El 24 de octubre de 2004, el sacerdote Sigfrido Moroder, conocido en toda Salta como el padre Chifri, sufrió un accidente aéreo en la Quebrada del Toro que transformó para siempre su vida y su misión.
El incidente, ocurrido cuando realizaba un vuelo solidario en parapente para visitar comunidades de alta montaña, lo dejó con una lesión medular irreversible. Sin embargo, aquel golpe del destino no lo detuvo, fue el inicio de una nueva etapa en la que redobló su fe y su compromiso con los pueblos del interior salteño.
Nacido el 28 de mayo de 1965 en Buenos Aires, Chifri había crecido entre Caballito y Belgrano, donde se destacó por su espíritu deportivo y su amor por el rugby, deporte que practicó en el Club Ciudad. Aquellos valores de disciplina y trabajo en equipo serían los pilares de su vocación sacerdotal, que descubrió durante su último año en el Colegio Guadalupe, de los Misioneros del Verbo Divino.
Ordenado sacerdote en 1991, llegó a Salta en 1999 para hacerse cargo de la parroquia Santa Rita, en Rosario de Lerma. Desde allí comenzó una labor pastoral que lo llevó a recorrer quebradas y cerros con la Biblia y el Rosario como únicos compañeros. Su forma de evangelizar no conocía límites, lo hacía a pie, a caballo o en bicicleta, atravesaba kilómetros de montaña para llegar a las familias más aisladas.
Tras el accidente del 24 de octubre, lejos de rendirse, el padre Chifri encontró nuevas fuerzas. Adaptó su vida a la silla de ruedas y regresó a los cerros montado en un cuatriciclo que él mismo bautizó como “El Burro Rojo”, símbolo de su perseverancia y su espíritu indomable.
Su obra más emblemática fue la creación del Colegio Albergue de Montaña N° 8214 “El Alfarcito”, inaugurado en 2010 para que los chicos de la zona pudieran estudiar sin alejarse de sus familias. Cuatro años después, egresó la primera promoción, un testimonio del sueño que había logrado hacer realidad.
El padre Chifri falleció el 23 de noviembre de 2011, a los 46 años. Hoy, a seis décadas de su nacimiento, su legado sigue vivo en cada aula y en cada sendero. Su accidente no fue un final, sino el punto de partida de una historia de superación que continúa inspirando a generaciones.