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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Bukele hace escuela con su guerra contra las maras

Martes, 23 de enero de 2024 02:06

El presidente salvadoreño Nayib Bukele está por batir un récord mundial. El 4 de febrero será reelecto con un porcentaje de votos seguramente superior al 65% en elecciones que no han sido impugnadas por la oposición. Es obvio que semejante hazaña es producto de su inmensa popularidad, construida a partir de un único eje: el éxito en el restablecimiento de la seguridad urbana en un país azotado durante largos años por una espiral de violencia que llevó a una población aterrorizada a respaldar con entusiasmo una política de "mano dura" sin antecedentes en los regímenes constitucionales modernos, cuyas características despiertan un tan cerrado como inútil rechazo de las organizaciones de defensa de los derechos humanos.

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El presidente salvadoreño Nayib Bukele está por batir un récord mundial. El 4 de febrero será reelecto con un porcentaje de votos seguramente superior al 65% en elecciones que no han sido impugnadas por la oposición. Es obvio que semejante hazaña es producto de su inmensa popularidad, construida a partir de un único eje: el éxito en el restablecimiento de la seguridad urbana en un país azotado durante largos años por una espiral de violencia que llevó a una población aterrorizada a respaldar con entusiasmo una política de "mano dura" sin antecedentes en los regímenes constitucionales modernos, cuyas características despiertan un tan cerrado como inútil rechazo de las organizaciones de defensa de los derechos humanos.

Cuando Bukele llegó al poder en 2019, las "maras", denominación de las pandillas de delincuentes forjadas originariamente en la comunidad salvadoreña residente en Estados Unidos, operaban con absoluta impunidad y se habían adueñado del espacio público. La tasa de homicidios era de 36 asesinatos por año por cada 100.000 habitantes, uno de los índices más altos de la región. 2023 cerró con una tasa de 2,4 homicidios por cada 100.000 habitantes, la más baja desde 1992, fecha de finalización de la sangrienta guerra civil que azotó al país desde la década del 70.

Los salvadoreños volvieron a caminar por las calles sin temor. Esto hizo que, según la encuesta de opinión pública de Latinobarómetro, el mandatario es "el presidente mejor evaluado de todos los tiempos desde el inicio de la transición democrática en América Latina". El éxito obtenido obedeció a una estrategia novedosa que combinó una guerra sin cuartel contras las pandillas, que a menudo transgredió las fronteras de la ley, con tratativas secretas con los jerarcas presos en las cárceles salvadoreñas en las que se acordó su colaboración en la tarea de reducir la ola de criminalidad a cambio de no facilitar su extradición a Estados Unidos, donde eran buscados por cargos de narcotráfico.

Para implementar esa estrategia, Bukele no vaciló en confrontar con los poderes constituidos. Poco después de asumir convocó a una movilización multitudinaria frente al Congreso para forzar la aprobación de una legislación resistida por la oposición, mayoritaria en el Parlamento. Pero las elecciones legislativas de 2021 le otorgaron una amplia mayoría parlamentaria que le posibilitó remover a los jueces de la Corte Suprema de Justicia para designar magistrados adictos en el máximo tribunal y conseguir un controvertido fallo judicial que habilitó la reelección presidencial, a pesar de la disposición constitucional en sentido contrario.

En marzo de 2022, cuando se registraron 62 homicidios en un día, el Congreso aprobó la declaración del estado de excepción, que restringe la libertad de asociación, suspende el derecho de una persona a ser informada sobre los motivos de su arresto y a solicitar la asistencia de un abogado, amplia de 72 horas a quince días el plazo de detención sin orden judicial y permite a las autoridades a intervenir la correspondencia y los celulares de quienes se considere sospechosos.

Bukele impuso también una drástica reforma del Código Penal para que los integrantes de las maras o de cualquier otra organización delictiva puedan ser condenadas a penas de entre 20 y 40 años de prisión. El gobierno informó que con ese mecanismo fueron capturadas 74.000 personas, de las cuales los jueces dejaron en libertad por falta de pruebas a poco más de 7.000. El resto está actualmente alojado en duras condiciones en las gigantescas cárceles especiales construidas con máximas medidas de seguridad. Esta historia de éxito no puede sino impactar fuertemente en una región cada vez más envuelta en un

clima de violencia asociado a la expansión del narcotráfico y donde las encuestas coinciden en señalar que la cuestión de la seguridad pública tiende a ocupar un lugar relevante en las preocupaciones ciudadanas. El "modelo Bukele" es hoy empleado como una consigna política por gobernantes y candidatos presidenciales de la derecha latinoamericana.

