bien al final de su vida recibió un Grammy Latino por su trayectoria, nunca se sintió cómodo dentro de la comunidad de músicos latinos norteamericanos. Esto tiene que ver un poco con su personalidad, era una persona muy introvertida, era tartamudo... Tuve la oportunidad de entrevistarlo para Página 12 hace muchos años y fue una entrevista dificilísima, por teléfono. Las respuestas, muy demoradas y no parecían muy interesantes en ese momento, pero después, a medida que me puse a investigar en su vida, me di cuenta de que él se expresaba a través de la música más que a través de las palabras.

Fragmento del filme "Calle 54" (2000), de Fernando Trueba.

Después de Europa, vivió en Nueva York y esta referencia al Che en "Bolivia" que traés, ¿tiene que ver con el desplazamiento, por ejemplo, de un Cortázar que, a su modo, hace un trayecto parecido?

Tiene que ver, por supuesto, con las búsquedas de muchos escritores, de muchos artistas latinoamericanos que, a la distancia, se reencontraron con el continente, en un contexto sociopolítico muy particular, como eran los 60, los 70, cuando los ojos progresistas del mundo estaban puestos en América Latina, cuando había una gran expectativa de transformación y cambio político y social, y las artes, en general, y la música, en particular, acompañan de alguna manera y refuerzan ese proceso. Y, en ese sentido, creo que cuando Gato deja esa senda no la abandona del todo porque en vivo seguía tocando "Juana Azurduy", "Bolivia", "La canción de Llamero", "Luna tucumana"... Un repertorio tercermundista, como él lo llamaba, siempre lo acompañó. También es verdad que en los sucesivos discos, cuando ya era una estrella internacional después de la música de "Último tango en París", me parece que hay un cierto desencanto, que lo comparte toda una generación con respecto a esos años, por eso me pareció pertinente relacionar sus cambios estilísticos, conectarlos con la situación de la política internacional y de los discursos de transformación y revolución que, a partir de los años 80, quedaron un tanto opacados frente a una realidad mucho más cruel, una especie de hegemonía del capitalismo financiero. Y me parece que la música de Gato da cuenta de ese desencanto también. Si bien, como te digo, siempre hubo una llamita de esperanza.

"Fue un músico argentino de jazz, en alguna oportunidad dijo que era muy difícil ser argentino y ser al mismo tiempo un músico de jazz. Gato lo logró con una música sumamente original, que todavía seguimos escuchando y que todavía nos sigue conmoviendo...".

En su juventud tuvo militancia política...

Él era militante comunista, había sido afiliado al Partido Comunista Argentino, con su hermano Rubén, dos años mayor, que es una influencia muy grande en él y, si bien, Gato no hablaba demasiado de política en las entrevistas, esa identidad política lo acompaña toda su vida.

¿A qué edad se fue del país?

Joven, en 1962 tenía 30 años. Se va, básicamente, por incitación de su mujer de ese entonces, Michelle Sorrentino, una ítalo-argentina que había vivido en Nueva York y que estaba convencida -y en eso no estaba equivocada- que Gato era el mejor músico de jazz que había en Argentina y que, de alguna manera, había tocado techo ya, y que no tenía posibilidades de crecimiento artístico en el país. Ella lo convence -supongo, porque esos detalles de la vida privada son imposibles de conocer- y debe haber sido un proceso bastante difícil, porque Gato estaba, a pesar de su sobrenombre, muy arraigado a Buenos Aires, era rosarino, pero muy joven se había instalado en Buenos Aires. Era muy conocido acá, y reconocido, tocaba como músico profesional en la Orquesta de Canal 13, había sido solista en la orquesta de Lalo Schifrin y le gustaba mucho tocar en las jams en clubes, cabarets, en los boliches. Y ese viaje fue fundamental en su vida. Si no hubiera sido por Michelle, probablemente hoy estaríamos hablando de un músico un tanto olvidado que llegó a ser muy famoso en Buenos Aires a fines de los 50 y principios de los 60...

"Gato quizás volvió pocas veces a la Argentina porque se sentía un ciudadano del mundo, mientras que otros grandes músicos como Piazzolla o Dino Saluzzi siempre estuvieron vinculados con el país", analiza el escritor que publicó "El año de Artaud" en 2019.

Ya tenía un recorrido hecho en el país...

