Penúltimo día de agosto y muchas calles de la ciudad se tiñeron de rosa, amarillo o blanco con los hermosos lapachos florecidos anticipando la primavera. En contraste, innumerables árboles mutilados por todas partes: plazas, veredas del micro y macrocentro y en los barrios. "El lapacho es el único árbol que la gente respeta, a los otros pareciera que los odian por cómo los destruyen", sentenció la bióloga salteña Virginia Martínez. Afirmó que "el 80 por ciento de los árboles de la ciudad y los municipios está mutilado".
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Penúltimo día de agosto y muchas calles de la ciudad se tiñeron de rosa, amarillo o blanco con los hermosos lapachos florecidos anticipando la primavera. En contraste, innumerables árboles mutilados por todas partes: plazas, veredas del micro y macrocentro y en los barrios. "El lapacho es el único árbol que la gente respeta, a los otros pareciera que los odian por cómo los destruyen", sentenció la bióloga salteña Virginia Martínez. Afirmó que "el 80 por ciento de los árboles de la ciudad y los municipios está mutilado".
Para peor, la catástrofe no se detiene. En plena época de brotes, en la esquina de Los Tarcos y Los Fresnos de barrio Ferroviario, el miércoles pasado un hombre podaba un árbol. "Solo estoy entresacando", atinó a aclarar ante la cámara de El Tribuno. "Hay un mito de que hay que podar en los meses sin r (mayo, junio, julio y agosto) todos los árboles, pero no es así", enfatizó Martínez, espantada por el hecho mismo que estaba presenciando, encima cuando los brotes de las hojas ya empezaron a aparecer.
Entonces, ¿qué árboles se podan?, se le consultó. "Se podan los frutales", indicó, detallando que "se podan los frutales para que la producción esté cercana. Se podan los viñedos porque también es una cuestión de acceso, van cortando, le van dando forma y después cosechan".
El asunto es que eso se trasladó al mito de que a todos los árboles hay que podarlos. También tiró por tierra la excusa de que hay que podar por los cables, asegurando que la naturaleza es sabia y las ramas se van acomodando. "En una ciudad, si ponés árboles sobre la vereda o en una plaza, se pueden llegar a podar las ramas que realmente te molestan al paso al caminar, pero no cualquier cosa como hacemos en Salta que serruchamos y mutilamos los árboles", añadió.
Ahora, ¿cuál es el problema si se poda un árbol al tronco? De acuerdo a la profesora de la Universidad Nacional de Salta, se corta el normal crecimiento que el árbol debiera tener y por todos sus medios trata de sacar nuevas ramas porque necesita hojas. En consecuencia, salen los nuevos crecimientos a la vuelta de lo podado. "En vez de respetar la ramificación del árbol que va creciendo para arriba, volvés a tener ramas a la vuelta, y cuando se vuelve a podar salen más ramas chiquitas, eso cuando el árbol te responde porque en muchos otros casos directamente los ejemplares se mueren, por eso hay un montón de cadáveres de árboles por la ciudad", planteó.
La académica ahondó en este punto: "En el tronco los árboles tienen unos agujeritos para respirar, pero cuando los podan no les permiten ramificarse y empieza una especie de respuesta antes de morir tratando de sacar ramitas por todos lados, de forma muy desprolija y después no pueden dar una buena sombra, que es lo que se necesita en una ciudad". Este medio consultó sobre el estado de los árboles en la ciudad con la responsable de Espacios Verdes municipal, pero no obtuvo respuestas.
Servicio ambiental
Con el cambio climático, la falta de sombra en la ciudad debido a la multilación de árboles es preocupante. La gente planta árboles y después no los deja crecer como corresponde. La bióloga Virginia Martínez atribuye este comportamiento a la "ignorancia" y falta de conciencia ambiental, por lo que llama a las autoridades pertinentes que actúen urgente educando a adultos y niños. "En las ciudades los árboles prestan un tremendo servicio ambiental, te reducen la temperatura cinco grados, si tenes buena arboleda te refresca toda la ciudad, que es cemento puro", manifestó. También propuso tantas veces convertir la ciudad en colores rosas, amarillo o blanco, o violeta, con los jacarandás, como en Buenos Aires.