Un caso emblemático de la creciente influencia política del "bukelismo" es Ecuador, donde el presidente Daniel Noboa dictó el estado de excepción y colocó a las Fuerzas Armadas en la primera línea de lucha contra el narcotráfico. En su campaña electoral, ya Noboa había planteado la prioridad de la lucha frontal contra el crimen organizado, que en los últimos años se expandió vertiginosamente en el país andino, y reivindicado la experiencia salvadoreña como un ejemplo exitoso.

La construcción de megacárceles "a la salvadoreña" fue precisamente el disparador de la fuga de los líderes del narcotráfico detenidos en centros de detención que más que prisiones se habían transformado en sedes de comando de las actividades delictivas, tal cual había ocurrido en Colombia en la época de auge de los cárteles de Cali y de Medellín y sucede actualmente en Brasil con los cabecillas del Primer Comando Capital en San Pablo y el Comando Vermelho en Río de Janeiro, en Paraguay, donde las bandas brasileñas avanzan aceleradamente, y también en la Argentina, según se desprende de las investigaciones sobre las mafias que operan en Rosario.

Envalentonado, Bukele no vacila en impartir consejos a sus colegas. Esa propensión lo llevó a opinar sobre la situación de la Argentina a partir de la asunción de Javier Milei. En un foro difundido a través de la red social X (ex Twitter), mencionó su conversación con el mandatario argentino.

Señaló que "Milei puede ser presidente, la persona con el cargo más importante políticamente hablando, pero va a haber un Congreso, un Poder Judicial, un Tribunal Constitucional y se va a enfrentar con realidades políticas como las que nos enfrentamos nosotros en nuestros primeros dos años de gobierno". Agregó: "Yo se lo dije a él, que le deseaba lo mejor y esperaba que pudiera sobreponerse a esos obstáculos, el obstáculo de la realidad como el obstáculo del sistema que va a tratar de bloquearlo". En el debate regional, el líder salvadoreño tampoco se privó de embestir contra la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que en abril pasado pidió el levantamiento del estado de excepción: "no bastaron las condenas públicas. Vinieron a El Salvador a exigirnos que regresemos todo como estaba antes. Pero tuvimos la valentía de no escucharlos. Aguantamos las condenas en su momento y creo que se cansaron".

Buikele no descubrió la pólvora al resaltar la trascendencia del desafío de la seguridad. Citizens´Council of Public Security and Criminal Justice, un centro de estudios con sede en México, sostiene que las diez ciudades más violentas del mundo se encuentran en América Latina: cinco están en México (Tijuana, Acapulco, Ciudad Victoria, Ciudad Juárez e Irapuato), tres en Venezuela (Caracas, Ciudad Guyana y Ciudad Bolívar) y dos en Brasil (Natal y Fortaleza).

Ese listado se inscribe en un escenario más amplio vinculado con el grado de penetración de la criminalidad transnacional en sus distintas manifestaciones en cada país. La Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional (GI-TOC por su sigla en inglés) consigna que de los veinte países con mayor presencia de las organizaciones de la criminalidad organizada seis pertenecen a América Latina. En esa nómina, México ocupa el segundo lugar mundial después de Birmania, Colombia el tercero, Paraguay el cuarto, Ecuador el undécimo, Honduras el decimotercero y Panamá el decimoséptimo.

Con esos índices no es difícil pronosticar que la seguridad ciudadana ocupará un lugar cada vez más relevante en la agenda política de América latina. Es fácil prever también que Bukele todavía dará mucho que hablar. Después de su reelección por una abrumadora mayoría, empezará una gira por América Latina para publicitar logros. Será la primera vez que un presidente salvadoreño adquiere protagonismo político en la escena internacional.

*Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

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