Sí, se va como un músico formado, había estudiado muy seriamente el saxo alto y el saxo tenor; había tomado clases con Albert Hervier, profesor francés de clarinete y saxo alto que vivía en Buenos Aires. Y Gato era un tipo con una gran intuición, escuchaba discos de jazz que venían de Estados Unidos y de Europa, y manejaba información bastante exquisita para la época, por eso cuando llega a Italia se integra rápidamente a la escena jazzística italiana. Y, según me contaron músicos italianos que tuve oportunidad de entrevistar, sabía de jazz moderno más que la mayoría de los italianos. Trabajó como músico profesional y como músico de jazz durante todos esos años. Siguió su perfeccionamiento y su búsqueda artística en Europa hasta que, finalmente, se radicó en el 68 en Nueva York, y ya no se movió más de allí. Se movió sí para hacer giras, para tocar en distintas partes del mundo, pero su residencia fija y definitiva fue Nueva York.

¿Tu libro lo planteás como novela, como biografía?

Es una biografía artística. Yo concibo el género biográfico como la resultante de tres dimensiones: la vida privada, la obra y la época. Ahora, por añadidura, digamos, o porque yo soy historiador y me gusta encarar la biografía desde una perspectiva bastante particular, se puede leer también el libro como una especie de historia del jazz y de la cultura moderna desde los años 60 hasta, prácticamente, el siglo XXI, porque Gato Barbieri llegó a ser enormemente popular. A veces cuesta explicar esto, porque hoy está un poco olvidada su figura, su música casi no se escucha. Por el año 73, 74 era considerado uno de los tres mejores saxofonistas del mundo. Y cuando abordé este tema lo hice con algún temor porque me daba cuenta de que estaba frente a una tarea compleja: iba a investigar y a contar la vida de un argentino que vivió más tiempo fuera que dentro del país, y que grabó prácticamente todos sus discos con artistas internacionales. Era como abordar la biografía de Miles Davis, Stan Getz, Sonny Rollins; es decir, de un músico internacional que jugó en las ligas mayores del jazz. Pero -por otro lado- también era verdad que muchos de sus compañeros y amigos vivían y viven en Buenos Aires; por lo tanto, pude también y en contacto con su hermana Raquel reconstruir los primeros años de su vida como músico profesional, y ese background, esa formación, evidentemente fue muy importante en los pasos que pudo dar más adelante. Es una historia de Buenos Aires, una historia del país y es también, y principalmente, la historia de un argentino en el mundo, y en ese punto la analogía con Julio Cortázar no me parece antojadiza. Efectivamente, Cortázar vivió más tiempo en Francia que en Argentina. Pero, así como Cortázar nunca dejó de escribir en castellano, Gato Barbieri nunca dejó de pensar en Argentina y en Sudamérica.

Tapa del libro editado en 2022.

¿Venía con frecuencia al país?

No. Hasta el 1971, por lo que pude investigar, vino solo un par de veces a ver a sus padres. Después volvió en el 73, ahí lo conoce a Cortázar y tienen una larga conversación en el Hotel Alvear, y empieza a grabar un disco muy importante, "Chapter One. Latinoamérica" –"Capítulo 1. Latinoamérica"-, el primer volumen de una saga latinoamericana, cuyo propósito era hacer una especie de relevamiento musicológico de América Latina. Lo hizo para el sello Impulse, en el que había grabado John Coltrane, el gran ídolo de la juventud de Gato, y después vino la dictadura del 76 y, obviamente, no volvió. Y regresó muchos años después, recién en el 91 se presentó en el Teatro Gran Rex, y tuve la oportunidad de escucharlo, y por suerte se grabó. Lo grabó Carlos Melero, un muy recordado y gran sonidista de Argentina, y el sello Blue Art, de Horacio Vargas, de Rosario, hace pocos años editó ese disco, que es magnífico. Y después volvió en el 99 y en el 2000, anduvo por Rosario y le dieron la distinción de "Ciudadano ilustre", le hicieron un homenaje en el Monumento a la Bandera, y esa fue la última vez -en el 2000- que estuvo en la Argentina. Por lo tanto, vino pocas veces...

¿Cómo era la relación de Gato con Argentina?

Y tenía una relación complicada con la Argentina. Añoraba el club de sus amores, Newell's Old Boys, toda su vida; incluso los lunes llamaba por teléfono a su hermano Rubén para saber cómo había salido el domingo, y hasta llegó a grabar el himno de Newell's en Nueva York; pero al mismo tiempo sentía que en la Argentina no había tenido el reconocimiento, sobre todo de sus pares... que muchos de ellos no comulgaron con ese giro tercermundista que le dio a su música. Fue una relación compleja. Él decía no tener necesidad de volver muchas veces a Argentina, pero yo estoy convencido -después de haber investigado varios años su vida y escuchar con mucha atención su música- que Gato Barbieri fue un músico argentino, indudablemente. Fue un músico argentino de jazz, y él, en alguna oportunidad, dijo que era muy difícil ser argentino y ser al mismo tiempo un músico de jazz. Gato lo logró, lo logró con una música sumamente original, que todavía seguimos escuchando y que todavía nos sigue conmoviendo...

 

 

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